Neveah apoyó su cabeza contra el borde de la bañera de madera, observando a través de párpados entrecerrados cómo el agua se teñía de rojo con su sangre.
Suspiró en silencio sabiendo que no se haría ningún bien si permanecía demasiado tiempo en el agua del baño; se lavó rápidamente y salió.
Neveah se paró frente a su espejo de cuerpo entero, inspeccionando la herida que le había dejado el dragón negro.
Neveah frunció el ceño, esta era la vez que más había tardado en sanar alguna de sus heridas, pero supuso que para una herida de tal gravedad, la curación estaba siendo increíblemente rápida.
Neveah no se molestó en ponerse hierbas curativas, las heridas menos graves ya habían comenzado a cerrarse y sabía que en un día o dos, estaría tan bien como nueva.
Neveah tomó una tira limpia de vendaje, la envolvió firmemente alrededor de su torso antes de ponerse su bata de noche y lanzar los restos ensangrentados de la túnica blanca así como la túnica negra a la chimenea.