La sed de sangre se podía sentir en el aire y, al mirar a todos los vampiros que los rodeaban, los ojos de cada uno de ellos brillaban de un rojo intenso, la saliva goteaba de sus hambrientas bocas. Algunos de ellos estaban cubiertos de heridas, ya que estaban luchando entre sí hace apenas segundos. Era sorprendente cómo sus instintos naturales salieron a relucir en el segundo en que todos olfatearon lo mismo: sangre humana.
Por lo general, para Logan, los vampiros parecían bastante humanos a su parecer; tenían emociones, altos niveles de inteligencia, pero mirándolos ahora, parecían bestias salvajes, donde sus impulsos habían tomado el control de todos sus pensamientos.
No solo los de la octava familia estaban posando sus ojos en Logan, sino también todos los demás en la zona.
—¿Es un humano? ¿Qué hace un humano aquí?
—¡Este olor, es tan dulce! —Otro gritó, pinchándose la piel con sus propias uñas de la emoción.