Esta era una tradición por la que todo alfa y luna tenían que pasar para reclamar sus posiciones en la manada. Necesitaban ir al templo en la ciudad capital, donde tendrían que rezar para recibir una bendición de la diosa de la luna y escribir sus nombres en la piedra sagrada como los nuevos gobernantes de su manada.
—Y una cosa más —El rey miró a Iris, que se escondía parcialmente detrás de Cane. El gran y alto cuerpo del alfa la ocultaba bastante bien—. Dado que el problema aquí es un heredero, les daré dos años para demostrarme que ella es capaz de darles un hijo. Si después de dos años, aún no tienen un hijo, discutiremos este asunto nuevamente.
Al escuchar eso, Cane levantó la cabeza y sostuvo la mirada del rey. Hubo un destello de emoción en esos oscuros ojos, pero solo duró un breve instante, porque después volvieron a ser inexpresivos.
—Sí, me aseguraré de traer a nuestro hijo —Las palabras 'nuestro hijo' dejaron un sabor amargo en su boca.