—Sé que no debería decir esto, ya que te metí en esta situación, ¡pero felicidades! ¡Ahora eres libre! —Samantha Ryans vino hacia mí, con lágrimas en los ojos—. Lo siguiente que hizo hizo aparecer una sonrisa en mis labios. Me abrazó fuerte y sin previo aviso estalló en lágrimas.
—R-realmente no te creo cuando me dices que harás todo lo posible para liberarme —estaba pensando si realmente podrías hacerlo, tomaría meses antes de que suceda, pero has hecho posible lo imposible.
La abracé fuerte como a una hermana. Colocando una mano tranquilizadora en sus hombros, le dije:
—Una promesa es una promesa. La cumpliré a toda costa.
Samantha se secó las lágrimas de los ojos con el pañuelo que le pasé.
—Salgamos de aquí antes de que cambie de opinión —en broma, le dije y la llevé de la mano hacia la puerta.