El coche se detuvo frente al lugar de trabajo de Abigail, y la mirada preocupada de Cristóbal se fijó en ella. Su preocupación por su bienestar era evidente, y sus instintos protectores estaban en plena fuerza. —¿Estás segura de que quieres trabajar? —Con el ceño fruncido, expresó su preocupación, su tono lleno de escepticismo.
El corazón de Abigail se llenó de ternura ante su incansable preocupación; su genuino interés por ella la conmovió profundamente. En sus ojos, vio el reflejo de su amor y su deseo de mantenerla a salvo de cualquier incomodidad. Su preocupación era entrañable, un recordatorio de la profundidad de sus sentimientos.
Su preocupación resonó en ella. Abigail entendía que simplemente estaba tratando de protegerla, pero ella tenía sus propias razones para necesitar estar en la oficina.
Estiró los labios en una sonrisa tranquilizadora. —Estoy absolutamente bien —dijo con convicción—. Si siento alguna molestia, me iré a casa.