Seb estaba de espaldas a su asistente, contemplando a través de la amplia ventana de suelo a techo de su oficina. Más allá del cristal, la ciudad se extendía en un torbellino de movimiento, un fuerte contraste con la quietud que envolvía la habitación. Su mandíbula se tensó mientras escuchaba el informe del asistente.
—Señor Frost, la señorita Olivia ha salido de su casa. Viene hacia aquí con el equipo de seguridad —informó el asistente.
Seb asintió, un destello de anticipación se encendió en sus ojos. —Bien —respondió sin tono—. Transmite el siguiente conjunto de instrucciones al equipo y ya sabes qué hacer una vez que ella esté aquí.
—Sí, señor —respondió el asistente, su voz teñida de incertidumbre.
Al oír la hesitación en su tono, Seb se giró para enfrentarlo, su expresión ilegible. —¿Hay algún problema? —preguntó, su voz afilada.