En el mercado de la ciudad, Erin paseaba tranquilamente por diversas tiendas, tomándose su dulce tiempo mientras Lucian la acompañaba. Compraba lo que le llamaba la atención y se lo entregaba a él, cuyas manos se iban llenando lentamente con sus compras. Él la seguía sin quejarse, cargando todo diligentemente.
Pasaron las horas, el mediodía llegó y se fue, pero ella no mostraba señales de cansancio. Se detuvieron un momento mientras Erin miraba alrededor.
—Mi señora, ¿qué está buscando? —preguntó Bree, curiosa por saber qué quería comprar su ama a continuación.
—Lo que me llame la atención —respondió Erin, con la mirada recorriendo la hilera de tiendas.
—Espérenme aquí. Primero llevaré esto de vuelta a la carroza —dijo Lucian con firmeza. Aunque era un guardaespaldas, actuaba con una autoridad que los demás no podían desobedecer.
Como su guardaespaldas, necesitaba estar listo para protegerla si sucedía algo, y llevar todas esas cosas le estaba estorbando.