—Cálmate, chico —le habló Sapa a Damon, quien estaba al borde de perder la razón—. Compañera no está lejos.
Damon se dio la vuelta frenéticamente, buscando a Talia, pero la única que estaba a la vista era Cassandra, quien estaba doblada en un ángulo incómodo bajo la presión del aura de Damon.
—¡Talia! —Damon llamó a través de su enlace mental privado.
—¡Guau! —La voz de Talia resonó en la cabeza de Damon.
—¿¡Dónde estás!?
—Creo que estoy en uno de los laboratorios adyacentes —respondió Talia—. Permíteme llegar al pasillo y ver…
Damon se apresuró a la puerta para abrirla, y casi se topó con Talia.
Una avalancha de maldiciones estaba en la punta de su lengua, pero primero, atrajo a Talia hacia su abrazo. Su corazón latía tan fuerte que estaba seguro de que Talia podía sentirlo golpear en su mejilla.
—Maldita sea, gatita —Damon habló entre dientes mientras la presionaba contra él.