A pesar de las ligeras distinciones con las que personalizaban sus vestimentas todos los profesores parecían más de lo mismo.
Entonces, vio a uno que no se parecía al resto.
El vitral parecía formar un halo sobre su cabeza, y vestía un traje color verde trébol.
Su pelo era plateado y sus ojos, brillantes y de color avellana.
Le sonrió a Agatha como si ella realmente perteneciera a este lugar.
La joven se ruborizó.
Las chicas detrás de ágata seguían cuchicheando mientras ella observaba todo a su alrededor, tratando de evitar volver a mirar al profesor, no sabía por qué.
—¿Dónde están los chicos? —Oyó que murmuraban entre sí.
Mientras hacían fila frente a tres enormes ninfas flotantes con cabello y labios de neón, que les entregaron sus horarios, libros y túnicas.
Agatha las seguía en la fila.
Pudo ver mejor el majestuoso salón de las escaleras.
La pared opuesta tenía una S gigantesca pintada de rosa, con primorosos dibujos de ángeles y sílfides revoloteando alrededor de los bordes.
En las otras paredes también había letras pintadas, y junto a la S formaban la palabra S-I-E-M-P-R-E en rosa y azul.
Las cuatro escaleras de caracol estaban dispuestas simétricamente en las esquinas de cada pared, e iluminadas por grandes vitrales.
Uno de los dos tramos azules tenía la palabra HONOR esculpida sobre el balaustre, junto con grabados en cristal de caballeros y reyes, mientras en los otros se leía VALOR, decorada con cazadores y arqueros en relieves azules.
Las dos escaleras de cristal rosa tenían las palabras PUREZA y CARIDAD estampadas en oro, junto a delicados frisos esculpidos con doncellas, princesas y animales dóciles.
En el centro del salón, los retratos de exalumnos tapizaban un altísimo obelisco de cristal que se extendía desde el piso de mármol hasta el techo abovedado.
Dorado para los alumnos de honor, se dio cuenta Agatha, tras reconocer a las que serían Blancanieves, la bella durmiente, y varios príncipes encantadores.
Plata para los que tuvieron buenos logros, pero no destacaron tanto; en esta sección Agatha alcanzó a distinguir varias hadas madrinas y caballeros.
Y, hasta el fondo de los pedestales, los alumnos que parecieron haber reprobado.
Sus placas eran de bronce oxidado y los cuadros estaban llenos de polvo.
Pero independientemente de que hubieran terminado convertidos en una reina de las nieves o en un deshollinador, Agatha vio que todos compartían el mismo rostro bello, sonrisas amables y miradas enternecedoras.
Aquí, en un palacio de cristal en el medio del bosque, se había reunido lo mejor de la vida al servicio del Bien.
Agatha esperó con ansiedad, hasta que por fin llegó hasta una ninfa de pelo rosa.
Ésta le entregó su horario, Agatha lo revisó y decía:
Agatha del bosque lejano
Bien
1ª año
Torre pureza 51
Materias y profesores
Embellecimiento / profesora Emma anémona
Etiqueta para princesas / Póllux
Comunicación con animales / la princesa Uma
historia de héroes / profesor Augusto Sanders
Almuerzo
buenas acciones / profesora Clarisa Dovey
Cómo sobrevivieron los cuentos de hadas / yuga el Gnomo
Grupo del bosque: 3ª
Agatha miró el pergamino, estupefacta.
Una ninfa de cabellera verde le entregó una canasta con libros, de la cual algunos sobresalían:
El privilegio de la belleza
Cómo conquistar a tu príncipe
Libro de recetas para ser bella
Vocación de princesa
Lenguaje animal 1: ladridos, relinchos y piadas.
Luego, una ninfa de pelo azul le entregó su uniforme: un vestido rosa cortísimo con claveles en las mangas abullonadas, sobre una blusa de encaje blanco a la que parecían faltarle tres botones.
Atónita, Agatha observó cómo las futuras princesas que la rodeaban se ajustaban los vestidos color rosa.
Miró los libros que le decían que la belleza era un privilegio, que podía conquistar a un príncipe hermoso, que podía hablar con los pájaros.
Contempló el horario, pensado para alguien hermoso, elegante y amable.
Levantó la mirada y vio al profesor atractivo, que seguía sonriéndole, como si esperara grandes cosas de Agatha de Gavaldon.
Sophie había hecho un gran trabajo para hacer una base sólida para la autoestima de Agatha en el poco tiempo que se le dio, si esa fuera una Escuela Normal todo habría estado bien, y Agatha tendría un comienzo escolar muy tranquilo.
Pero esta escuela...
La rompió.
Subió corriendo la escalera azul de la torre Honor y atravesó pasillos color verde mar, seguida por hadas que tintineaban furiosas detrás de ella.
Al pasar a toda velocidad por los pasillos y subir corriendo las escaleras, no tuvo tiempo de asimilar lo que veía: pisos hechos de jade, aulas de caramelo, una biblioteca hecha de oro, hasta que llegó a la última escalinata e irrumpió por una puerta de cristal esmerilado que daba a la cima de la torre.
Frente a ella, el sol iluminaba una galería al aire libre con imponentes setos recortados como esculturas.
Antes de que Agatha pudiera ver siquiera qué formas dibujaban, las hadas irrumpieron a través de la puerta, lanzando de su boca telarañas doradas y pegajosas para atraparla.
Se agachó para esquivarlas y se arrastró como un gusano en medio de los colosales setos.
Cuando logró ponerse de pie, siguió corriendo y saltó sobre una elevada escultura de un príncipe musculoso con su espada en alto sobre un estanque.
Escaló por la frondosa espada hasta la punta, mientras se defendía a patadas del enjambre de hadas.
Pero las hadas siguieron acumulándose, y en el momento en que escupían sus brillantes redes, Agatha cayó al agua del estanque.
Al abrirlos ojos, notó que estaba completamente seca.
El estanque debió haber sido un portal, pues ahora estaba del otro lado, en un pasaje abovedado de cristal azul.
Agatha miró hacia arriba y se quedó paralizada.
Estaba en la punta de un estrecho puente de piedra que se extendía a través de la espesa niebla hacia la torre putrefacta del otro lado del lago.
Era un puente entre las dos escuelas.
Los ojos se le llenaron de lágrimas. ¡Podría ver a Sophie!
Necesitaba fuerza para volver a esa escuela y solo su amiga podía dársela.
—¡Agatha!
Agatha entrecerró los ojos y vio que Sophie venía corriendo entre la neblina.
—¡Sophie!
Con los brazos extendidos, las dos chicas corrieron por el puente, gritando sus nombres…
Se estrellaron con una barrera invisible y rebotaron contra el piso.
Agatha chocó dolorosamente contra el piso y Sophie dio un pequeño rebote y prácticamente enseguida se levantó.
- ¿Agatha estás bien? - comenzó a preguntar - ¿cómo te rompieron?, ¿fueron los libros?, si fue el libro sobre príncipes, entonces no te preocupes, arroja esa cosa a lago, si no dices sé tú misma no sirve para nada.
- La verdad fue el uniforme - se quejó Agatha mientras se levantaba – pero el libro contribuyó.
- Es solo un vestido Rosa Agatha – Sophie rodó los ojos - por lo que sé solo tienes que usarlo el primer año y es personalizable - la consoló.
- ¿De verdad? - pregunto Agatha esperanzada con la parte de "personalizable".
- Mientras no cambies el color casi todo es posible.
Agatha estrelló la cabeza contra la pared invisible.
- ¡El color es lo peor! - gimió Agatha con desesperación.
- Es un vestido Agatha, no puede ganarte un vestido - le dio ánimo Sophie - ¡cuidado! - gritó cuando vio que unas hadas, prácticamente se estrellaban contra su amiga como si fueran flechas.
Agatha esquivó y las hadas golpearon la pared invisible como balas de ametralladoras, estrellándose todas casi al mismo tiempo.
Unos lobos vinieron tras de Sophie.
- Un par de minutos caballeros solo hablo con una amiga para saber de otro mini alumno como el que tenemos de este lado – Sophie aclaró a los guardias.
Los lobos se miraron con duda por un momento, pero asintieron.
- ¿Agatha dónde está Jacob? - preguntó Sophie preocupada.
- Con los príncipes, tienen que hacer una entrada coreografiada o algo así - descartó con la mano - es una especie de celebración, para jactarse de haber ganado en la última pelea del bien contra el mal - repitió lo que tradujo Rhian.
- ¿Está solo? - preguntó Sophie pálida.
- No - negó Agatha - otro chico cayó detrás de mí, parece que tenía un gemelo malvado o algo así, a los dos los trajeron por correo aéreo igual que a nosotras.
- ¡oh! entonces debe ser el gemelo de Japeth - entendió Sophie.
La verdad que eso no la dejaba más tranquila.
Rhian no era malo, pero tampoco era bueno precisamente.
Al menos cuando presentaron el personaje fue en un papel antagónico.
Cierto es más benévolo que su hermano.
Pero ese listo no estaba muy alto para empezar.
La diferencia entre pasar de Rhian a Japeth en el libro, fue la misma que saltar de la sartén al fuego.
Lo único que podías decidir era, qué tan rápido te ibas a quemar.
- ¿Y te pareció confiable? - preguntó Sophie entrecerrando los ojos.
Se suponía que Agatha tenía buen instinto para las personas.
- No me agradan mucho los chicos en general, pero parecía confiable, y definitivamente era un príncipe o un caballero, alguno de los dos - contestó con la verdad.
las hadas se estaban recuperando del golpe.
Pero una se veía especialmente mareada.
Agatha sintiendo lástima y culpa, debido a que habían sufrido por su ataque de estrés, alzó a la pobre y la dejó descansar sobre su hombro.
A pesar del riesgo a ser mordida de nuevo.
- Lo siento - se disculpó Agatha - es que no esperaba ser admitida en la escuela y estoy muy nerviosa, necesitaba ver a mi amiga - explicó a las hadas.
- Nos vemos en la presentación - Sophie comenzó a despedirse de su amiga - lleva tu horario, así podré darte algún Consejo o ayudarte, después de todo, las princesas son mi especialidad - dijo con un gesto dramático jactándose.
Agatha le devolvió una mirada agradecida.
- Por cierto, era en serio lo del libro de los príncipes, si tratan de enseñarte cómo conquistar un chico y lo primero que te dicen es sé tú misma, escucha los consejos; si tratan de enseñarte cualquier otra cosa que signifique lo contrario, desecha el libro, no te sirve de nada.
Agatha la miró extrañada.
- De qué sirve una relación basada en mentiras – dijo Sophie por toda explicación.
Agatha entendió al instante y asintió, ella opinaba igual.
Se despidió de su amiga con un movimiento de Mano, ya que la barrera no permitió otra cosa, y ambas siguieron a sus respectivos guías de regreso a las escuelas que, Agatha creía, le habían asignado a cada una por error y, Sophie sabía, eran las que les correspondían.
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