Cuando la dama Cyan fue a ver a su hijo, sus perfectas cejas se fruncieron al ver al pequeño tigre blanco de diamante que enrollaba su cuerpo ensangrentado en un rincón de la habitación. Apenas estaba vivo después de la tortura que recibió de Alan.
Ella conocía bien a su hijo y esta vista no la sorprendió, pero no le gustaba ver sangre, especialmente algo desorganizado como esta habitación.
No podía siquiera decir que esta era la habitación de un príncipe heredero, porque todo había sido roto y pedazos de vidrio estaban esparcidos por el suelo.
—Madre... —Alan la llamó, pero se detuvo al acercarse a la dama Cyan cuando vio insatisfacción en su hermoso rostro.
—Prepara otra habitación para el príncipe heredero —dijo la dama Cyan mientras se daba la vuelta y salía de la habitación, Alan la siguió.