Arlan permaneció inmóvil, su mirada fija en Julien, carente de cualquier emoción discernible. Los ojos que deberían haber reflejado un espectro de sentimientos en un niño, permanecían vacíos.
—Arlan... —Julien pronunció su nombre, a pesar de la angustia que la recorría. Deseaba protegerlo de cualquier daño potencial, pero sus esfuerzos eran inútiles.
Edna cesó su influencia mágica sobre Julien, aliviando su tormento. Sin embargo, cuando Julien intentó acercarse a Arlan, una fuerza invisible restringió sus movimientos.
—Te he liberado de ese dolor, pero eso no te otorga la libertad de acercarte a él. No puedes, a menos que obtenga de él lo que yo deseo —advirtió la bruja, haciendo completamente ineficaces los intentos de Julien por moverse.
Edna redirigió su enfoque a Arlan. Observando cómo se sometía a sus demandas, Edna rió entre dientes: