ANTHONY
Tenía que estar junto al loco de Gabriel todo el tiempo sin protestar aunque no me guste, ya que permanecía encerrado. El mayordomo y los criados no me permitían salir ni siquiera al jardín, por órdenes de Gabriel.
Maldita sea, necesitaba respirar aire fresco por dios. Estaba prisionero de aquel que tanto amaba. En otra situación me habría encantado esto, pero ahora no me sentía amado por él. Solo estaba para satisfaccer su apetito sexual maldición.
Lo peor de todo era que mi único amigo, Rafael, formaba parte de este complot ya que fue su ayudante. En definitiva estaba solo.
Suspiré profundo y melancólico. Me encontraba atrapado y nadie podría hacer nada, ni a mí me era posible buscar ayuda. Estaba atrapado en verdad. Atrapado y solo.
En estos momemtos me encontraba junto a él en la biblioteca y mi paciencia estalló. Furioso rugí:
—¡No puedes retenerme contra mi voluntad aquí!
¡Esto es un secuestro en verdad!
—Calmate mi amor, estaremos juntos por siempre tal como te lo prometí.
— En ese momento era diferente Gabriel.
—¿Por qué diferente?
— Creía que me amabas en verdad, pero ahora se que me equivoqué ¡Déjame ir!
Para mi mayor desesperacion, él me sujetó con fuerza y me presionó contra su apetitoso cuerpo, más en concreto contra su miembro. Eso me desoló ya que me sentía una cosa no una persona.
— No Gabriel, por favor te lo pido — no pude evitar llorar — Ya basta.
— Te amo mi dorado amor, no tiene nada de malo desearte con cada fibra de mi ser.
— Si tan solo eso que dices fuese real — sin fuerzas, apoyé mi cabeza sobre su hombro sintiéndome desolado — Ojalá no me hubieras abandonado, arrojandome a las garras del loco de Mefis.
Como única respuesta él me abrazó con intensa fuerza, pude sentir su gran frustración.
Empezaba a ser consciente de su dolor ante mi continua acusación. Pero es que me seguía doliendo todo eso. Además me tenía encerrado en su mansión ¿qué demonios podía hacer?
El me acariciaba con sus hermosas manos, empezaba a abrazabarme con ternura infinita.
Le correspondí por acto reflejo ya que lo amaba con locura. Sin embargo supe que también era mi oportunidad de poder escapar.
Tomando distancia de él, podría aclarar mis ideas y así enfriar mi alocado corazón. En la seguridad de mi mansión hasta podría meditar en todo lo que Gabriel me dijo. De hecho esa siempre fue mi intención.
Quería pensar y asimilar lo que él me contó. Después de todo no era un necio, sabía que Mefis estaba dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de alejarme de Gabriel.
Pero a su vez necesitaba estar lejos de Gabriel aunque más no sea unos días, para aclarar mis ideas. Ojalá Gabriel me habría cedido ese tiempo.
Tomé impulso y lo empujé lo más fuerte que me fue posible, alejandolo de mí y corrí lo más rápido que me fue posible intentando alejarme de él.
Sabía que lo había derribado debido a la sorpresa que se llevó, y solo contaba con esa única oportunidad para poder escapar.
Salí de la biblioteca e intenté abrir las diversas puertas, pero ninguna estaba abierta. Una a una iba probando abrir sin exito alguno, ya que todas estaban con llave.
Lloraba frenéticamente debido a la desesperación intensa que me invadía. Cuando sentí sus pasos acercandose a mí, la histeria me invadió con mayor intensidad.
Corría por toda la mansión intentando encontrar una posible salida, incluso fuí probando con las ventanas sin lograr nada ya que algunas tenían rejas y otras permanecían con llave también.
Cuando Gabriel me alcanzó, me sujetó con fuerza con sus brazos desde atrás de mí. Grité con todo mi potencial mientras pataleaba en el aire forcejeando. En verdad estaba enloquecido debido al miedo que sentía.
— ¡No! ¡Por dios Gabriel! ¡Sueltame! ¡No!
Me iba arrastrando al dormitorio y eso me desolaba más, ya que me recordaba cuando Mefis me sometía para violarme.
— ¡No lo hagas Gabriel! ¡Por dios! ¡No! ¡Auxilio! ¡Por favor! ¡Que alguien me ayude!
Sin pronunciar palabra alguna, él me llevó a la habitación donde me soltó para cerrar la puerta con llave.
Frenético como estaba me avalancé a él para arañarlo, pero Gabriel me empujó a uno de los sillones y así acabar con su labor de encerrarme con él. Cuando acabó se me acercó, pero sujeté el atisador del fuego de la chimenea y lo apunté.
— ¡No Gabriel! ¡No te acerques!
— ¿Acaso planeas matarme Anthony? — su voz sonaba serena
— ¡Solo quiero que te alejes de mí! ¡Que me dejes en paz!
Sin mucho esfuerzo, él fue más veloz y me desarmó para abrazarme con fuerza, al punto de hacerme crujir los huesos. Nada podía hacer. Nada de nada.
— Shhhhh, ya mi amor. Tranquilo.
— No...no...
— Lo lamento mi vida, lamento haberte dado la espalda así.
— Gabriel por favor...solo necesito tiempo por favor.
— Aquí conmigo podrás tomarte todo el tiempo que necesites
— No, no. No así.
Lloraba y lloraba sin poder contenerme.
— Te amo
— Me tienes encerrado en tu mansión, me atas y aprisionas.
— Nos casaremos Anthony y lo haremos lo más pronto posible.
— No es así como funciona Gabriel ¿qué pasó con el romance?
— Amas los detalles mi vida, lo sé. Pero ahora, solo anhelas dejarme. Y no puedo permitirlo. Tienes que dejar de lado las locas ideas que tienes sobre el sexo.
— ¿Por qué? Sabes que tengo razón — dije sin forcejear, debido a que se me acabaron las fuerzas.
— No tiene nada de malo disfrutar del sexo con quien tanto amo, o sea contigo. Pero no soy promiscuo. Te amo Anthony.
Estabamos sentados en el sillón él me abrazaba y yo tan solo me dejaba abrazar. Lo miré a esos hermosos ojos verdes unos momentos antes de decirle.
— Si lo que dices es cierto, entonces liberame
— ¿Qué?
— Si me amas, liberame Gabriel ¿te resulta familiar?
— Si, pero en ésta ocasión no cometeré el mismo error dos veces.
—¿Qué?
— Te amo Anthony, pero no voy a dejarte ir. Serás mi esposo quieras o no.
— ¿A esto llamas amor? Es obseción maldita sea.
Como respuesta, él me abrazó más fuerte aún mientras me besaba en mis rubios cabellos.
Cerré mis ojos sin dejar de llorar al tiempo que apoyaba mi cabeza en su hombro. Lo amaba tanto y sin embargo me estaba lastimando como solía hacerlo Mefis.