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97.65% Harry Potter: Red Weasley El Extraño Mago Rojo / Chapter 250: 246) Despacho de McGonagall

บท 250: 246) Despacho de McGonagall

"Entonces, profesora... ¿Qué decide? ¿La pasa bien o no la pasa bien, y todos creen que sí?" Dije, intentando sonar confiado.

"Señor Weasley, esto no es gracioso", respondió McGonagall con ese tono que me hacía temblar. Aunque ella podía ver mi frustración, también era evidente su irritación por mi descaro.

"Vamos" dije, agachándome.

Usando mi habilidad para transformarme en líquido, me deslicé rápidamente bajo el escritorio antes de recuperar mi forma. Ahora estaba frente a las piernas de McGonagall, que abrí con mis manos para situarme entre ellas, mirando hacia arriba a su rostro, consternado y sorprendido por mi acción.

"En serio, estoy dispuesto a hacer cualquier cosa. Le comeré todo el coño si quiere, pero no le diga nada a mis padres" Dije mirando entre sus piernas, el verde esmeralda de su túnica.

"¡SEÑOR WEASLEY! ¡¿Cómo se atreve?!" exclamó McGonagall, su voz resonando en la habitación como un trueno. Con rapidez, tomó su varita, claramente lista para lanzarme una avalancha de maleficios que me harían arrepentirme de cada decisión de mi vida.

Su reacción era completamente comprensible. Después de todo, en la enfermería, su cuerpo había reaccionado de forma inusual debido al contacto indirecto con el afrodisíaco. En aquel entonces, la incomodidad había sido evidente. Pero ahora, con mis manos sosteniendo sus piernas y mi rostro tan cerca de ella, parecía que volvía a sentirlo.

Estaba aterrada, y no la culpaba. Después de todo, Poppy ya le había confirmado que no quedaban restos de la sustancia en su organismo, lo que significaba que cualquier deseo o reacción que experimentara ahora provenía únicamente de su interior. Eso, al menos, era lo que ella pensaba. Lo que no sabía era que yo ya era un maestro en manipular las emociones de los demás, y que había utilizado mi habilidad de [Control de Sangre] para influir en ella sin que se diera cuenta.

La vi reaccionar con rapidez, lista para defenderse, pero mis reflejos eran más rápidos que los suyos. Mi cuerpo, fortalecido desde mi nacimiento por la magia de sangre y años de entrenamiento, era más ágil y poderoso que el de una persona promedio. En un movimiento fluido, me incorporé y sujeté sus manos, impidiéndole apuntarme con su varita.

Sus ojos, llenos de furia e incredulidad, se encontraron con los míos mientras forcejeábamos. Aunque no tuve problemas para inmovilizarla, pude sentir el poder oculto que aún residía en esos huesos viejos, una fuerza que había sido templada por décadas de experiencia y magia.

"Profesora, solo considere la posibilidad", dije con voz suave, dejando que mi tono adquiriera un matiz suplicante. La miré directamente a los ojos, acercándome lo suficiente como para que nuestros rostros quedaran a escasos centímetros. Podía sentir su cálido aliento, y sabía que ella también podía sentir el mío.

"Señor Weasley, suélteme y retírese de mi oficina" amenazó con furia contenida. "Haré como si nada de esto hubiera pasado.

Una persona de su nivel podía realizar magia sin varita para defenderse y fácilmente podría contrarrestar mi agarre, pero no lo hizo. No solo temía lastimarme —aunque en esta situación claramente no le importaría—, sino que también sentía miedo. No sabría definirlo, pero percibía un aura depredadora emanando de mí, lo cual la intimidaba. Sin embargo, ese no era el sentimiento principal que la embargaba, sino una perversa excitación, además de una extraña añoranza. Inexplicablemente, comenzó a recordar a su padre, aquel muggle del que una vez se enamoró, y a su difunto esposo.

"Profesora" dije, acercándome cada vez más "mi relación con mi familia ya ha tenido suficientes problemas. No puedo permitir que algo que estuvo fuera de mi control destruya lo poco que he construido."

Su mirada se perdió mientras la envolvía con [Nostalgia], [Éxtasis] y otras emociones, confundiéndola. Aprovechando su vulnerabilidad, la besé antes de que pudiera procesar lo que estaba sucediendo. El contacto la sacó de su aturdimiento, abriendo los ojos con sorpresa. La atraje hacia mí, pegando nuestros cuerpos. Sentí el roce de ciertas partes contra las mías, y no me olvide de usar [Éxtasis] en todo mi cuerpo"

Con el tiempo, noté que la resistencia en sus manos y la magia que se acumulaba en su varita disminuían gradualmente. Hice mi mejor esfuerzo por aplicar las habilidades que había aprendido durante la campaña del Merodeador y toda mi experiencia manipulando emociones. Por supuesto, no olvidé usar [Drenar vida] para debilitarla; no le estaba causando daño, solo extrayendo la fuerza necesaria para evitar que me matara si recuperaba la compostura.

Al final, mi estrategia funcionó, gracias al factor sorpresa y a su vacilación inicial. Al separarnos, sus labios se entreabrieron en un jadeo entrecortado, sus ojos vagaban sin rumbo, y su cuerpo se sentía peligrosamente débil, incapaz de ofrecer resistencia.

"Profesora" murmuré con una sonrisa, inclinándome lentamente hacia ella, "déjeme compensarle por las molestias que le he ocasionado."

Bajé hasta quedar de rodillas frente a ella, metiéndome debajo de su túnica y retirando su ropa interior por completo, dejando al descubierto ese coño desatendido durante tantos años. Ella aún estaba algo débil, pero se podía ver su miedo y su excitación. Le sonreí seductoramente antes de adentrarme en su entrepierna.

Soltó un fuerte gemido cuando sintió que mi lengua, sin ningún pudor, se adentraba dentro de ella, logrando un profundo beso entre sus labios inferiores y mi boca. Mi lengua recorrió todo su interior antes de desplazarse por los alrededores y empezar a saborear y juguetear con su clítoris.

El sabor era ligeramente agrio, y las arrugas evidenciaban el paso del tiempo, pero eso no me importaba. De hecho, sin que ella lo supiera, estaba utilizando mi magia de sangre para rejuvenecerla lentamente. No era un cambio drástico, pero sí lo suficiente para que ella misma lo notara, aunque pasara desapercibido para los demás.

Minerva recuperaba la consciencia, pero al mismo tiempo se sentía extrañamente ausente. Mi [Drenar vida] la había debilitado hasta el punto de apenas poder moverse, o quizás simplemente no querer hacerlo. La invasión de su intimidad por parte de su alumno la mortificaba profundamente. Sin embargo, mis hábiles movimientos y la intensidad del contacto estaban despertando en ella una cascada de sensaciones, como un ejército de hormigas recorriendo su cuerpo, provocando un placer innegable.

Soltó algunos gemidos incontrolables mientras se exigía a mover su mano sobre mi cabeza para alejarme, de lo cual se arrepintió. Empujándome un poco, podía ver mi rostro sobre su coño y en este estado, además de asquearse, no pudo evitar excitarse; lo suficiente para acortar aún mas la llegada de su orgasmo.

Ella apenas podía contener le placer, haciéndola llorar. Se sentía horrible en su mente, pero su cuerpo reaccionaba de forma completamente diferente. Casi al mismo instante que sintió que se acercaba su orgasmo, instintivamente, su mano, que antes no paraba de empujarme lejos, ahora sujetó mi cabello y me hundió entre sus piernas mientras su cuerpo se estremecía y soltaba aullidos de placer.

Mi rostro se metió en su carne y sentí como aquella profesora recta y estricta se convertía en una mujer dominante y cachonda que me obligaba a saborear su orgasmo con fuerza, sin señales de permitirme hacer otra cosa.

Cuando me soltó, me alejé de su coño mojado y brillante, levantando la vista para poder ver a la agitada profesora con una expresión de satisfacción contendida en su rostro. Ella también pareció darse cuenta de lo que paso una vez dejó de estremecerse y levantó la cabeza para mirarme.

"Me lo bebí todo" Dije sacando la lengua con el tono mas erótico que pude usar, dejando ver todo mi rostro lleno de sus jugos.

La profesora pareció sentir un pequeño reflejo residual de su orgasmo antes de desmayarse sobre su silla.

...

Permanecí en el despacho de la profesora, esperando a que despertara, lo cual ocurrió unos veinte minutos después. Durante su inconsciencia, me aseguré de mitigar cualquier daño que pudiera haber causado con [Drenar vida].

Al despertar, su primera reacción fue la confusión, creyendo haberse dormido durante el trabajo. Pero al verme sentado en su escritorio, con una sonrisa en mi rostro, el cual aún tenía rastros de nuestra actividad, y la sensación de frescura por la falta de ropa interior, pareció despertar a una nueva realidad.

Su reacción no fue pequeña, por no decir exagerada. Afortunadamente, había dejado un clon custodiando la puerta y avisando que la profesora no estaba disponible; de lo contrario, si alguien la hubiera encontrado así, estaríamos en graves problemas. Me costó mucho calmarla, aunque decir que estaba "calmada" no sería del todo exacto.

"¡¿CÓMO?! ¡¿Cómo pudo?! ¡¿Cómo pude?!" gritó, tanto a mí como a sí misma, con tal fuerza que se habría escuchado fuera del despacho de no ser por los encantamientos insonorizantes.

"Tranquila, no ha pasado nada malo. Lo disfrutó, ¿verdad?" pregunté con calma, manteniendo una prudente distancia.

"¡¿Cómo puede decir eso?!" me gritó, pero pronto bajó la mirada a sus manos, sintiendo que el peor sentimiento que la embargaba ahora era el autodeprecio. "¿Cómo pudo hacer esto?"

"No lo sé. Yo también me sorprendí. Quizás el afrodisíaco aún no ha abandonado mi cuerpo. Madame Pomfrey dijo que estaría completamente libre en unos días, pero que no debería ser lo suficientemente grave como para impedir que lleve una vida relativamente normal."(Red)

"Por Merlín…"dijo, abrazándose a sí misma, incapaz de evitar una profunda repulsión hacia sí misma, cuestionando su propia existencia.

"Vamos, Minie, ambos lo pasamos bien. Usted lo disfrutó y yo me libré de que informara a mis padres" dije con naturalidad.

La profesora me miró con absoluta incredulidad. Mi descaro ya la había sorprendido antes, pero nunca hasta este punto.

"¡¿Sabe lo que ha hecho?!" me gritó "Ya no podré volver a enseñar…" Lloró.

"¿Por qué no? Es una excelente profesora" dije, acercándome, pero ella se apartó.

"Acabo de hacer… eso con un estudiante… ¡y lo disfruté!" me gritó, furiosa y entre lágrimas. "No puedo quedarme en la escuela sabiendo que algo así podría repetirse. Los estudiantes no están a salvo conmigo."

La miré, tan abatida, y no pude evitar sentirme mal. Ella amaba Hogwarts y la enseñanza; había sido todo para ella durante demasiado tiempo. Que ahora se considerara un peligro para sus estudiantes, una depredadora sexual, era demasiado para soportar.

"¿No le resulta más fácil creer que el afrodisíaco en mi cuerpo se transfirió a usted a través de nuestro beso?! dije, intentando ofrecerle una salida. Realmente no quería causarle este daño, aunque, si decidiera dejar Hogwarts, posiblemente la secuestraría para mi [Feudo]. "Hizo que yo, un joven que ama a su novia, me lanzara sobre mi profesora. ¿Por qué no funcionaría al revés?"

McGonagall se detuvo en seco al escucharme, considerando la posibilidad. Sabía que ese afrodisíaco era extremadamente potente; la noche anterior, cuando entró en contacto con él indirectamente, se la pasó en vela, buscando aliviarse del calor que la consumía. No parecía descabellado, por no decir que era muy probable, o al menos ella podía creerlo. Solo yo sabía que mi afirmación era casi un ochenta por ciento falsa.

"No es como si se hubiera avalanzado sobre mí, profesora. Tranquilícese. Usted es una mujer ejemplar. No quiero que este accidente arruine su vida. Hogwarts sin usted no duraría ni un mes" dije en un tono bajo, tranquilizador y sincero. "Hagamos como si este error nunca hubiera sucedido."

Mis palabras tardaron en surtir efecto, pero poco a poco lograron calmarla. Sin embargo, el odio que sentía hacia mí no se disipó por completo, sino que se entrelazó con otras emociones conflictivas.

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