Eran íntimos y sin pretensiones.
Jeanne lavó los platos seriamente.
Podía sentir a Edward enterrando su cabeza entre su cuello y hombro.
Jeanne siempre pensó que Edward era muy alto. ¿Si se apoyaba en su cuerpo, lo encontraría demasiado cansado?
—¿Cómo se recuperan tus heridas? —preguntó Edward suavemente al oído.
—Ya casi están curadas —respondió Jeanne—. Tenía curiosidad, así que preguntó, ¿qué medicina me dio el Dr. Jones para que mis heridas sanaran tan rápido?
—Está especialmente hecha —respondió Edward con una sonrisa—. Sopló en su oído.
Se le puso la piel de gallina en todo el cuerpo.
Jeanne apretó los labios para relajar su cuerpo.
—¿La desarrolló él mismo?
—Es un genio en el campo de la medicina —dijo Edward sin rodeos.
Era obvio que él reconocía a Finn.
—¿Es huérfano? —preguntó Jeanne.
—¿Te interesa mucho Finn? —cuestionó Edward con un tono de celos.
—Es el esposo de Mónica.
—No te preocupes, él está profundamente enamorado de Mónica —aseguró Edward.