Cristóbal fue a un pequeño café local a las afueras de la ciudad. Le llevó más de una hora llegar allí.
El café estaba situado en la orilla del río, rodeado de vegetación, con una calle que lo conectaba con el resto del pueblo.
Los lugareños parecían ser serenos, y todos se apresuraban a sus trabajos. Se veían niños en uniforme yendo a la escuela... algunos caminaban, mientras que otros iban en bicicletas.
Cristóbal estacionó el coche en el área de estacionamiento abierto y salió, la fría brisa de la mañana golpeó su rostro.
La vista era impresionante, con un río corriendo detrás del café. El agua era tan clara que incluso el reflejo de los pájaros voladores podía verse. Los árboles altísimos añadían belleza al área.
Era un excelente lugar para pasar el rato. El ánimo de cualquiera se elevaría. Todo el cansancio y la tensión desaparecerían en un instante.