En la habitación de Philip, la atmósfera estaba cargada de anticipación. Oriana, sentada en una silla al lado de la cama, miraba a su abuelo con una expresión de determinación sincera.
—Abuelo, quizás no tengamos otra oportunidad de hablar tranquilamente y de que yo conozca toda la verdad del pasado—la verdad sobre nuestra familia y cómo está relacionada con la familia real. Espero que hoy me cuentes todo. Te aseguro que puedo manejar lo que sea. Seguirás siendo mi abuelo, y nada en este mundo puede hacer que te quiera menos de lo que lo hago. En mi corazón, seguirás siendo la misma persona para siempre —dijo Oriana, su voz firme y decidida.
Philip, recostado contra el cabecero, suspiró suavemente, luchando con el peso de la situación. —No estoy seguro de por dónde empezar exactamente y por cuántas cosas debería pedirte disculpas. Todo lo que puedo decir es que soy culpable de no haber podido darte una buena vida. Te hice sufrir conmigo —admitió.