El mundo fuera de su pequeño dormitorio parecía haber caído en un apocalipsis.
Los cuerpos del personal del palacio se encontraban por todas partes, llenando los pasillos y caminos con cuerpos inconscientes. Daphne habría pensado que estaban muertos si no fuera por el subir y bajar de sus pechos que le decían lo contrario. Los cielos afuera se habían tornado lentamente rojos, las nubes parecían como si estuvieran llenas de sangre en lugar de lluvia.
Los pasos de Daphne se aceleraron al ritmo de su corazón. Algo estaba mal, eso era obvio. Sin embargo, había un sentimiento incómodo que la llenaba de pies a cabeza y necesitaba saber qué estaba mal.
Se abrió paso por los pasillos con una frenesí de origen desconocido, apartando a las pocas personas con las que se cruzaba y corriendo directamente hacia una habitación que esperaba estuviera ocupada. Aunque no tenía ni la menor idea de si estarían allí o no, había rezado―
—¿Daphne? —Una voz familiar hizo que Daphne se detuviera en seco.