—¡Zas!
La puerta de la habitación se cerró con urgencia mientras la pareja de compañeros entraba, inmersos en un apasionado beso, rindiéndose a sus más carnales deseos. Una bestia divina y una demonio, se habían perdido en un mundo donde solo existían el uno para el otro. La fuerza de su vínculo crecía más intensa con cada momento que pasaba, llevándolos al borde de la locura, una especie de intoxicación que nunca antes habían experimentado.
Oriana se aferraba a él, sus desnudas piernas firmemente enroscadas alrededor de la expuesta cintura de Arlan, sus manos sujetando su cuello mientras reclamaba hambrientamente su boca. Sus cálidos alientos se mezclaban, llenando la cámara con los sonidos necesitados de su deseo.