El frío de la madrugada advertía a cualquiera que debían ocupar ropa abrigada para así evitar una fastidiosa enfermedad, o una consecuencia en sus huesos, seres lamentables si ignoraban la advertencia. En el horizonte, se escapaban unos pequeños claros, pero la oscuridad todavía predominaba en Tanyer.
Abrió los ojos suavemente como todas las mañanas, despertando con un largo y reparador bostezo, para luego levantar el torso, enviando las sábanas que protegían su piel de porcelana a un lado. Masajeó su rostro con la ayuda de sus manos, sintiendo un ligero frío por el repentino aire que había entrado por la abertura de la habitación, no teniendo más opción que colocarse de pie y desnudarse para vestir su atuendo de trabajo. Sus senos rebotaron lentamente al colocarse el pantalón de cuero, para después vendarse el pecho. Vistió una camisa de mangas largas, un abrigo de piel plano que a simple vista parecía no cumplir con su cometido, sin embargo, la dama en posesión proclamaba lo contrario. Se puso los guantes de tela y encima otros de cuero, terminando el proceso al colocarse sus botas endurecidas y, una túnica cerrada.
Al salir de su habitación cerró la puerta con lentitud, haciendo el menos ruido posible. El pasillo estaba tenuemente iluminado, observando que algunas antorchas ya habían fallecido. Bajó los escalones e inmediatamente se dirigió a la salida del castillo por la entrada trasera, siendo saludada por el esclavo que sin una orden directa se decidió por abrirla. El frío aire golpeó su cara y, al exhalar liberó una ilusoria estela de vapor. Escuchó los lejanos gritos de los escuadrones en entrenamiento, así como golpes de madera constantes. Su atención fue dirigida a otro sector de los alrededores, acercándose con una mirada serena y una sonrisa tranquila.
--¿Señor? --Dijo sumamente sorprendida al ver la alta silueta vestida con una hermosa túnica de cuero color negro.
--Hola, Fira --La recibió con una sonrisa y, una expresión acalorada por el ejercicio al que anteriormente estuvo expuesto--. ¿Dormiste bien?
Fira hizo un ligero puchero por la repentina broma de su señor, teniendo que guardar silencio, mostrando una sonrisa avergonzada.
--¿Espada o lanza? --Preguntó una voz femenina a sus espaldas, acompañada por ambas armas anteriormente nombradas.
--Lanza. --Respondió con calma al voltear.
Mujina asintió, arrojándole el arma solicitada. Al sostenerla en sus manos comenzó a hacer movimientos de precalentamiento, para luego ejecutar movimientos más avanzados.
--Sin habilidades. --Les advirtió con una mirada dura, como cada día lo hacía desde el inicio de los entrenamientos.
Ambas damas asintieron, se saludaron con cortesía, mostrando el respeto por un digno rival, para finalizar con una postura de ataque.
Orion cerró de vuelta los ojos y comenzó a meditar de pie, no sabía porque, pero esa extraña energía en su interior se hacía más manejable al principio del alba, permitiéndole aprender de ella y, así descubrir de una vez por todas que era en realidad. Al terminar con su contemplación abrió nuevamente los ojos, observando la finalización de la batalla y, como en las últimas diez veces, Mujina fue la ganadora, no obstante, se podía notar que cada día se le hacía más difícil vencer a la hermosa ayudante de su señor, demostrando así el monstruoso prodigio que era.
--Gracias. --Dijo con su respiración agotada y el sudor recorriendo cada parte de su cuerpo y rostro.
La capitana de la guardia personal de Orion asintió, para luego arrojar la espada al suelo y ordenarle con la mirada al esclavo que recogiera ambas armas para regresarlas de vuelta a la armería, acción que cumplió de inmediato, pero no antes de regresarle el cinturón con su preciada espada envainada. Mujina abrochó el cinturón en su cintura, sintiéndose completa nuevamente.
--Señor Orion ¿Puede decir algo de mi progreso? --Preguntó con una ligera sonrisa, en espera por un halago.
--Constante y firme. --Fue lo único que se le pudo ocurrir y, aunque Fira no entendió la profundidad de las palabras, si es que la tenían, no dudó en sonreír complacida.
--Sí, Trela D'icaya me permite hablar --Orion asintió--. Gracias, me gustaría decirle a la niña Fira que su talento nato con las armas es sobresaliente, si no hubiera sido testigo de nuestro primer duelo, diría que habías sido adiestrada desde pequeña en el ámbito y, por eso quiero darte un consejo. Presta atención a tus alrededores, no te distraigas y, lee a tu contrincante, sé que apenas has comenzado y te falta experiencia, pero si te enfocas en mejorar esos puntos, tu poder en combate se duplicará al menos dos veces y, ni siquiera yo estoy segura de que pueda vencerte sin la ayuda de las habilidades de mi raza si eso sucede.
--Gracias, capitana Mujina. --Dijo con una mirada agradecida, había muy pocas personas que respetaba en el castillo, pero sin duda, la guardiana de su señor pertenecía a esa corta lista.
∆∆∆
Su caminar delataba impaciencia, con grandes toques de enojo, apenas si podía controlarse, pero lo que más sufría era su corazón. Trató de respirar profundamente más de una vez, pero el desánimo y, la incontrolable necesidad de gritar le impedían hacerlo.
--Estela --Dijo, suprimiendo sin éxito el enojo en el tono de su voz. La dama de nombre Estela que caminaba con prisa se detuvo, volteando al instante y frunciendo el ceño al encontrarse con la mirada del joven muchacho-- ¿Por qué me evades? ¿Acaso no puedes verme a la cara después de lo que hiciste?
--¿Lo que hice? --Se acercó, sus ojos soltaban chispas del enfado supremo que sentía, teniendo que apretar los puños para no golpear al joven de pie-- Deberías mostrar vergüenza por lo que tú hiciste.
--Yo no hice nada. --Dijo, casi escupiéndole en la cara.
--Esa esclava tuya no creo que opine igual.
--¿De verdad? --Le miró, alzando ambas cejas, mientras sonreía sin emoción.
--Sí. --Ella asintió, mostrando que el joven no la intimidaba.
--¿Crees que yo te haría algo que te hiciera daño? ¿En verdad lo piensas?
--Sí.
--Eres --Se tragó la maldición que estaba por soltar--... Lo que sea que hayas creído que hice no te da justificación para haberte acostado con ese pobre bastardo.
--¿Y qué sí lo hice? --Levantó la voz-- Tú lo hiciste primero.
Astra negó con la cabeza, apretando los labios para evitar derramar una lágrima, pero al final no logró ese cometido, liberando una cristalina gota de dolor.
--Jamás hice algo que pudiera interpretarse como una ofensa hacia ti. Respeté tu cuerpo como un tesoro raro, al igual que nuestra relación y, aun así, tú... En verdad lamento haberme enamorado de ti --Negó con cabeza, mientras sus ojos se tornaban rojos por las lágrimas que querían salir--. No lo merecías.
--Di lo que quieras, sé muy bien que tú me engañaste primero.
--¡Jamás te engañé! --Le gritó con todas sus fuerzas y, por consecuencia liberó de su cuerpo una volátil energía de guerrero.
Estela retrocedió un paso por puro instinto, tragando saliva al pensar que algo malo iba a sucederle, en ningún momento había creído que aquel gentil muchacho ocultaba dentro suyo tan poderosas ganas de matar.
--¿Qué sucede aquí?
Ese tono fue como un balde de agua fría para ambos individuos. Estela cayó de rodillas inmediatamente al ver al señor de Tanyer, no dispuesta a levantar el rostro por miedo a insultarlo, Astra por el contrario, solo bajó la cabeza. Fira apretó los dientes, todo había sido muy rápido, pero notó las lágrimas en el rostro de su hermano, así como su expresión de extremo dolor y, aunque no entendía por completo lo que había sucedido, intuía quién lo había causado.
--Les hice una pregunta. --Dijo Orion.
--Lamento que me haya visto así, señor --Levantó el rostro, ocultando con poca eficacia los fuertes sentimientos que su corazón estaba sintiendo--, en verdad discúlpeme. Me he equivocado al tratar asuntos personales en tiempo de trabajo.
Orion se le quedó mirando por un momento, había mejorado leyendo a las personas, pero todavía había momentos donde no sabía interpretar con certeza lo que estaban pasando por dentro, teniendo muchas veces que ignorarlas y dejarles hacer lo suyo, pero de algo si estaba seguro, su fiel subordinado no quería hablar de lo ocurrido.
--Y tú --Dejó caer su mirada sobre la dama arrodillada-- ¿Qué puedes decirme?
Estela temblaba, su corazón palpitaba a una velocidad monstruosa y, todo porque alguien estaba dirigiéndole toda su intención de matar. Alzó la mirada al escuchar las palabras del señor de Tanyer, pero, aunque quiso responder, las muy malditas no quisieron salir de su boca.
--Déjeme encargarme, señor Orion. --Dijo Fira con un tono gélido, dando un paso al frente e incrementando su intención de asesinar.
--Fira, por favor. --Dijo Astra con seriedad, advirtiéndole a su hermana que calmara sus ímpetus.
--Largo. --Ordenó Orion.
Estela asintió un par de veces, se colocó de pie con rapidez y, así como lo hizo corrió de vuelta a la cocina del castillo, no atreviéndose a quedarse.
--Tenemos que hablar.
Comenzó a caminar con dirección a su oficina personal. Astra afirmó con la cabeza, colocándose al lado de su hermana, pero, aunque ambos quisieron hablar, nadie lo hizo.
Caminó hacia su escritorio, sentándose sobre su silla designada con una calma que dejaba a los presentes con una mala sensación.
--¿Estás satisfecho con tu trabajo actual?
Astra fue despertado de sus pensamientos, regresando a mirar a su señor con una mirada complicada, demostrando con sus ojos que no había entendido la pregunta.
--Sí, por supuesto. --No se atrevió a preguntar por su duda. Asintió, forzando una sonrisa.
--¿De verdad? No lo parece --Su tono sufrió un cambio en el grosor, cambiando su mirada entre hermano y hermana--. Entenderé que desees desistir, no voy a castigarte, no a ti. Solo pido sinceridad.
Astra hizo una mueca de dolor profundo, algo sentimental que su corazón trataba de soportar. La fuerza desapareció de sus piernas, no logrando evitar caer de rodillas y, entre sollozos dirigió su atención a su señor.
--Lo lamento mucho, señor --Se quebró su voz--. Puedo entender su enfado y, merezco sufrir las consecuencias sobre mi bajo rendimiento, pero, por favor, no me quite mi título, amo lo que hago y, me siento extremadamente feliz al servirlo, solo... solo...
--Limpia tus lágrimas --Dijo Fira con un tono duro--. Juraste lealtad y estuviste jugando al enamorado, nuestro señor fue indulgente al no castigarte hace tiempo, pero la escena de esta mañana mancha la reputación del señor de Tanyer...
--Suficiente Fira --Interrumpió con un tono solemne--, no es necesario.
La dama asintió, retrocediendo un par de pasos y tragándose el fuerte enojo que estaba sintiendo, no podía creer que su hermano estuviera en tal miserable estado, él, que mientras estuvieron en cautiverio mostró una fortaleza muy pocas veces vistas, que la hizo olvidar por momentos las tormentosas noches con los guardias, las brutales palizas, los días sin comida, todo, pero, parecía que ese hombre de la que estaba tan orgullosa había desaparecido, ahora solo parecía un niño desorientado, al que le hacía falta un buen escarmiento y, aunque le dolió pronunciar aquellas duras palabras, tenía la certeza de que podía repetirlas las veces fueran necesarias con tal de hacerlo entender.
Astra no le quitó de encima la mirada a Fira, ya se sentía bastante desdichado como para qué la persona que más amaba en el mundo también le arrojara piedras y, aunque muy en el fondo entendía su intención, ahora su razonamiento no era lógico, por lo que creía que ella había olvidado la promesa que habían hecho en el momento que fueron enjaulados.
--No voy a quitarte el título --Interrumpió el silencio--, pero creo que será para mejor que tengas un ayudante y, he escogido la candidata perfecta para ello.
El Ministro agachó la cabeza, asintiendo con pocas ganas. Después de haber recibido su título, su inteligencia sufrió una sustancial mejora, logrando intuir que aquella dama que lo ayudaría, podría ser su remplazo si seguía con un mal rendimiento.
--Gracias, señor Orion.
--Acércate. --Ordenó.
Asintió, obedeciendo. El alto hombre se colocó de pie, rodeando la mesa para colocarse al frente de su subordinado y, con una actitud determinada activó su habilidad [Instruir]. Astra abrió los ojos repentinamente, ahora no hubo algo fantasioso en la escena, sin embargo, no por ello fue menos impactante lo que sintió, teniendo que forzar su respiración al experimentar un fuerte dolor recorrer todo su cuerpo, eran punzaciones poderosas, pero entre más intensas, más podía percibir la libertad, como si las cadenas con las que había estado atado fueran desapareciendo poco a poco.
•~•
- Nombre: Astra.
- Edad: 18 ernas (años)
- Estatus: Subordinado de [Orion]
- Sangre: Herencia del Bosque.
- Potencial: Prodigioso.
- Título: Ministro de asuntos internos y externos.
- Lealtad: Máxima.
- Habilidad especial: Voz de mando, mirada rápida, tiro certero.
~•~•
Orion sonrió al ver su nuevo estado, no estaba muy seguro de que funcionaría, sin embargo, después de haber despertado la sangre de su hermana estuvo meditando la posibilidad sobre si podría hacerlo igualmente con él, teniendo un resultado muy satisfactorio al realizarlo.
--Astra, no me decepciones. --Le miró seriamente, dejando descansar su mano sobre el hombro de su subordinado.
El Ministro asintió con determinación, mostrando nuevamente el fuego en sus ojos, aquel fuego de pasión por cumplir las órdenes de su señor.
--Sí, señor Orion.
∆∆∆
La oscuridad fue robando protagonismo, provocando que los lugareños encendieran las velas, quinqués, antorchas, o cualquier artefacto que permitiera iluminar sus hogares, así mismo ocurrió en el castillo, donde un hombre con arrugas de sorpresa y comisuras marcadas sonreía de oreja a oreja, sentando sobre el suelo tapizado por papeles con dibujos extraños y libros de pastas gruesas abiertos. Sus manos estaban cubiertas por tinta negra, al igual que algunas partes de sus mejillas, su túnica era un completo desorden, acompañada por el color grisáceo del polvo que no se había dignado a limpiar mínimo por un par de días.
--¿Algo nuevo?
Borol, el Investigador en jefe alzó el rostro, asintiendo al encontrarse con la mirada del señor del castillo.
--Señor Orion --Dijo al levantarse, mientras su expresión mostraba el dolor que su espalda le causaba, tal vez por el entumecimiento de estar bastante tiempo en una mala posición--, es un honor permitir verlo.
Orion había recibido hace poco tiempo una notificación por parte de su interfaz sobre la finalización de la investigación y, al encontrar un momento de paz en su apretada agenda, se decidió por acercarse a la sala donde el progreso de sus territorios se desarrollaban.
Borol se acercó a una de las mesas, sujetando el plano recientemente obtenido y, con una sonrisa se lo mostró a Orion. El señor del castillo no necesitó acercarse para vislumbrar con claridad su contenido, logrando apreciar la imagen en su interfaz. Era una ballesta de gran alcance, de largas y gruesas lanzas como proyectiles, su tamaño era considerable y, los materiales para su construcción no parecían ser comunes, dándole al joven una cosa más por la cual preocuparse.
Expandió los detalles en la sección de "Investigación", logrando apreciar cuáles investigaciones podía comenzar de inmediato, al igual que, ser consciente de las que aún no podía investigar.
--Comienza con esta. --Dijo, entregándole un plano en blanco y un nuevo libro de enorme contenido que aparecieron repentinamente en sus manos. Los presentes se sorprendieron levemente por el acto mágico, pero rápidamente recuperaron las composturas.
Borol asintió, sonriente, pero con la mirada perdida por la falta de sueño, sus profundas ojeras y marcadas bolsas en sus párpados delataban su gran esfuerzo en el trabajo encomendado, pero parecía que, aunque se le ordenara que se detuviera, no habían muchas probabilidades de que aceptara.
--Con gusto, señor Orion. --Dijo, arrebatándole el plano de sus manos con mucho respeto y volviendo de inmediato a su tarea.
Orion volteó de inmediato y, cuando lo hizo, una silueta negra apareció ante él, arrodillado y con la cabeza gacha.
--Señor Barlok, tenemos información de los exploradores.
Mujina apretó la empuñadura de su espada con una expresión imperturbable, pero con la insatisfacción en su corazón, la forma en como aparecían aquellos que se hacían llamar Los Búhos todavía le resultaba un poco difícil de prevenir y, sabiendo que debía estar preparada para todo, la sensación empeoraba cada vez que lo hacían.
--¿Por qué eres tú el mensajero? --Preguntó seriamente.
--Señor Barlok, señor, el explorador en cuestión llegó hace un momento a la fortaleza y, por mi velocidad sentí que era el apropiado para darle el mensaje cuanto antes.
--Bien --Dijo al estar de acuerdo con su razonamiento--. Habla.
--El ejército enemigo ha llegado, señor Barlok y, ha montado su campamento a un día de aquí.
Orion inspiró, mirando a la nada con una sonrisa sin emoción y un impulso asesino burbujeando en su interior.
--Fira, da la orden, que todos estén preparados.
--Sí, señor.
ความคิดเห็นย่อย
คุณลักษณะความคิดเห็นย่อหน้าอยู่ในขณะนี้บนเว็บ! เลื่อนเมาส์ไปที่ย่อหน้าใดก็ได้แล้วคลิกไอคอนเพื่อเพิ่มความคิดเห็นของคุณ
นอกจากนี้คุณสามารถปิด / เปิดได้ตลอดเวลาในการตั้งค่า
เข้าใจแล้ว