"Una serie de ruidos fuertes, como de algo golpeando barras metálicas, resonó en las cámaras subterráneas del castillo. Luego se detuvo y todo volvió a quedar en silencio nuevamente.
Lo siguiente que se pudo escuchar fue una pesada respiración que también fue seguida por un silencio ensordecedor.
Era tan oscuro que nada se podía ver dentro, solo pura y densa oscuridad. Unos momentos más tarde, el zumbido de un teléfono rompió el silencio.
La luz de la pantalla del teléfono creó una luz tenue en la oscuridad y reveló a Sebastián quien estaba sentado en el suelo, su muñeca descansando sobre su rodilla doblada, mientras apoyaba la cabeza en las rejas que parecían ser una antigua prisión — un calabozo subterráneo.
Sus ojos grises brillaban en la oscuridad mientras deslizaba el botón para aceptar la llamada.