Ocaso no podía aceptar que una criatura inferior como Xenagrosh, quien hace apenas unos siglos no era más que un cachorro frente a su poder, ahora se atreviera a enfrentarlo y luchar en igualdad de condiciones.
—Mamá tenía razón. Alba miraba la pelea desde la sala del trono de Ocaso.
—Quienquiera que sea el Maestro, no debe subestimarse. Mi hermano menor todavía tiene la ventaja, pero somos solo tres y nosotros, los Jinetes, somos los más cercanos a la perfección entre las creaciones de mamá.
—Las abominaciones son pocas en número, pero si todas alcanzan este nivel de poder, entonces el equilibrio se verá alterado.
—Veamos qué tan tonto eres. El puño de un dragón adulto tenía tal fuerza que ni siquiera una armadura Davross podía proteger completamente a su portador de las ondas de choque que producía el impacto contundente.