Beatrix huyó de mis pensamientos después de ver a Alejandro en la situación más improbable. No tengo idea de si debo estar divertido, desconcertado o sorprendido. Mis ojos se abrieron tanto que casi podría caber una manzana dentro. Mi boca se abrió tanto que me temo que se podría ver mi úvula sobresaliendo. Me dije a mí mismo que había perdido la razón, tal vez esto podría ser la prueba de que lo hice. Si no, ¿por qué vería a Alexander Crawford sosteniendo a un bebé llorando en sus brazos con una expresión mezcla de miedo, ansiedad y pavor? Si la situación no fuera tan grave, juro que ya me habría echado a reír histéricamente viendo la alarma bailando en su guapo rostro. Parecía muy lejos de un hombre que era temido por sus enemigos.