La mañana siguiente...
—¿Qué pasa? ¿No vas a desayunar? —Abigail se sorprendió cuando vio a Cristóbal bajar las escaleras con el maletín en su mano.
—Te he estado esperando —hizo un puchero—, y tú ya estás listo para irte.
Cristóbal lamentaba tener que apresurarse tan urgentemente. No le gustaba verla deprimida.
—No te molestes —extendió la mano para acariciarle la mejilla—. Ha surgido algo urgente. Tengo que irme. El conductor te llevará a la oficina. Espérame allí.
—¿No vas a la oficina? —Abigail se sorprendió.
Cristóbal se puso serio. Parecía estar pensando en algo, o quizás algo lo preocupaba.
Abigail no podía entenderlo, pero intuyó que algo no iba bien con él. Le preocupaba, preguntándose qué problema se habría presentado de repente.
—Voy a reunirme con un cliente. Es urgente. Volveré antes del almuerzo —se inclinó y la besó en la frente.