—Kathy querida. ¿Eres realmente tú?
—Una voz débil pero llena de amor llamó a Kathleen en cuanto abrió la puerta.
—Kathleen ajustó rápidamente su expresión facial y entró en la habitación cerrando la puerta detrás de ella.
—No necesitaba a un adivino para decirle que había sido engañada para venir aquí. ¿Fue obra de Shawn o de su abuela?
—Recordó que en el pasado, siempre que su abuela quería que la visitara, siempre hacía tal representación y no le quedaba otra opción que apresurarse a llegar.
—¿Era igual que entonces, porque a juzgar por todas las indicaciones, la señora que estaba viendo sentada en la cama con una hermosa sonrisa distaba mucho de ser alguien en una situación de emergencia?
—Hola, Nana. ¿Cómo estás? —Se quedó mirando a la Vieja Señora Hudson, la abuela de Shawn, que estaba comiendo elegantemente un pedazo de manzana cortada.
—Estoy muy bien, mi querida. Gracias a ti, hoy puedo estar viva.