Por un momento o dos, la mente de Sunny estaba vacía. Retrocedió, mirando hacia arriba a la figura familiar que se alzaba sobre él.
—Verne... era Verne. No había lugar a dudas.
...O algo vistiendo el cadáver de Verne, al menos.
Su sombra era mucho más vasta y temible de lo que se suponía que debía ser la sombra de un humano.
La mirada vacía del difunto Maestro perseguía a Sunny, su rostro quieto e inmóvil como una máscara. Detrás de él, las olas oscuras se agitaban, y más figuras surgían del agua. Hombres, mujeres... docenas de ellas, incluso cientos. Avanzaban como un ejército de muertos, silenciosos e inexpresivos, con los ojos sumidos en la oscuridad.
Todas sus sombras estaban equivocadas.
La gente de LO49 que Sunny había dejado morir. Los reconocía a todos, mirando la superficie ondulante del océano con horror.
—La... el Terror...
Extrañamente, fue la risa despectiva de la espada maldita la que rompió su parálisis.