Se apresuraron a llegar a la sala de emergencias, donde Michael estaba sentado en la puerta del pasillo.
Todos los médicos y enfermeras lo rodeaban, pero él se negaba a moverse. Todo su cuerpo estaba cubierto de sangre y no dejaba que nadie se le acercara.
Reese miró a Michael y se apresuró hacia él. —Michael, te lo suplico. Por favor, no te tortures así. Te lo ruego...
Sin embargo, Michael permaneció inmóvil. Era como si no la oyera, y todo su cuerpo estaba congelado en el lugar.
—Tu padre me ha dejado, y si tú también me dejas, ¿qué voy a hacer? ¿Cómo se supone que debo vivir? ¿Quieres que muera contigo? ¿Quieres que muramos juntos y que podamos ir a ver a tu padre...
El llanto de Reese era desgarrador, insoportable de mirar.
En ese momento, Mónica no pudo soportarlo más. Se apresuró a acercarse y preguntó:
—Michael, ¿qué te pasa?
¿Qué tenía de malo querer torturar su cuerpo de esa manera?