Los invitados esperaron durante mucho tiempo, pero Qin Yan no apareció. En ese momento, Qin Yan ya había salido por las otras puertas. Se recostó en los brazos de Xi Ting y se quedó dormida.
Desde la ventana del auto, la escena nocturna de la ciudad estaba bulliciosa. La luz de las lámparas de la calle pasaba rápidamente por la ventana del auto. Las sombras caían sobre el delicado y pálido rostro de la joven. Sus negras pestañas colgaban bajas como una mariposa descansando en una flor.
El auto estaba extremadamente tranquilo. Los dedos del hombre acariciaban suavemente su delicado rostro. Sus ojos, que no podían ser vistos por la luz, eran oscuros y fríos. El instigador iba tras la chica en sus brazos. El pequeño bollo no pudo resistir la tentación y se comió el pastel. Sin embargo, afortunadamente Qin Yan estaba allí para salvarlo.
Pero, ¿y si Qin Yan no resistía la tentación, si no le hacía caso y elegía comerse el pastel...? Entonces, ¿quién la habría salvado?