—¿Pero por qué te gusta matarlos? —preguntó—. ¿Te gusta escuchar sus llantos... sus súplicas... sus últimos deseos...? ¿Te gusta verlos suplicar por perdón? ¿Vuelves a mirar a la persona después de golpearla? ¿Alguna vez intentas pensar lo que están pensando? ¿Alguna vez intentas sentir lo que están sintiendo?
—El culpable no merece vivir —dije.
—¿Y si te equivocas de persona? ¿Intentas aclarar si son o no el culpable? No creo —dijo—. Su voz temblaba ligeramente, pero se esforzaba por no parecer abatida.
—Sus pensamientos iban y venían pero siempre terminaban en el mismo lugar. Había voces en su mente... llantos, súplicas, gritos...
Y en ese momento, supe por lo que había pasado en su familia. En su mundo, no podía leer su mente ya que mi lectura de la mente no funcionaba allí. Pero después de venir aquí, ahora entendía completamente por qué quería alejarse tanto de su familia. Y yo iba a hacer que su familia pagara por lo que habían hecho.