—A los hombres lobo de ojos malditos se les llama demonios —dijo Ruby—. Sabemos que nuestro rey es un gran gobernante, pero ninguno de nosotros puede negar que podría tener algunas habilidades demoníacas ya que es inevitable. Y no creo que las habilidades demoníacas sean bien recibidas en ningún lugar, ya que esos hombres lobo tienen extraños poderes que no deberían tener.
—Pero no es culpa de ellos —dije—. ¿Por qué odiarlos?
—Así es como es, Su Alteza.
—Ugh, no me gusta. ¿A quién le importa qué color tienen sus ojos o qué tipo de habilidad tiene? Es un gran rey y eso es todo —me quejé—. ¿Sabes qué? No hablemos más de esto. Creo que estoy perdiendo la cordura.
—Sí, Su Alteza.
Ruby no volvió a hablar del tema. Los días pasaban sin que nada especial sucediera. Cada mañana, iba a practicar esgrima con Ezequiel, luego a veces salía con Luc. A menudo también pasaba tiempo con Madre y seguía escribiendo cartas a Demetrio, y él respondía tan pronto como podía.