ANTHONY
Me drogaban tanto que ya no era consciente de nada, solo sabía que me estaban violando de forma continua. Día tras día, noche tras noche. Apenas podía ser consciente de todo eso.
No sabía a quienes me entregaban, solo sabía que me encontraba en un cuarto desconocido cuya luz se fucionaba con la oscuridad.
Escuchaba sus risotadas como ecos lejanos. Pero la muerte había desaparecido de mi mente y de mi alma. No quería morir sino vivir, volver a los brazos de mi amado Gabriel.
Mi consciencia iba y venía, cada tanto me desvanecía para volver a despertar y ser testigo del momento en que drogaban o me violaban.
Había perdido la consciencia del tiempo, cuando alguien me sujetó ayudandome a sentarme en la cama.
Algo me inyectaron, y no se qué fue pero me ayudó a despejarme más rápido. Mi respiración se fue normalizando junto a mi visión que se fue esclareciendo. Al fin pude ver la habitación donde me tenían encerrado.
Era una habitación lujosa y amplia, pero al parecer estaba hecha para tener sexo unicamente, por los objetos que ví allí.
Quien estaba a mi lado era un desconocido pero me estaba ayudando, me empezó a vestir al saber que podía mantenerme sentado solo.
Apenas podía respirar y lo hacía entrecortado. Mis lágrimas humedecían mi rostro. Estaba atrapado y era consciente de que nadie me estaba buscando.
Absolutamente nadie, al menos a mi papá siempre lo buscaba Orfen. Pensaba en ello con dolor y pesar. Yo siempre creí que Gabriel se parecía a Orfen. Cuan equivocado estaba.
Al parecer había sido mi anhelo aquello, pero no una realidad. En mi interior comenzaba a desmoronarse aquel intenso amor por él, pero seguía deseando vivir a su lado.
Lo sé, suena loco pero dadas las circunstancias en las que me encuentro aquello era normal.
Efectos de este tipo de traumas. Si quería en verdad sobrevivir, debía dejar de llorar y de sufrir para empezar a volverme más duro y frío. O en verdad acbaría alejandome de la realidad como le sucedió a mi papá.
Él pudo darse ese lujo ya que contaba con Orfen, en cambio yo no. Cerré mis ojos intentando retomar el control de mí mismo. Cuando al fin pude dejar de llorar, los volví a abrir.
Empezaba a aprender a llevar la máscara de la frialdad e indiferencia, mi propia respiración se volvía ritmica y normal.
Cuando estuve listo, el extraño me colocó de pie y me llevó fuera de la habitación. Llevaba puesto tan solo un pantalón transparente de color negro nada más.
Mis genitales y nalgas podían verse sin problemas. Fuera estaba todo oscuro con luces rojas y azules que prendían y apagaban. La música era estrepitosa en verdad.
Me mareaba aquel hambiente por lo que el extraño tenía que sujetarme con ambas manos, mientras era arrastrado practicamente por él no se adónde.
Caminamos por medio de la gente que reía alocada sin saber siquiera qué sucedía a su alrededor. Se movían al compás de la música como si estuviesen hechizados. Parecían muñecos sin vida propia.
Llegamos a un sitio donde aquella música se amortiguaba debido a las paredes. Era otra habitación oscura también, con escasas luces rojas pero llena de jaulas hechas de vidrio transparentes rectangulares, en cuyo interior había jovenes semidesnudos con pantalones transparentes como los míos.
Ellos se movían de forma automática. Se notaba que ninguno era consciente de lo que les estaba sucediendo ni del lugar donde se encontraban. Mejor para ellos.
El desconocido me llevó a una de esas jaulas de cristal, tomó un manojo de llaves y abrió la puerta para obligarme a entrar allí y cerrar nuevamente la puerta con llave.
Al instante se encendieron unas peñas luces blancas situadas en el suelo, dandome un aspecto especial para aquellos que me veían del otro lado del vidrio.
Ellos podían verme pero yo no a ellos, debido a que todo estaba oscuro. En el techo había una rendija por donde entraba el aire.
A su vez había un banquito en el centro donde me senté, como lo hacían todos los demás chicos dentro de estas horrendas jaulas.
¿Cuánto tiempo hacía que me encontraba aquí? ¿Cuánto tiempo había pasado desde que Mefis me vendió? Lo ignoraba por completo.
Permanecía allí dentro sin hacer otra más que estar sentado. Cuando empezaba a desesperar comencé a golpear el vidrio.
Sin embargo la puerta se abrió, y me sujetaron para arrastrarme fuera e inyectarme un sedante, que si bien no me dormía me quitó las fuerzas.
Luego me volvieron a meter en el interior de esa maldita jaula, sentandome en el banquito. Apenas podía respiirar, coloqué mis manos hacia atrás para apoyarme mientras miraba la nada.
En mi mente solo tenía la idea de sobrevivir, de seguir en éste mundo cuesteme lo que me cueste. Estar cuerdo formaba parte de mi supervivencia también.
Pero mi personalidad iba cambiando, volviendome más frío y duro.
Este no será mi fin, me niego a acabar mis días en un lugar así.