En la habitación había algunas estanterías, en las que estaban colocadas algunas cajas que contenían todo tipo de tesoros.
En la pared más lejana colgaba una foto en blanco y negro. En ella, se veía a una mujer de unos veinte años. Tenía una sonrisa brillante, pero todo el mundo sabía que esa mujer llevaba muchos años muerta.
Queenie avanzó. Al hacerlo, sus caderas se balanceaban de un lado a otro, al igual que la copa de vino tinto que llevaba en la mano. Se acercó a la foto, y entonces, vertió el vino tinto en el suelo.
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—Papá, ¿no has estado viendo mis transmisiones en vivo últimamente? ¡No me has dado ninguna propina! El abuelo patrocinador se ha convertido en el mecenas número 1 ahora.
Cherry estiró sus regordetes dedos y se exhibió mientras hablaba coquetamente con su joven y tierna voz: —¡El abuelo y yo hacemos videollamadas todos los días! ¡Pero tú desapareciste durante un mes y no me buscaste ni una sola vez! Cherry está enfadada.