Esa noche, Steffan ya estaba en pijama y estaba a punto de retirarse a la cama, cuando escuchó un golpe en la puerta.
Preguntándose quién podría estar golpeando a esa hora, se acercó a la puerta y se sorprendió al ver a su cuñada en la puerta a través de la mirilla.
—Eres tú, Candace —dijo mientras abría la puerta ligeramente.
—¿Por qué aún no estás en la cama? —Aparecieron líneas de preocupación entre sus cejas, ella estaba exhausta pero aún así encontró tiempo para venir a verlo.
—Para ser sincera, estoy muerta de cansancio —estiró sus delicados brazos y bostezó—, pero hay algo que necesito discutir contigo.
—¿Es bastante tarde, no puede esperar hasta mañana? —Ha sido un día agitado para ti y necesitas descansar.
—No —dijo Candace—, he estado pensando en esto todo el día y no podré dormir con ello en mi mente.
Steffan vio que la situación era seria y abrió la puerta más para darle acceso.
—Entonces ven —dijo.
Le sirvió un vaso de agua del dispensador y se sentó en la cama.