- Hola mi amor – acercándose a Berman decididamente.
Berman Caio quedó quieto e impresionado por las palabras de la niña. Si bien esto lo salvaba de ir a la cabaña, pues al entregar la pulsera a Anais delante del profesor que estaba presente quedaría saldada su deuda, nunca había tenido la intención de mencionar al amor.
Berman consideraba desde niño por la influencia religiosa que tenía que solo diría "amor" a la persona con quien se casaría, y él tenía certeza de que no quería quedarse con Anais por más hermosa que era, porque estaría traicionando a su mejor amigo.
- Hola Anais – respondió – ¿Como estás?
Anais se le acercó para saludarle y al acercarle su mejilla al común saludo (pues el saludo se da con la mano o con un beso en la mejilla), ella giró la cabeza, lo que hizo que sus labios rozaran, pero no solo que rozaran...
Anais sostuvo la cabeza de Berman quedando sus labios juntos por unos 20 segundos a la vista de todos.
Mientras algunas de sus compañeras suspiraron de emoción, sus amigos se lamentaban el suceso.
Ella lo miraba fijamente a los ojos y sonreía sin mover sus labios de donde estaban. Por su parte Berman sintió como un tumulto de emociones brincaban por su pecho, mientras que su cabeza giraba emocionada velozmente.
Estaba a punto de desmayarse por esta emoción de la cabeza, cuando de repente una lágrima corrió de su vista derecha y al notarla todos sus compañeros sintieron una gran conmoción. Anais besó la lágrima, y al estar cerca al oído le preguntó el motivo
- ¿No te gusta?
- Es mágico Anais… porque es mi primera vez
- Que lindo. No me vas a creer pero ya siento que te amo Berman – dijo Anais.
- El amor es diferente querida. Tienen que pasar años para que ames a alguien – respondió Berman.
- Sí, pero me gusta esto, y no quiero que el tiempo pase.
- Te gusta verme rendido a tus pies eh
- Eres el que mayor devoción me ha dedicado en el primer beso.
- Eso no fue un beso – replicó Berman
- Tal vez, pero esto sí…
Anais volvió a los ojos de Berman y lentamente se acercó a sus labios. Los movimientos fueron dulces, lentos, inocentes. Para Berman fue como si de pronto escuchara una flauta a la luz de la luna y recorría en un velero todos los mares del planeta con una apacible calma. Único.
No hubo momento más sublime como este para Berman en el que se sintió hechizado por los suaves labios rosados de una niña. Sin embargo, el profesor pajarito hizo una señal con la garganta y despertó el encanto que había inundado el aula. Se separaron un momento.
- Te traje un regalo – dijo Anais ofreciendo la mano izquierda.
- Gracias… - respondió Berman - de hecho yo también tengo algo para ti, aunque más rústico pero especial. Cierra los ojos y dame tu mano izquierda.
Ella hizo caso a la petición de su enamorado. Y cuando Berman le pidió que abriera sus preciosos ojos marrones, ella observó la pulsera con su nombre.
De inmediato miró a Berman con desencanto y se fue corriendo sin despedirse de nadie. Las sospechas de Berman Caio se hacían evidentes. Esta niña era la enamorada de su mejor amigo, y ahora se encontraba contrastado entre el amor y la amistad.
Si bien el fin de semana había decidido terminar con ella y esconder el tema como si nunca pasó, el beso lo cambió todo, pues aún con el fervor adolescente del amor que se respiraba en todos lados, Berman todavía soñaba en que el primer beso es para siempre, y aquí sí que se hallaba enormemente confundido. En medio de tal desconcierto, se le acercó el profesor pajarito y le dijo.
- Bien hecho muchacho, por ahora nuestra deuda está saldada.
- Pero profesor, creí que aquí terminaba.
- No voy a olvidar que intentaste timarme Berman. Eso no te lo voy a perdonar fácilmente – advirtió el profesor.
- Yo le puedo asegurar que no le conviene – dijo Berman decidido por la prueba que tenía acerca de su relación con Fabiola Tinado.
- Jajaja de qué hablas muchacho – se rió el profesor.
- ¿Ya no recuerda el motivo del por qué deja la puerta del colegio semiabierta por las noches?
- Jajaja si, pero eso que tiene que ver – menciona el profesor aún en sus cabales pues sabe que no hace nada indebido.
- Pues yo sé que nada – responde Berman intuyendo que el profesor es inocente – pero las fotos harían creer a cualquiera que aquí sucede algo realmente escandaloso
- No te atrevas Berman Caio – apunta el profesor.
- Pues solo déjeme tranquilo y no tendrá problemas. Ya tiene lo que quería. Espero que le haya sido suficiente para saciar a sus enfermos intereses. Adiós – se retira Berman.
Berman se dirige al kiosco escolar, compra un plato de comida con dos presas grandes y se va en busca del perro guardián. Lo encuentra cerca al cuarto del profesor cuidador. Le deja el plato de comida al intimidador can y nota como éste lo devora rápidamente. - "No le dan de comer. Pobre cachorro. Te traeré comida más seguido" -
Se le acerca al perro, y éste deja de comer acurrucándose en las piernas de Berman. - "Buen chico, ahora somos amigos" - le dice Berman mientras el perro continúa con el menú. Allí aparece Fabiola Tinado.
- ¿Qué haces acá Berman? se suponía que estarías en la cabaña abandonada
- Sí, pero no sé qué iba a hacer allá – responde Berman haciéndose el desinteresado para saber lo que tenían planeado.
- Ibas a entregar la pulsera a esa niña para que yo te haga un escándalo
- Pero ¿cómo podrías hacer eso? – pregunta Berman ante la inocencia de ella
- Pues me iba a hacer pasar de tu enamorada y te iba a hacer una escena de celos para que la chica esta no quisiera nada contigo nunca
- Está bien, pero ¿por qué tú tendrías ese interés?
- Es que le debo un favor al profesor – responde la niña
- ¿Tú también? – se lamenta Berman – ¿pero no le bastó con que me delataras el viernes? Sé que fuiste tú Fabiola.
- Sí, y discúlpame, pero yo creí que con eso bastaría. No lo conoces Berman, él no descansará
- ¿De que estás hablando Fabiola? – increpa Berman
- Cuando crees que concluiste con él inventa una nueva forma de tenerte en sus manos otra vez – responde Fabiola Tinado – es lo que iba a hacer hoy contigo, pero no llegaste
- Sí, es que Anais llegó al salón cuando el profesor estaba y le di la pulsera en su delante jajaja – ríe Berman – y ¿qué iba a hacer en la cabaña?… o sea ya sé tu guión, ¿pero él?
- Nos iba a grabar para chantajearnos con otra misión
- Pero otra vez estarías en sus garras Fabiola
- Sí, por eso te digo, nunca saldrás de él. Te conviertes en su juguete – responde Fabiola con voz temerosa
- Será tu caso mi estimada, porque conmigo no se volverá a meter – dice Berman confiado.
- ¿Por qué? ¿qué le hiciste? – pregunta Fabiola
Berman Caio está apunto de contarle el haz bajo la manga que tiene, pero se da cuenta que esto incluye a Fabiola, así que decide minimizar la injerencia
- ¡Recuerdas que no fui a la cabaña?, no tiene con qué chantajearme más
- No lo conoces, él no descansará – responde Fabiola – y cuídate mucho porque él no es un simple profesor
- ¿Qué dices Fabiola?
- Está enfermo… hace cosas bien feas, malas
- ¿Cómo qué? – pregunta Berman
- No sé mucho, pero lo que entiendo es que todas las cosas malas que suceden en el pueblo tienen que ver con él, y sus obreros son reclutados de acá
- Jajaja… estás inventando fantasías Fabiola, pisa la realidad, es un simple profesor, como cualquier otro.
- Escúchame Berman. Cuídate de él – solicita Fabiola.
- Tranquila compañera, no tengo nada que temer – responde Berman sonriente.
- Espera… tú tienes algo más – sospecha Fabiola
- Ay mujeres, todas son raras. Ven cosas donde no las hay – disimula Berman – ¿sabes qué? cuídate tú que te crees tus fantasías. Yo me voy porque ya saldé mi deuda.
- No Berman… a mí no me engañas
- Adiós Fabiola – se despide Berman mientras se aleja.
- No Berman, por favor no te vayas. Ayúdameeeeee – grita Fabiola