Empujando el cuchillo en el débil cuerpo de Harper, Sunny se abalanzó hacia adelante. La endeble mesa de madera voló a un lado y se hizo añicos al chocar contra la pared. Con su otra mano, agarró violentamente la cara del joven y la presionó contra el suelo, asegurándose de que ningún sonido escapara de sus labios.
Los ojos abiertos de Harper estaban llenos de dolor y terror, mirando a Sunny con una pregunta silenciosa, pero ensordecedora.
...¿Por qué?
Sintiendo la sangre caliente corriendo por su mano, Sunny finalmente dejó que el dolor del Defecto lo abrumara.
Su susurro era áspero y apenas audible:
—¡Perdido de la Luz! Yo soy... Perdido... Perdido de la Luz...
Los dedos temblorosos de Harper encontraron su rostro y lo embadurnaron con sangre, que luego se mezcló con lágrimas. Intentó débilmente empujar a Sunny, pero ya no había fuerza en sus brazos.