—¿Tu padre te dará problemas? —preguntó.
James negó con la cabeza. —No te preocupes por él. Mi misión para esta noche eres... tú.
Los ojos de Cornelia se abrieron de par en par. —¿Tu padre te pidió que me encantaras con tu buena apariencia?
—¿Y si lo hizo?
—Entonces, espero ser encantada. Pero deberías decirle que no soy una mujer que se conformará con solo una noche.
James se rio entre dientes, y realmente quería besarla, pero sabía que no sería apropiado. ¡Maldita fiesta! Estaba contento de no tener que entretener a mujeres al azar, y que Cornelia estuviera justo ahí, lo suficientemente cerca para inhalar su adictivo olor a bayas silvestres, y podría aferrarse a ella, pero aún no era lo suficientemente cerca.
—¿Qué te está preocupando, Jay? —preguntó Cornelia en un susurro.
Él sonrió tristemente, su preocupación era genuina y tocaba su corazón.