El pergamino en la boca de la lagartija, de hecho, no se quemó, se movió junto al lagarto.
Caña levantó la criatura entre su dedo y la miró por un tiempo, mientras su mente pensaba en muchas posibilidades. De repente, el valor de la lagartija aumentó en sus ojos.
—Has hecho un buen trabajo —dijo Caña, besó la punta de su nariz suavemente, lo que hizo que el corazón de Iris se calentara, igual que su rostro.
Después de lo ocurrido esta mañana, temía que retrocediera el progreso que habían tenido en esta relación, pero ver a Caña darle pequeños besos sin sentirse incómodo la hizo sentirse aliviada.
—Necesitamos entrenar al lagarto —Caña devolvió el lagarto a la mano de Iris y le recordó que necesitaba mantenerlo con ella, fuera de la vista de las personas, aunque debido a su imprudencia, la mitad de la manada ya sabía de la existencia del lagarto.