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100% Juego de Reyes / Chapter 13: Alianza Conveniente

บท 13: Alianza Conveniente

Inmediatamente vi aparecer un caballo blanco, y el que estaba sobre él tenia un arco, y se le dio una corona y salió victorioso. Para traer nuevas victorias.

Y he aquí que salió otro caballo, rojo. Y al que estaba sobre el se le dio el poder de quitar la paz de la tierra, y de hacer que los hombres se corten la garganta entre ellos, y se le dio una gran espada.

Inmediatamente vi aparecer un caballo negro y el que estaba en él sostenía una balanza. Escuche como una voz en medio de los cuatro vivientes diciendo: Dos libras de trigo por un centavo, seis libras de cebada por un centavo. Pero el aceite y el vino no los tocan.

Inmediatamente vi aparecer un caballo pálido y el que estaba sobre él tenía el nombre de muerte. Y el infierno le seguía.

Así conjuraba Erika, de rodillas ante el alba. A su lado, una aburrido Hassan montaba guardia, listo para destajar a quien intentara interrumpir aquel rito. El capataz detuvo una vez mas la caravana, no era muy creyente en cosas más allá de su hacha de guerra, aunque respetaba las tradiciones de otros. Aun así, el parar cada mañana para dichos rezos le estaba comenzando a molestar, si hubiera sido en la pradera, tal vez lo dejaría pasar, pero en medio de aquel angosto cañón realmente creía que aquel acto de fe, no era más que una tentación a su suerte y a la del rebaño. Sin embargo, no dijo nada; esperó pacientemente a que la pareja terminara sus oraciones, de todos modos, tendrían que montar el campamento pronto puesto que sería la última vez que conseguirían agua durante los próximos dos días. Hassan fue el primero en comenzar a ayudar: colocando los soportes para que posteriormente el rebaño de centauros alzara el campamento; mientras tanto Erika se encargaba de la recolección de agua y recursos menores como comida rápida, qué no eran mucho más que arañas, escorpiones y algunos lagartos; aunque esto último solo seria para ella y su compañero. Aunque para variar el capataz se les acercó frustrado, sentándoseles al lado.

—¿Llegamos? —preguntó Hassan, comiéndose de un bocado las pequeñas frutas.

—Por desgracia tengo que admitir que tienes una buena rastreadora contigo espadachín, no se equivocó en cuanto a los sátiros.

—Conozco todos los escondrijos desde Azarath hasta Amazonia, estos saqueadores habitan el cañón de Marduk desde que era una chiquilla —respondió Erika, imitando a su compañero.

—Bien muchacha, pues te toca a ti el decirnos como avanzar piensas avanzar. Tu te sabrás todos los escondrijos, pero yo he vivido unos cuantos años más que tu y mas de una vez me e encontrado con esas bestias. Durante años las he hecho parte de mi coliseo o vuelto carne para los buitres, pero este clan es un autentico asco y en especial su general, ese odioso perro sin miedo, le he visto saquear a él solo una caravana de trolls sin pestañear, defenderse de los coléricos orcos cada que los asaltaban. Así que, si quieres que te apoye en ese estúpido plan, tráeme la cabeza de ese malnacido y disolver por completo su sequito.

—Muy bien capataz, nos encargaremos de esto; a cambio empuñaras tu hacha de guerra en nuestro nombre.

El capataz no dio respuesta, solo miro su hacha, afilada como el primer día, pero a sus ojos bañada de sangre como la peor de las bestias. Por su parte, la pareja ya había empezado a moverse fuera del campamento, despacio y erráticos, aunque centrados en su entorno; no había necesidad de buscarlos, sus presas vendrían solas. Una flecha cayo a los pies de Hassan, mientras silbidos extraños atravesaban el cañón al mismo tiempo que el rece del acero con la piedra hacia eco en todas direcciones. Hassan siguió caminando tras unos segundos, dejando su mano izquierda descansar sobre su cimitarra al mismo tiempo que Erika llevaba ambas manos a los bolsillos del pantalón casi como si ignorase lo que pasaba, solo para tiempo después elevar la mirada, clavando la mirada sobre uno de los sátiros en lo alto del acantilado solo para que un par de segundos después ser aplastado contra las rocas, a manos de una inmutable Erika, quien sin expresión en el rostro había estrellado la cabeza del sátiro contra las rocas mientras miraba, aun sujetando el cráneo aplastado, al resto de saqueadores. Estos últimos dieron un paso atrás, asustados; tanto que ni siquiera notaron cuando empuñaron sus hojas inútilmente, pues ni siquiera podían moverse. Erika solo los miraba, no había prisa en acabar con ellos y en la pequeña posibilidad de que escaparan los encontraría en cuestión de minutos, mientras tanto su Hassan había tomado un accionar distinto, las viseras retorcidas, cabezas cortadas y cuerpos mutilados alrededor de su cuerpo bañado en sangre fue suficiente para terminar con la poca moral que les quedaba a los cinco sátiros que aun quedaban fisgoneando en los alrededores, aunque el no estaba centrado en ellos, sino en el guerrero frente a él. Con una altura mayor que la de un humano normal aquella bestia se erguía imponente un par de cabezas sobre Hassan, blandiendo una maza de guerra casi tan grande como el propio espadachín, mientras protegía su cuerpo con gruesas laminas de placas y cota de malla.

—¿Bailamos? —preguntó Hassan desenvainando su Cimitarra.

Sin respuestas el general comienza a correr hacia el guerrero, mientras su martillo se iluminaba en el mismo color violeta de su piel justo antes de cruzar armas con Hassan quien por los pelos logró desviar la maza con un paso rápido alrededor del guerrero, aunque ni siquiera intento cortarlo, su filo curvo no serviría de nada contra el blindaje; mientras que su oponente contaba no solo con una carga feroz, sino con una letal masa que fácilmente le aplastaría las viseras de un solo golpe.

—¡Erika esto me va tomar un rato! —gritó Hassan, preparándose para evadir una segunda embestida.

—¿Cambiamos sitio? —preguntó Erika, con sumo desinterés mientras aplastaba el cráneo a un tercer Sátiro.

Hassan no pudo responder a esto último, la última embestida del sátiro había sido una treta para lanzar un certero mazazo contra la cabeza del espadachín, golpe que apenas logro desviar un par de milímetros antes del impactar contra las paredes del cañón levantando una cortina de polvo y escombros que segó por unos segundos al espadachín, oportunidad que el sátiro aprovecho para de un mandoble de su maza lanzarlo al lado opuesto del cañón, dislocándole la mandíbula y forzando a las arenas del guantelete comenzaran a sustituir la carne dañada.

—Orgus está sorprendido hombrecillo, tu y la mujer retírense; no hay razón para matar buenos hombres.

—Lo siento muchacho, pero recibiré una buena recompensa por tu cabeza.

—Bien —asintió Orgus, amplificando el resplandor de su maza hasta bañar completamente el cristal en un opaco violeta —, entonces me quedare con esa caja de arena que llevas por mano—afirmó con arrogancia, extendiendo el brazo armada hacia atrás mientras arremetía una vez mas permitiendo a Hassan conectar un certero tajo bajo el brazo extendido mientras rodaba hacia un lado logrando poco más que una minúscula herida en el cuero bajo las placas, aunque basto para sacarle la sonrisa al espadachín, al tiempo que Orgus extendía los brazos hacia los lados, confirmando en su arrogancia la inefectividad del corte. El baile duró más de lo que Erika o Hassan esperaban, al punto que la luchadora había dejado de jugar con el resto de saqueadores y directamente les había decapitado de un solo puñetazo o retorcido el cuello seis veces en el caso de los últimos dos, dejando sus cuerpos incrustados en el suelo rocoso después de arrojarlos, todo esto esperando lanzarse contra el incesante tanque que no amainaba en sus constantes arremetidas contra Hassan, quien ya se le veían signos de cansancio al fallar un treceavo tajo, impactando contra la coraza del pecho quebrando la cimitarra, algo que Orgus no paso por alto. Sin vacilar describió un arco ascendente con su maza aplastando el abdomen del espadachín lanzándolo contra el suelo para acto seguido aplastarle el cráneo con un mandoble de su maza.

Orgus sonrió, alzando la mirada hacia Erika quien con una sonrisa irónica vio como del agujero en el cuello de Hassan emergía un mar de arenas que alzo cual ataúd al confundido sátiro quien luchaba por soltarse de su prisión mientras veía como el cadáver de Hassan se ponía en pie a medida que la arena le envolvía en forma de capullo, dejando solo la cara del sátiro expuesta mientras que la de Hassan aun permanecía vuelta un montón de arena y esa sería lo último que Orgus vería. De repente la arena se compacto y retorció alrededor de la piel, exprimiendo la carne y rompiendo los huesos a medida que apretaba, para Orgus era casi como si seis rinocerontes y dos elefantes se pararan encima de cada extremidad y el torso, volviéndolo una masa de sangre y viseras que estallo en una lluvia sobre el cuerpo completamente re estructurado de un sereno Hassan que solo miro hacia arriba mientras la arena volvía hasta el guantelete dejando al descubierto la aun impecable maza del sátiro junto al cráneo desfigurado.

—¿Terminamos? —pregunto Hassan una vez vio a Erika descender al pie del cañón.

—Para la próxima se mas precavido no quiero perder ese guantelete —comento molesta Erika mientras recogía el cráneo —, Aprende a usarla, a mi me basta con mis puños por ahora.


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