Félix metió su lengua en su boca de manera forzada, y se preparó para recibir un mordisco, pero nunca llegó. Así que continuó besándola hasta que de repente sintió una patada en su entrepierna.
—Ahh —rápidamente la soltó y se agarró fuertemente sus genitales mientras gimió de dolor—. ¿Por qué harías eso? —le preguntó mientras intentaba soportar el dolor.
—Porque no soy tu propiedad para que juegues conmigo en esa manera. La próxima vez que pruebes algo así, perderás un diente —amenazó Mónica, con una mirada desafiante. Estaba a punto de alejarse nuevamente, pero Félix volvió a agarrarle la mano.
—¿Por qué eres tan despiadada? —le preguntó—. Podrías haberme golpeado o apartado, no tenías que recurrir a este nivel de violencia. Si termino volviéndome impotente, es por tu culpa —dijo él.
—¿Podrías dejar de tocarme? —intentó arrancar su brazo nuevamente, pero eso solo hizo que él apretara más su agarre.