El olor a sexo era muy intenso dentro de la habitación, mientras dos parejas desnudas yacían en el suelo alfombrado, pero el fuego de la chimenea les protegía del frío.
Había algunas gotas de sangre en la alfombra, pero no eran realmente visibles debido a su color.
—¿Estás bien? —preguntó Aderan, mientras pasaba sus dedos por la espalda de ella. La marca de su mordida en su hombro todavía sangraba, al igual que sus brazos, donde ella lo había mordido tan fuerte, mientras alcanzaba el clímax.
—Hm… —Della se acurrucó más cerca, sintiéndose letárgica. No quería abrir sus ojos ni hacer nada en ese momento.
Aderan sonrió suavemente al ver a su compañera. A duras penas había logrado evitar marcar el lugar donde el rey la había reclamado. Habría sido un gran problema si lo hubiera hecho.