"La diosa de la luna apareció repentinamente frente a nosotros, mientras miraba a la figura del destino que hizo una pausa y giró para mirarla simultáneamente. No sabía por qué estaba aquí ni cómo era posible que estuviera aquí, pero me alegró que lo hiciera. Estaba muy contento de que decidiera aparecer en ese momento. Los destinos entonces se volvieron para mirarla de una vez.
—¡Diosa de la luna! —le sisearon a ella.
—Así es. —dijo firmemente la diosa de la luna—. Y te pido que no atormentes más a mi protegida.
Los destinos centraron su atención en la diosa de la luna. —¡Ella es una diosa igual que tú, no es tu protegida!
—Técnicamente, ella no es una diosa. Sangra como los demás mortales y estoy seguro de que no necesito recordarte que ella es una mujer lobo y porque lo es, está bajo mi protección y creo que ya la has atormentado lo suficiente, ¡así que vete! —la diosa de la luna ordenó con un tono autoritario.