Después de tantos días sin una pista de Altea, Ansel había llegado lamentablemente a la conclusión de que era hora de armarse de valor y pedir información a este tipo.
De todos modos, el gordo pomposo y molesto portavoz no estaba aquí para despotricar sobre la grandeza del señor. Nadie se burlaría de él por pedir ayuda.
Ansel esperó pacientemente a que Micheal terminara su discurso antes de ir a buscarlo. Ansel se situó en el camino de su salida, tratando de no parecer tan pomposo como solía hacerlo.
—¿En qué puedo ayudarte? —preguntó Micheal, tan amable como siempre, mientras sus secuaces no lo miraban muy bien. Era comprensible, después de todo había rechazado a su señor.
Ansel sacó la foto de familia de su cartera. —Estoy buscando a mi familia. Especialmente... a mis hermanos.
Micheal asintió y tomó con gracia la foto. Los ojos azules del hombre se quedaron en la imagen un momento más que los demás.