Johnathan se encontraba en su estudio privado, inmerso en sus reflexiones. Habían pasado dos meses desde que asumió el control del Imperio Ellyrian y las reformas avanzaban a buen ritmo. Sin embargo, una sombra de inquietud nublaba la satisfacción del joven emperador.
Sabía que su extraordinario ascenso al poder, tras derrotar fácilmente a los más grandes magos Ellyrian, no había pasado desapercibido. En el vasto mundo existían magos aún más poderosos, pertenecientes a razas superiores como los Alarian, los Valexi y los Katarik, quienes poseían habilidades mágicas que rozaban lo divino. Si estos seres trascendentales llegaran a considerarlo una amenaza, nada lo salvaría de su furia.
Por eso, Johnathan había urdido un elaborado plan para mantener un perfil bajo. Usando su magia de ilusión, había engañado a los espías de otras razas haciéndoles creer que su victoria se había debido a una traición interna en la corte Ellyrian, y no a su propio poder. También propagó el rumor de que las reformas que implementaba en la Academia Imperial tenían como único fin elevar el estatus de los humanos al de los Ellyrian.
Pero sabía que este frágil espejismo no duraría para siempre. Tarde o temprano, su fachada de niño prodigio ambicioso pero inofensivo se derrumbaría, desenmascarando la realidad de su inmenso poder. Cuando ese momento llegara, necesitaría estar listo para enfrentar las consecuencias.
Y así llegó a la conclusión de que requería más conocimientos. Técnicas mágicas que trascendieran la comprensión común, artefactos legendarios de poder incalculable, secretos que le permitieran evolucionar más allá de los límites de lo imaginable. Y había un solo lugar donde podía encontrarlos: La Fortaleza de Aldurian, hogar de la legendaria Orden de los Vigilantes.
Se decía que esta secreta orden había reunido y resguardado los más grandes misterios mágicos de la historia. Durante milenios, habían recolectado pergaminos, reliquias y conocimientos arcanos de civilizaciones desaparecidas y mundos olvidados. Todo almacenado celosamente en la mítica fortaleza, oculta en un valle entre las montañas de Aldurian.
Johnathan sabía que los Vigilantes eran extremadamente selectivos. Solo los candidatos que demostraran un potencial sin igual podían siquiera aspirar a ser considerados. Pero no tenía alternativa, debía intentarlo. Así que comenzó a urdir un nuevo plan, uno que le abriría las puertas de ese bastión del saber prohibido.
Primero, eliminó cualquier registro y mención sobre la orden en los archivos imperiales Ellyrian. No podía arriesgarse a que nadie rastreara sus pasos. Luego, diseñó un alter ego, un joven mago humano llamado Ilmar Voronov. Creó documentos falsos, una elaborada historia de vida y utilizó su magia para darle una apariencia totalmente nueva.
A continuación, hizo circular rumores entre los eruditos Ellyrian sobre un talentoso hechicero humano que había llegado de tierras lejanas en busca de conocimientos arcanos. Los rumores fueron creciendo, alimentados por falsos avistamientos y encuentros casuales en el mercado o la biblioteca. Pronto, Ilmar Voronov se convirtió en una figura de fascinación y misterio en los círculos académicos.
Pasaron los meses e Ilmar se volvió una celebridad intelectual, conocido por dominar las más complejas artes mágicas con pasmosa facilidad. Sus hazañas eran exageradas y distorsionadas, pero la reputación del enigmático extranjero continuó expandiéndose. Hasta que finalmente, los Vigilantes tomaron nota.
Un día, mientras Ilmar departía con unos colegas en una posada, un encapuchado se le acercó discretamente y le entregó un sobre lacrado con el sello de la Orden. En su interior, solo decía: "Búscanos cuando estés listo". Era la señal que había estado esperando.
Johnathan se preparó meticulosamente. Estudió cada pergamino sobre la orden que pudo encontrar y memorizó los elaborados rituales de inicio. Luego, armado con varias identidades falsas e ilusiones mágicas, se embarcó en un peregrinaje hacia las montañas de Aldurian.