La casa principal Bathory se encontraba en el centro de la ciudad de Kevland, y, aun así, era prácticamente inaccesible para muchos nobles y personas importantes. Eso le otorgaba un estatus en lo más alto del misterio y por tal razón, Delilah no apartó la mirada de la gran construcción desde que el auto cruzó la larga entrada hacía la soñada residencia. Esta no era su primera vez en ese lugar, pero no estaba tan desinteresada como aquel día. La sola imagen de Andrea en sus recuerdos la hacía sentir nerviosa. Él joven de expresiones amables poseía un rostro increíble, pero era un Bathory después de todo, pertenecía a un mundo que nadie más que ellos mismos conocían.
Sus débiles suposiciones estuvieron torturándola un poco, incluso hasta el momento en que el auto se detuvo frente a un edificio contemporáneo nunca antes visto por sus ojos.
Los suaves cabellos rubios de Andrea estaban recogidos como la primera vez que se conocieron, vestía una modesta ropa que era difícil calificar de ordinaria cuando se pensaba en su posición jerárquica.
—¿Disfrutaste el viaje?
Cada vez que esa dulce voz rosaba sus sentidos creía firmemente que su corazón explotaría, era tan cálida y armoniosa mientras sonaba tan afectiva.
—Bienvenida.
El caballero rubio tomó la mano de la chica ofreciendo un respetuoso saludo para después encaminarla a su lado hacia los adentros del edificio.
La entrada era ancha y bastante alta. Aquella vez en que fue traída por primera vez, no tuvo la oportunidad de llegar hasta ese sitio. Las habladurías que la gente hacia sobre los Bathory distaban mucho de la realidad. Para empezar: la entrada estaba llena de objetos valiosos. Los comerciantes eran envidiados por sus tesoros, dichas posesiones demostraban su paso por distintos lugares del mundo. Los nobles de Kevland aspiraban a aquellas experiencias, aunque nunca nadie se atrevía a sobrepasar los límites del reino. Incluso existían familias en las que se tenía prohibido. El rey otorgó títulos con el propósito de crear un pilar que garantizara su poderío en el reino, por eso muchas familias juraron lealtad hasta el grado de nunca permitir a sus descendientes dejar esas tierras que les fueron juradas, como si de ellas dependiera su posición.
Tan solo cruzando los pasillos Delilah pudo percibir una suave fragancia que viajaba en el ambiente, aunque los aromas no tienen forma física, la esencia dulce y agradable formó una cortina de humo que contaminaba el aire y solo era visible cuando la luz del sol se filtraba por las ventanas.
—Hermano mayor, la he traído.
La chica apenas alcanzó a levantar la mirada cuando escuchó la voz de Andrea. El rubio se detuvo frente a una sala, ahí dentro sobresalió una silueta oscura sentada sobre una mesa larga.
Hasta ese momento, ella pudo ver indirectamente los incensarios en las esquinas de la habitación, hubiera querido tocarlos para asegurarse de que un objeto del oriente realmente estaba frente a sus ojos, pero su atención fue robada por un hombre alto de cabellos oscuros, un ser de porte juvenil que le sonrió en cuanto sus ojos oscuros le aseguraron que era mirado por su invitada. Su piel pálida remarcaba facciones delicadas, pero sin duda varoniles. Se veía tal cual una celebridad y su voz era grave e imposible de ignorar apenas rozaba el sentido del oído.
—Por fin nos conocemos, Delilah.
Ella fue incapaz de desviar la mirada, por supuesto que era de mala educación mirar tan directamente a una persona de tan alto nivel, pero le resultó imposible contenerse. Ahora mismo, los rumores y la información que existía en su cabeza sobre Neil Bathory, no eran suficientes para describirlo y la presión de estar ante él comenzó a tener efecto.
—Por favor siéntate.
Dos sirvientes entraron por los costados de la entrada dirigiéndose hacia una mesa más pequeña en el centro de la habitación, entonces, Andrea tomó el brazo de la chica para acercarla por su cuenta. Lucía tan sorprendida que estaba seguro de que no se atrevería a moverse por sí misma.
—Le pedí a Andrea que fuera amable contigo, espero que te haya tratado bien durante la fiesta.
Cuando la chica se sentó y Andrea le acercó un vaso de cristal con agua, ella pudo recuperar la conciencia. Neil no se veía como los nobles a los que estaba acostumbrada, despedía otro tipo de supremacía, tal vez provenía de lo bien posicionado que estaba su nombre o era simplemente la seguridad con que hacía suya la atención de las personas.
—He estado observándote desde hace mucho tiempo, tienes una buena personalidad deseo que seas cuidadosa con ella.
La sonrisa de Neil era encantadora y poderosamente seductora, en lo que respectaba a sus palabras sobre la personalidad de la chica había poco que ella pudiera comprender.
El sentimiento que más sobresalía en su interior por encima del nerviosismo y la inseguridad fue el temor. En este punto las palabras de Lucrecia tomaron fuerza, porque fue tan ingenua como para no prestar atención a las formalidades y a su falta de educación que la pelirroja advertía cada que tenía la oportunidad.
—Tu rostro no refleja lo confundida que te sientes, eres bastante cuidadosa.
Neil estaba frente a ella, sentado a su misma altura y con una mesa circular siendo lo único que los dividía. Su respiración se cortó cuando él recargó su rostro sobre la palma de su mano derecha.
—¿Te gusta mi rostro?
La pregunta improvisada y fuera de lugar hizo reír a Andrea porque no había nada que disfrutara más en el mundo que, las bromas innecesarias de su hermano. Delilah levantó la mirada con la expresión de alguien a quien le han descubierto un secreto. Resultó complicado ser el blanco de una pregunta tan difícil de responder y optó por una respuesta rápida y clara, aunque para nada inesperada.
—Si.
Antes creyó que Andrea fue sacado de un cuento de hadas, pero Neil, no podía ser descrito en tales libros fantasiosos. Podría pasar largas horas tratando de encontrar las mejores palabras para describir cuan sorprendente le resultaba.
—Definitivamente tengo que dejar claras algunas cosas.
Parecía ser que era poco lo que esa chica debía entender. Neil era un hombre que solo daba un paso si estaba completamente seguro de que valdrá la pena, y es ahí en donde radicaba la importancia de ese encuentro.
Su elección no tenía que ver con su cara bonita o su desdicha familiar, su elección fue decidida desde mucho antes de que pisara la mansión Zehren, no en vano Bathory tenía infiltrados a su servicio en todas las casas nobles, y este seguía siendo un secreto que tan solo ellos conocían. Para lograr tal hazaña, el trabajo de conseguir gente de confianza no se lo tomaba a la ligera.
—A partir de ahora no hay necesidad de ser tan reservada, estoy seguro de que lo sabes, concéntrate en serme útil.
Delilah levantó el rostro, insegura de aquello en lo que se estaba convirtiendo su vida, le costaba trabajo atribuirse las grandes capacidades que la habían puesto en la mansión Zehren al lado de los otros 4 elegidos y continuaba creyendo que tan solo debería continuar por el camino que le fuera trazado sin pensarlo demasiado.
—¿Está permitido que alguien como yo sea útil para Neil?
El atractivo heredero de Liam Bathory sonrió.
—Por supuesto yo soy quien te eligió.
A Neil le parecía que ella era una criatura dócil con un visible control sobre situaciones espontáneas pues apreciaba lo bien que elegía entre todas sus dudas cuando se le otorgaba el honor de hablar.
Mirando los rostros de esos dos hermanos, nadie nunca imaginaria lo que serían capaces de hacer si alguien frustraba sus planes. El encanto de Bathory era su misterioso éxito y su excelente reputación de la que todos estaban convencidos. Su filosofía era simple: vivir de acuerdo a los preceptos del monarca, usando su poder y dinero sin salir perjudicado en el mundo de la política y la alta sociedad.
Comparado con todo lo que Neil debía cargar sobre sus hombros, el recién creado deseo de Delilah por saber la razón de su elección como candidato, pareció minúsculo. De lo único que ahora estaba segura era de que, había un gran secreto que tenía que ver con Lathasha Zehren. En adelante ella debía continuar recibiendo el correo, visitando esa gran residencia. Tan solo continuó siendo irracional el hecho de poner algo tan grande en manos de una simple chica. En su lugar, Lucrecia o Cain habrían sido mejor opción.
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