Ella se acomodó a dormir, él la despertó a ratos para comer o conversar, pero ella siempre volvía a dormir.
Llegaron a la casa pocos minutos antes que llegase el juez. Andrea escuchó muchos ruidos desde la terraza y al estar las cortinas cerradas solo se veía sombras.
Cooper fue a dejar la caja con el vestido al dormitorio de Andrea, donde ella afirmaba sus piernas, estirándose de pie junto a la cama.
Se paró frente a ella y fregó sus brazos.
- Son solo un par de personas, un par de amigos… les puedo decir que se vayan.
Ella negó con su cabeza y recibió la caja con el vestido.
- Si querías usar vestido blanco te hubiera comprado uno que te quedase, si quieres puedo pedirle a Irina que te consiga uno ahora.
- No.
- ¿Te pondrás ese?
- No sé.
- ¿Te sientes bien?
- Sí.
- Iré a ver allá afuera a ver el tema de la separación de bienes y te vengo a buscar, si no estás preparada para esto, se suspende.
- Creí que serían solo un par de firmas y nosotros.
- Pensé que esto te gustaría.
- No, está bien, solo dame unos minutos.
- Andrea, puedo echar a todos… aunque la mayoría de esta gente no la conozco y no quisiera que fuese esta mi primera impresión.
- Me dijiste que eran amigos tuyos.
- No, te dije que solo son un par de personas. Igual princesa, si no quieres, no se hace.
- No, no, dame unos minutos…
Andrea se encerró en su dormitorio y se acostó sobre la cama.
¿Era eso lo que quería con su vida?
¿Cuál era el plan?
Estaba bien jugar un rato a la casita con Cooper, se sentía bien y era agradable; no obstante, ahora dejaba de ser un juego, había gente afuera que sería testigo de ella firmando un contrato que la hacía la mujer de alguien y estando embarazada, ella no quería tener ese bebé, no quería ser mamá, pero tiempos se habían cumplido y nada hizo.
No podía ser tan desgraciada, Cooper armó toda una celebración creyendo la haría feliz, aunque eso no era lo que ella que ella quería y no le preguntó.
Era una fiesta al fin y al cabo.
Intentaría disfrutarla.
Se duchó y envuelta en una toalla se paró frente al espejo, entre más engordaba, más se parecía a su madre. Podía verla a ella del otro lado del espejo. No quería eso, no quería nada de eso. Quería estar con Cooper, pero no quería ser su esposa, ni la madre de su hijo.
Golpearon a la puerta.
Apareció Cooper con un traje negro.
Estaba recién bañado y con la barba recortada.
Se veía hermoso.
- ¿Más tranquila?
- No quiero esto.
Cooper la orientó a sentarse al borde de la cama y se sentó a su lado.
- Si no quieres casarte, está bien; tengo un juez afuera y a mi abogado, hablé el tema de la emancipación y tras todo lo que has vivido, no le ven mayores problemas, tomaría un par de días pero te quedarías aquí conmigo mientras tanto.
- Me arde la boca del estómago.
- Pobrecita… venga para acá – dijo abrazándola –Dame unos minutos para despachar a todos, princesa, vengo en un momento… mucha presión para ti.
- No… - dijo afirmándolo de la mano - …hagamos esto, un matrimonio no tiene por qué arruinar nuestra relación.
- No. Eso nunca le ha pasado a nadie.
Ella apoyó su cabeza en el hombro, él besó su frente y los dos se miraron en el espejo, no se veían mal juntos.
- Sabes que debieses hacer, una lista de pros y contras.
- ¿Ahora? ¿En este momento?
- Sí, si suspendemos el matrimonio tampoco es el fin del mundo, la celebración puede ser nuestra fiesta de cumpleaños… hay alcohol, gente agradable y comida, algunos de ellos nos trajeron regalos… vas a vivir acá… el matrimonio, viéndolo así, está de más…
- ¿Estás enojado?
- Claro que no, princesa. Nunca me enojaría por algo así, pero si me gustaría que te vistieras ¿Puedes vestirte?
- Quiero ponerme el vestido de Marcela.
- Póngase lo que quiera. Linda, iré a avisar lo que pasó…
- No, no hables aun…
- … Bueno… ¿Quieres que me quede acá?
- Sí… ¿Me ayudas a ponerme el vestido?
Era corte princesa, un corsé, una falda ancha de vuelos con un poquito de cola. Era precioso el vestido, solo que se le veía horrible a Andrea e incluso Cooper, quien solía encontrarla hermosa hasta cuando se veía horrible, se dio cuenta.
- … yo te compré vestidos, no son blancos… acá hay uno floreado que te entalla mejor… o puedes ponerte mi polera, esa que te gusta con un pantalón… creo que te compré eso también… o lo que quieras… te ves linda con todo, pero este vestido, quizá no es la mejor opción… te queda muy ancho, ahora mismo te lo estas afirmando para que no se te caiga.
- ¿Puedes traer las tijeras de la cocina? Esas grandes.
- Todas las buenas ideas parten con "trae las tijeras".
Cuando volvió se encontró con Andrea en ropa interior sobre la cama con un papel y un lápiz en la mano. Se lo pasó y para su sorpresa realizó un completo listado de pros y contras.
Cooper las leyó bajo el sonido de las tijeras y de vez en vez algún trozo de tela que pasaba por su lado. Le agradó encontrar como primer pro "Él me quiere y yo lo quiero", le preocupó encontrar como primer contra "Él está muy seguro de que quiere casarse conmigo", más aun como último encontrar "Utilizará la excusa de ser mi esposo para forzarme a parir".
Él consideró el tema resuelto ya.
Entre los contras también encontró escrito "No tiene miedo de casarse conmigo", era repetitivo al primer contra, no comprendió por qué esto sería un contra tan importante que lo colocó dos veces, debió ser un pro; preocupante era que ella hubiere entrado en pánico antes de casarse, eso debía ser un contra.
- ¿Qué tiene de malo que haga cosas para hacerte feliz?
- Qué buscas controlarme a través de ella.
- No, no lo hago… Si no quieres esto Andrea, no lo hagas.
- No te creo, no creo que te pueda decir que no y que volvamos a ser lo que éramos.
- Solo quiero ser tu esposo, no es nada del otro mundo… si tú no quieres ser mi esposa, eso está bien por mí, no te he forzado a estar conmigo, tampoco lo haría… El problema de todo esto es que le tienes pánico a los compromisos… eres muy infantil.
- Por supuesto que lo soy, tengo dieciséis.
- Recién tú edad resulta una excusa, no funciona así, no puedes comportarte como niña en algunas cosas y como mujer en otra.
- Sí puedo, eso es la adolescencia.
- Déjate de justificarte con explicaciones coherentes. Hazte responsable de las consecuencias de tus actos – increpó molesto - Tú sabías que si te venías a quedar a mi casa esos días tras la tormenta me enamoraría de ti y te propondría matrimonio, eso está pasando ahora y es tú culpa.
Ella lo miró achicando sus ojos y sonriendo de medio lado.
- Esto me da miedo tuyo, partiste como al diez por ciento de locura, ahora vas como al ochenta por ciento… todos los días aprendo cosas nuevas tuyas que lapidan las que ya creía conocer.
- Nos conocemos como hace una semana, por supuesto que eso pasará… y no, no estoy loco… si estuviera loco me daría cuenta… soy psiquiatra.
- ¿En serio eres psiquiatra? No lo sabía… no es que lo hayas dicho como mil veces ya.
- Puta que eres desagradable… ves, yo también aprendí algo nuevo hoy de ti…– dijo haciéndola reír.
Andrea se colocó el vestido y de alguna manera consiguió que le quedase peor. Se veía horrible y ahora el vestido era un asco.
- ¿Cómo me veo?
- No te mentiré…
Andrea esperó paciente la segunda parte de esa oración, pero no llegó. Cooper volvió a la lista.
- No tomo decisiones por ti, pero si tú no las tomas, me obligas a mí a tomarlas… Andrea, las pastillas estuvieron allí mucho tiempo y tú no las ocupaste, tú querías… quieres que te obligue a hacer esto, me buscaste, no fue azar, tú quieres hacer lo correcto, solo que estás muerta de miedo y deprimida por toda esta mierda que has tenido que vivir; pero, princesa, las cosas van a cambiar, ahora estás conmigo, quedamos solo los dos, ahora solo somos nosotros, solo estoy yo…
Andrea ignorándolo intentó arreglarse pero se veía ridícula y Cooper no encontró las palabras para decírselo sin dañar los sentimientos que parecían a flor de piel.
Dejó la lista a un lado y se sentó en la cama, parándola frente a él y haciéndola girar, mirando todo con gran detalle.
- ¿Me dejas intentar algo?
Ella asintió.
Le desabrochó el corsé, no había forma de arreglarlo para que se le viera bien, aunque rellenara el pecho con calcetines y le diese unas vueltas a las cuerdas de la espalda.
Buscó entre su ropa y encontró una de las polera de Andrea.
- Toma, póntela.
- ¿En serio?
- Estamos jugando, si me equivoco, te quitas la ropa y te pones otra.
Andrea se puso la polera, no quedaba mal con la falda blanca.
Cooper agarró la falda de la cintura y la dejó caer hasta que se ajustase en algún punto de sus caderas.
- Necesitas un cinturón ¿Te compré uno?
- No.
Se sacó el suyo y se lo colocó, ella lo necesitaba más.
Se veía bastante bien.
- Ya, siéntate en la cama – dijo tomando las zapatillas de lona con que la conoció y se las pasó… luego buscó entre las cosas de Andrea y encontró la tiara, se la colocó y le arregló el pelo.
- Deberías dedicarte a esto.
- ¿Ser estilista de novias? No creo tener la paciencia para hacer esto con una mujer a quien no quiera… ¿Te puedo maquillar?
- Bueno.
- Tus heridas han sanado bien, es decir, aun te quedan moretones pero la hinchazón bajó y al fin puedo verte… No eres tan bonita como creía – dijo riendo y Andrea lo empujó - Creo que puedo ocultarte esos moretones con maquillaje. He visto a Irina maquillándose y he aprendido algo.
- Eh "A Irina"… porque tú ahora no estás maquillado.
Él se sonrió y se encargó de esconder sus moretones y lo hizo bien, siguió maquillándola y salvo por el delineado de ojos, hizo todo lo demás con maestría.
El delineado de ojos se lo hizo Andrea al final y luego se miró al espejo, parecía otra mujer.
- Eres hermosa sin todo ese maquillaje, pero debes admitir que así te ves bien también. Te ves mayor.
¿Era eso lo que buscaba?
- Entonces, princesa – se colocó de pie y acomodó su vestuario - ¿Quieres casarte conmigo?
Ella asintió, él arregló su apariencia frente al espejo y la invitó a salir ofreciéndole su brazo para que ella se apoyase.
- Ya, afírmese de mi brazo y yo mismo la llevo al altar, pues temo huyas y con tu suerte, cruzando la calle te atropellará un camión o algo así – dijo haciéndola reír.
Al abrir la puerta Cooper se encontró con su hermano, Ignacio, se parecían solo en los ojos. Cooper vio a su hermano con una rabia que supo disimular y contener.
- No creí que vendrías.
- Tenemos que conversar.
- Si quieres estar con Marcela – dijo rascando su barba – Está bien por mí, solo ten cuidado, ella es…
- No, no es sobre ella de quien tenemos que hablar. Soy el padre del bebé de tu esposa.
Soltó a Andrea y la miró levantando las cejas, rascando muy brusco su barba.
- Querida ¿Fue con mi hermano con quien te acostaste la noche que te propuse matrimonio?
Sí lo era.
Cooper no sabía qué hacer con sus brazos, los afirmó atrás de su cuerpo, los cruzó, los apoyó en la cadera y terminó metiéndolos en el bolsillo.
- Ustedes… tienen que conversar.
Quería decirle que estaría afuera en caso de cualquier cosa pero terminó sin hablar nada, salió sin siquiera mirarlos y cerró la puerta con cuidado.
Una vez que Andrea escuchó la puerta de la terraza empujó a Ignacio estrellándolo contra la puerta.
- Tú te callas, no tengo tiempo para tus estupideces. Tú quieres jugar con las bolas de tu hermano, de caso contrario hubieras hablado conmigo en privado, aprovechando cuando él no estaba… Primero, yo no seré el objeto de una rivalidad entre ustedes; segundo, yo quiero estar con tu hermano, no contigo; tercero, esta guagua no nacerá.
- ¿Acaso mi opinión no cuenta?
- ¡Oh por la mierda! No seguiré teniendo esta discusión, primero tu hermano, ahora tú.
- Si me dejases hablar te diría que te apoyo, si no quieres que ese niño nazca, te ayudaré… ¿Él está dispuesto a eso? Lo dudo.
Andrea buscó en la ropa de Ignacio hasta que encontró cigarros y un encendedor, prendió uno y se sentó en la cama a fumarlo, haciendo el tiempo para luego aparentar que conversó con Ignacio.
- Esto se resolvería con ustedes midiéndoselo. Pues a la larga para ti trata de esto ¿No? Superar a tu hermano de alguna manera… Claro, que mejor manera que quitándole la mujer.
- Andrea, el lleva décadas en una relación con Marcela, te está usando para superarla… aparte, yo te conocí primero.
- ¿y qué? – preguntó con desagrado – Ignacio espero dejar esto claro, ni si quiera me diste tu verdadero nombre…
- … eso no es necesario para amar.
- La honestidad es la base de cualquier relación humana.
- Suenas como él.
- Por algo lo dice – dijo terminando de fumar – tú no me amas, yo no te amo, pero sí amo a tú hermano y él me ama a mí… si de paso también ama a Marcela, bien por él que puede amar a dos mujeres a las vez… no es algo que me importe, su relación es eterna y ni yo, ni otra mujer la romperá, pero no por eso es una limitante para mí… me agrada que él tenga otras, la posibilidad de comparación lo vuelve interesante.
- Ella es mejor que tú.
- Él también es mejor que tú… y lo tiene más grande.
Se levantó y se fue donde Cooper.
Lo encontró sentado fumando sobre la baranda de tina exterior, jugando desanimado con los perros, tirándoles un cordel y luego quitándoselo.
La saludó con un gesto desolado, ella cerró las puertas y se sentó a su lado.
- ¿Estamos haciendo lo correcto? – esperó un momento -Es mi hermano, Andrea, podrá ser un idiota… pero no por eso le haré esto; si Él siente cosas por ti, aunque tú no sientas cosas por él, yo no puedo seguir contigo.
- ¿Te dolería eso?
- Por supuesto, yo quiero estar contigo.
- Yo también quiero estar contigo, los dos tenemos pasado, tenemos que aprender a vivir con ello.
- Es harto el pasado que desconoces. Me siento feliz a tu lado pero tú no eres feliz a mi lado.
- No eres tú quien me hace infeliz.
- Es mi sobrina… y aunque no lo fuera, no puedo Andrea, no me obligues a hacer esto por favor, no puedo… después de todo lo que has vivido, Andrea, es un milagro que siga allí – dijo tocando su vientre - Es una niñita, está sana, es un pequeño bebé ya, es nuestro pequeño bebé… no me lo quites, por favor no me la quites.
La puerta se abrió con una violencia que rompió el tope y chocó la manilla contra la pared, quebrando la pared. Ignacio entró atrás de Dorotea.
- Suelta a mi hijo, toma tus cosas y vete de aquí… si dinero es lo que quieres, te lo puedo dar.
- Madre, este no es tu problema.
- ¿Cómo no va a ser mi problema? Tengo a mis hijos peleando por una mujer.
- Madre, no te metas en esto.
- Claro que me meto, estas embobado por esa niñita… ustedes dos lo están… ésta unión se suspendió – miró a Andrea - Te daré dinero para que arregles tu vida y si quieres, yo misma te llevaré a una clínica para que abortes y le ponemos fin a esto.
- ¡No! – gritaron los hombres al unísono.
Dorotea y Andrea los miraron incrédulas.
Luego los hermanos se miraron entre sí preocupados.
- Señor Cooper, el juez debe irse – dijo Irina tras tocar la puerta - ¿Se casa o no?
- Estoy tan cansado – dijo cubriendo sus ojos y comenzando a sollozar.
Todos se paralizaron, nunca alguno de ellos lo vio así de mal.
Dejaron de lado sus diferencias y fueron a abrazarlo, él terminó sobre el hombro de Andrea escondido en su cuello, levantándola entre sus brazos para llorar con confianza.
Ignacio huyó.
- No quiero que te vayas – le susurró.
- Germán no sabía que estabas tan mal, necesitas ayuda, no precipites esto, todo esto puede esperar…
- Señor Cooper, debiese escuchar a la señora Dorotea, no necesita dar la cara, yo puedo suspender todo, usted tómese unos días para pensar esto.
- Cooper, no quiero que en un mes más, cuando estés bien, te des cuenta que esto fue un error y no sepas como deshacerte de mí.
- Te adoro, quiero casarme contigo y retirarme de todo e irme a la mierda ¿Quieres acompañarte?
Ella asintió sonriendo.
- Irina, me caso, por favor avisa que vamos saliendo.
- Sí, señor Cooper – dijo yéndose.
- Germán…
- Madre…
Cooper soltó la mano de Andrea para abrazar a su madre.
- … felicitaciones – dijo besando su mejilla – tengo que ir por el idiota de tu hermano, espero lo entiendas.
Él asintió, Dorotea abrazó a Andrea y se fue.
Fue increíble para Andrea ver lo que Dorotea e Irina consiguieron en tan pocas horas, un altar al fondo de la terraza con arreglo de madera y flores rosadas de color muy fuerte, del mismo color de la alfombra que llegaba desde donde ella estaba parada. Un grupo de personas paradas a ambos lados de ella, incrédula buscó confirmación en Cooper de que eso pasaba, allí estaba Jaibo y su esposa, junto a todas sus mamas.
En fondo Irina junto a Edd Snight, quien tocaba guitarra.
Andrea nunca antes notó la similitud entre Snight y Cooper, parecían gemelos; se vestían y se arreglaban distintos, pero era chocante la similitud.
Las mamás de Andrea la saludaron con un gesto, emocionadas al verla, quienes por cierto, asumieron Snight era el hermano de Cooper.
- ¿Cómo hiciste esto?
- Los llamé. Espero te haya gustado la sorpresa. Varios de ellos mostraron preocupación pues en el último tiempo tú te alejaste, supongo tiene relación con la muerte de tu abuela… - dijo abrazándola - … Pues nadie sabía nada… Princesa ¿No tienes a tu abuela enterrada en el patio, cierto?
- Claro que no – dijo riendo – Tiré sus cenizas a la plazoleta de la Araucaria, junto a las cenizas de la Cholita.
A Cooper se le llenaron los ojos de lágrimas, así de simple una enorme interrogante se respondía, tragó saliva y le costó seguir hablando.
- Todas estas personas que están acá, de una manera u otra se preocupan por ti, no estás sola. Claro, cada persona tiene sus propios problemas, no pueden vivir pendientes de ti, pero allí están, a un llamado de distancia… quería mostrarte que no estás sola… incluyéndome, sin importar lo que pase entre nosotros, siempre estaré a un mail o llamado de distancia… Andrea, aunque creas que esté enojado contigo, nunca lo estaré lo suficiente como para no escucharte o ayudarte.
- Gracias.
- Si tú lloras, yo me pondré a llorar y no quiero que todos estos desconocidos me vean llorar… en especial Snight, él es mi ex esposo y se burlará de mí por siempre.
- Amigos y familia – dijo el cura - nos reunimos aquí para celebrar y bendecir la unión de esta hermosa pareja – tenía razón, eran bellos - que creo nadie duda llegaron aquí porque se aman…
Llegó el momento de las argollas, Edd se las pasó pero Andrea le había comprado una especial a Cooper, era una réplica del Señor de los Anillos y Cooper se puso demasiado feliz ante el detalle, se lo mostró a Snight volviendo a ser un adolescente e incluso Snight se mostró un tanto celoso de que su amigo tuviese uno y él no.
El resto ceremonia fue aburrida, no hubo brindis, ni vals, ni ramo u otra tradición. Hubo gente que conversó, mucha risa y alegría. Sobre todo cuando las mamás de Andrea se pusieron a contar sus historias antiguas de burdel, quien más gozó las indecentes historias fue Cooper.
Inés y Jaibo hicieron de moderadores de las mujeres que con un poco de alcohol bajaron los niveles de censura, recordándoles anécdotas del crecimiento de Andrea que Cooper escuchó con mucha atención y que ganaban exclamaciones tiernas de Edd.
- Faltó ese párrafo de Corintios – dijo Jaibo.
- Ah, sí. Es un clásico de los matrimonios.
Ni Cooper, ni Andrea sabían de qué hablaban.
- El amor es paciente, es bondadoso – recitó Snight mirando a Andrea – El amor no es envidioso, ni jactancioso, ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácil, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija en la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
Cooper no apreció que Andrea se sonrojase, más no hizo comentario o gesto que buscase demostrárselo.
Andrea un tanto sobrepasada y cansada se encerró en la biblioteca, la puerta fue golpeada y ella hizo pasar a quien asumió su nuevo esposo, más era Edd.
- ¿Puedo esconderme un rato contigo?
- Adelante.
- Tus mamás se están turnando para bailar y yo ya no doy más… ni si quiera me gusta bailar – dijo sentándose en el asiento del piano, acomodándose para tocar.
Andrea se levantó y corrió las cortinas para mirarlo, efectivamente Cooper estaba en centro entreteniendo a todas y riéndose con todas.
Snight comenzó a tocar.
- ¿Cuántos años tiene, señora Cooper?
- Dieciséis.
- Creí que había escuchado mal cuando Cooper me dijo. A él no le gustan las mujeres jóvenes.
- Eso he escuchado.
- Eso no es excusa, igual se está metiendo un hombre adulto con una niñita – dijo con mucho prejuicio.
Golpearon a la puerta y Cooper entró con lentitud, como dándoles tiempo para vestirse… no era necesario, ambos estaban vestidos.
- Andrea, algunas de tus mamás se van.