De repente, llegó otro mensaje de la otra persona. —Madrina, gracias.
Mónica miró el contenido del mensaje y hizo una pausa.
En realidad, una palabra de agradecimiento era común en una sociedad civilizada.
Sin embargo, ella no sabía por qué, pero cuando vio el agradecimiento de Jorge, su corazón se llenó de calidez. Se sintió inexplicablemente emocionada por Jorge.
No debió ser fácil para un niño tan distante como Jorge decir esas palabras.
Eliminó el mensaje medio editado y dijo:
—Tonto, somos familia. No tienes que agradecerme.
No llegaron más mensajes del otro extremo. Al fin y al cabo, Jorge seguía siendo introvertido.
Con eso, Mónica dejó su teléfono, y por alguna razón, estaba bastante feliz.
Parecía que su fractura de hoy no había sido en vano. Al menos había ganado el respeto de Jorge, ese pequeño bribón.
Estaba de buen humor y vio que Finn ya había llevado el coche al garaje.