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23.52% Destino |Gin Ichimaru| [B] ✔︎ {2} / Chapter 4: 4.

บท 4: 4.

﹏﹏﹏﹏﹏♡⋋♡⋌♡﹏﹏﹏﹏﹏

| CAPÍTULO CUATRO. |

—Haré que vuelvas a confiar en mí, porque nunca desee que te pasarás esto— susurró abrazándola con fuerza, deseando nunca dejarla ir.

Quería creer en sus palabras, pero aún dudaba de él. ¿Qué era lo que realmente quería?

¿Por qué le pasaba esto?

Estaba tan confundida que no pudo responderle. Gin lo entendió, ella aún no estaba lista para perdonarlo, era comprensible después de todo lo que le había hecho pasar.

¿Por qué no sólo se alejó de ella?

Hubiera aceptado el cambio de teniente la primera vez que ella lo solicitó, si tan solo no le hubiera confesado a Aizen sus sentimientos por la pelinegra, quizá ella seguiría siendo la teniente del tercer escuadrón. Bajo las órdenes de algún Shinigami que haya tomado su lugar.

Era algo de lo que ahora se arrepentía, tenía que arreglar su error. Aunque no consiguiera su perdón se sentiría mejor sabiendo que ella regresaría a la Sociedad de Almas donde estaría segura con sus compañeros, sabiendo que en algún punto de su vida conocería a alguien más y se casaría.

Él no era digno de estar con ella, lo sabía desde siempre, sin embargo, nunca había querido alejarse de ella.

—¿Gin?— llamó preocupada la pelinegra mientras reposaba su mano en la mejilla de su ex novio y capitán —¿Estás bien?— le preguntó enseguida analizando aquel triste brillo que sus ojos azules reflejaban.

—Tara, te sacaré de aquí. Te lo prometo— tomó la mano que la mujer enfrente de él manteniendo la en su mejilla, sintiendo la calidez que desprendía.

La amaba, claro que lo hacía. Pero tenía que dejarla ir, Las Noches era un lugar peligroso, él lo sabía. Nnoitra y Szayel estaban detrás de ella, ellos no se detendrían hasta hacerle algún daño como lo hicieron con la ex espada número tres Nelliel Tu Odelschwanck.

No se permitiría vivir si algo le pasaba a esa mujer que se apoderaba de sus pensamientos en cada minuto del maldito día.

—Gin... Tú...

—No digas nada, tú no deberías estar aquí. Es peligroso para ti— interrumpió abrazándola —No podría vivir si algo te pasará— agregó en un murmuró.

Los ojos de la mujer comenzaron a tornarse cristalinos. ¿Iba a llorar?

Después de todo lo que se había dicho mentalmente, de todos esos ánimos. Ahora estaba dejándose llevar nuevamente por sus emociones.

¿Enserió lo perdonaría?

Ella no estaba segura, sus emociones nublaban su juicio, no estaba pensando con claridad. Una vez más, Gin había ganado, fuera verdad o solo un engaño.

Él había ganado, tenía su corazón, por lo tanto la tenía a ella.

—Te amo Tara...

Ante aquel silencio, todo se volvió oscuro. ¿Qué le había pasado? ¿Por qué tan repentinamente su percepción desaparecía? ¿Había bajado la guardia? ¿La habían atacado?

No, estaba segura de que, si así fuera, Gin la protegería...

Proteger... ¿Enserió él lo haría?

Sabía que sí, pero el hecho de que fueran órdenes directas de Aizen la hacía dudar. ¿Lo hacía por las órdenes o por qué realmente la amaba?

Despertó en su habitación, estaba confundida y su cabeza dolía como los mil demonios. ¿Qué había pasado?

No recordaba nada de lo que había pasado después de aquellas palabras que Gin le había dicho.

"Te amo Tara", la voz del ex capitán resonaba en su mente con aquellas palabras.

Trató de levantarse de la cama, pero su cuerpo dolía. Levantó la sabana asustada mirando la venda que cubrían gran parte de su cuerpo, ¿qué?

—Veo que ya despertaste— levantó la cabeza encontrándose con el castaño que se recargaba en el marco de la puerta.

—Aizen— le miró con sorpresa, aún lo odiaba, pero para ella ese no era el momento de discutir con él —¿Qué me pasó?— preguntó confundida.

—Me disculpó por eso, uno de mis Espada decido desobedecer mis órdenes y te atacó por la espalda cuando estaban con Gin— respondió adentrándose a la habitación —Pero no te preocupes por eso, Nnoitra ya recibió su merecido— sonrió con gentileza. Después de todo era la mujer que volvía loco a su estudiante.

Tara se extrañó más por la sonrisa de Aizen que por la noticia de que la quinta espada, Nnoitra, la había atacado.

Suspiró, pero incluso eso la hacía agonizar de dolor.

—¿Dónde está Gin?— preguntó preocupada por el peliblanco.

—No debes preocuparte por él. Está bien. Le diré que venga cuando se desocupe de su misión— respondió el rey de Hueco Mundo saliendo de la habitación.

Tara suspiró al estar sola, quejándose por el punzante dolor que había sentido.

¿Realmente todo había sido real?

El dolor de su cuerpo le decía un muy claro SI, cada vez que se movía aunque sea con la más mínima delicadeza.

Si así era, entonces... ¿Debía perdonarlo?


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