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58.82% ANDREA QUIERE ABORTAR / Chapter 10: DÍA 9: Viernes Trece del seis.-

บท 10: DÍA 9: Viernes Trece del seis.-

Cooper entró al bar de Jaibo acercándose a la barra, estaba lleno de gente y todos intentaban hablarle, preguntándole cosas sobre sus últimos eventos o dándole su opinión, la mayoría de la gente se mostró a favor suyo y de Andrea.

Jaibo expulsó a los borrachos y saludó a Cooper.

- Hola ¿Andrea habrá venido para acá? Una mujer bajita, muy linda…

- Sí, la conozco pero no la he visto hoy, es decir, la vi por la televisión.

- Tiene el teléfono apagado, no sé dónde está, estoy muy preocupado. La fui a buscar a la hostal, la esperé allí un rato. Su vecina me dijo que viniera para acá.

- Chuta… - dijo abandonando la barra - … vamos a buscarla, sé dónde puede estar.

- Ojalá esté allí… no sé dónde más buscar, solo quiero saber que está bien, le pedí incluso a mi ejecutiva de cuenta que me avisase en caso que ocupase la tarjeta… no la ha usado… no sé qué más hacer – decía con contenida desesperación – ella nunca había hecho algo así…

Jaibo asintió llamando a Inés y con un gesto pidiéndole a Cooper se calmase. Jaibo con Cooper buscaron donde las mamás de Andrea al igual que Inés pero en recorridos distintos.

Iban por la tercera casa cuando Cooper recibió una llamada de su ejecutiva bancaria, él ya sabía dónde encontrarla, pero no estaba seguro si ir.

Andrea dejó la habitación, sintiéndose mejor consigo misma y en control de su vida. Tambaleándose, sería una mentira decir que en algún momento se acordó de Cooper, al menos no hasta que se lo encontró allí; fumando apoyado contra un árbol frente a la cabañita, la miró levantando las cejas.

Ella caminó donde él, él apagó el silencio y caminó donde ella, se encontraron en medio del camino que daba a las otras cabañas, siendo observados por el cuidador desde la caseta quien a través de la pequeña ventanita les tomaba fotografías y las subía a internet.

"¿Te acostaste con él?" quería preguntarle a pesar de que sabía la respuesta; podía verla en su rostro, su forma de caminar y su cabello mojado.

- Esto lo hice yo sola, nadie me obligo.

- Así veo ¿Consumiste algo?

- Un poco de esto, un poco de aquello.

Cooper metió las manos en los bolsillos y la observó con pena, ya sin rabia, solo preocupación y tristeza.

- ¿Usaste condón cierto?

- Sí.

- ¿Cómo te enseñé?

- Sí, papá.

¿"Papá"?

Él desencajó la mandíbula pero pronto relajó sus facciones al notar un dejo de placer en el rostro de Andrea al tratarlo como "papá", sin duda ella lo hizo como un reproche a sus preguntas; no obstante, le provocó placer.

- No tengo el anillo puesto, así que no cuenta. Aparte estoy casi segura es el papá de la guagua, así que cuenta como visita al hijo…

Nada que pudiera decir Andrea empeoraría la situación, más que mal, su futuro esposo estaba esperándola fuera de la cabaña del motel donde le acababa de ser infiel.

Ella se puso muy seria, luego no fue capaz de mirarlo y se entristeció, sacó el anillo de su bolsillo y se lo devolvió.

Él lo recibió y suspiró sin dejar de mirarla, se lo probó en cada uno de los dedos, como esperó en ninguno le quedó.

Se lo devolvió.

- Tendrás que quedártelo – hizo una pausa - ¿Quieres que te lleve a algún lugar?

Andrea no tenía donde ir.

- A tu casa ¿Es aún una opción?

- Creí que era nuestra casa.

- ¿Aun quieres eso?

- ¿Tú no?

Ella asintió haciendo pucheritos.

Él fue a abrazarla y besó su mejilla.

La encaminó al auto y en cuanto vio los flashes a la distancia le cubrió el rostro con su abrigo, la subió con cuidado al auto y condujo rápido, alejándose sin rumbo del lugar.

- ¿Estás enojado conmigo?

- Un poquito.

Mientras conducía colocó la radio mirando hacia atrás, desviándose para evadir los periodistas que le seguían.

- Andrea… ¿Te gustó decirme papá?

- No – mintió roja como un tomate.

- Sería un poco extraño al principio, pero no es algo que me molesta hagas en privado, en Centroamérica las mujeres le dicen a sus esposos "papi".

- ¿Quieres que te diga papi?

No era algo que lo hubiera deseado alguna vez, incluso las veces que estuvo en Centroamérica le resultó incomodo se refirieran a él de esa manera; no obstante, la expresión con que Andrea se lo preguntaba más parecía una súplica a que dijese que sí y así ella poder justificarse a sí misma por que se permitía tan extraña situación.

- Cuándo estemos solos, no me molestaría – la miró de reojo y la sorprendió llorando, se estacionó a un lado del camino y agarró su mano - Si tú quieres estar con otros hombres, no te lo prohibiré, tienes recién diecisiete… necesitas equivocarte para darte cuenta que yo soy el correcto – dijo intentando hacerla reír – pero que sea por qué quieres, no para dejar de pensar… he estado en tu lugar, sigo estando en tu lugar… todos hacemos estas cosas para conseguir un alivio momentáneo… pero no es bueno.

Él comenzó a jugar con sus pies presionando los pedales, mirándola a ratos y luego mirando al frente. La canción preferida de ambos sonó en la radio, bastó sus expresiones para que ambos se dieran cuenta que seguían descubriendo cuanto tenían en común.

- ¿Sientes algo por él?

Terminó la canción.

- No… nada.

- Te demoraste en responder.

- Sí, pero eso no significa algo.

- Por supuesto querida, una larga pausa antes de una respuesta titubeante jamás simboliza algo – se burló.

- Mi mamá quiere este auto.

Y con esa información Cooper tenía la obligación de deducir lo que ella pensaba.

- Necesito que me expliques esa afirmación – debió pedirle tras un rato.

- Firmará la autorización si tú le das éste auto.

- ¡Ah! ¡Démoselo! ¿Cuál es el problema? Tú eres para mí más valiosa que cualquiera de mis posesiones, incluso más que todas ellas juntas, pero no se lo digas a tu mamá, porque estoy dispuesto a dárselas si me las pide a cambio de la firma – le dijo sonriendo.

- ¿Me estás comprando?

- No, es una coima, a la larga en realidad lo que ella está exigiendo es un auto para desechar la demanda – dijo con una mueca – No importa, princesa, vamos a dejárselo y la atropellamos con él.

- Ridículo – dijo risueña.

- Es un auto, Andrea, me da lo mismo. No me gusta, me gustas tú… hoy no tanto, pero por lo general me gustas bastante.

- Lo siento.

- Ya se me pasará, aparte linda, esto me da un chipe libre… - dijo hablando en serio con tono de broma - … cuando yo haga esto, tú no podrás decirme nada, pues… yo no te dije nada – siguió hablando pero Andrea le ignoraba.

- Ella no merece un premio.

- No te llenes de odio, deja que yo me encargaré de esto.

- No puedo seguir apoyándome en ti, tú te estás haciendo cargo de mi vida, arreglas todo.

- ¿Quieres comer algo?

Ella negó.

Cooper suspiró y guardó silencio unos minutos.

- Estoy bien aquí, me gusta conversar contigo en espacios confinados.

- A mí me gusta estar contigo donde sea – se desparramó en el asiento y continuó - Quizá, ahora es tiempo para relajarse y dejar a los adultos arreglar temas de adultos.

Sonó el teléfono, era Inés preocupada, Cooper contestó para informarle que ya estaba con Andrea y todo estaba bien, les agradeció su ayuda.

Andrea se avergonzó más.

- Tenías a mucha gente buscándote hoy, sin duda tu mamá no era uno de ellos, es una lástima que exista gente así, he conocido muchas personas despreciables a lo largo de mi vida… trabajé un tiempo en una prisión… y preferiría volver a escuchar sus escalofriantes relatos antes que tener que enfrentar a tu madre… Eres muy valiente.

Andrea lo miró risueña.

- Encontrar maldad en un asesino o un violador no es una sorpresa, verla en una madre… mi vida no sería la misma de no ser por mi madre – suspiró - lo que sí sé es que sin duda no te llegaría ni a los talones.

- Ya, no sigas hablando.

- Yo colapso con mucho menos; no tengo ni tu fuerza, ni tu resiliencia…

- No sé qué es eso.

- En psiquiatría es la capacidad de sobreponerse a la adversidad; en ingeniería es el límite plástico de un material, imagina una tacita de té que es presionada por ambos lados hasta quebrarse, es cuanto aguanta el material antes de quebrarse o deformarse… y princesa, creo que es éste tu límite.

Andrea miró sus tatuajes y con sus uñas dibujó los contornos.

Cooper suspiró y apoyó su mano sobre el muslo de Andrea, sin intención que su gesto fuese apreciado más que uno de confraternidad.

- Andrea, cuando te vi en la televisión al principio me preocupé, luego estaba convencido que era un show para limpiar mi imagen, pero ahora no sé qué pensar, no sé si sigues mintiendo y de verdad espero tú si lo sepas. No hablo de la historia, sino de lo que te llevó a mentir, a hacer lo que hiciste… - suspiró – Si estás haciendo esto por mí, no es necesario…

- ¿Por qué no te defiendes?

- Por qué no tengo de qué defenderme; me acusan de tener relaciones sexuales con un menor, lo hice… me acusan de varias cosas con las suficientes evidencias como para que no tenga como excusarme, además tengo un abogado que se encargará de ello – dijo tranquilo – el bulling mediático no me afecta…

Andrea no estaba convencida pero Cooper tenía claro que solo parte de esas burlas y críticas eran en su contra, comprendía que él se transformó en un chivo expiatorio y el maltrato no era tanto por sus errores, sino más bien una ventilación para expresar la rabia sin consecuencias.

Él estaba a favor de la libre expresión, por lo que podía leer redes sociales sin afectarse, aunque leyó cosas que no le gustaron no podía intervenir, de salir hablando cualquier cosa solo provocaría más odio en su contra.

Aunque la mayor cantidad de reclamos no era contra el acto en sí de tener sexo con una menor de edad, sino que era contra su postura moral que debía traspasarla para todas las instancias de su vida, las mayores burlas eran contra el discurso ético que tomó como bandera de batalla.

Los comentarios decían cosas como: "El Doctor Cooper protegerá la vida para luego dieciséis años después tener sexo con ella" y otros de mal gusto que descartó.

Era cierto que esta situación socavó su popularidad, algo que él decía no le importaba, aunque tampoco fue para tanto, seguía teniendo más aceptación que la presidencia y eso era un fenómeno más interesante aun.

- … pero están hablando cosas feas.

- Si me importase la crítica haría nada; si está bien o está mal, si fue o no la manera, si pude hacer las cosas de esta u otra manera para que quedasen mejor… a la larga no importa. Quería decir algo y lo dije, quería hacer algo y lo hice, y con respecto a esos que critican ¿Cuántos pueden decir que son capaces de decir o hacer lo que yo he hecho? – hizo una pausa - Todos tienen opiniones o quieren hacer cosas pero son detenidos por el temor al rechazo y luego ese temor se transforma en frustración contra los que sí hacen y dicen, esa frustración en odio; no obstante ese odio no es contra los que hacen o dicen, es contra sí mismos por hacer o decir nada más que criticar y son detenidos por el pavor de ser criticado… es una serpiente mordiéndose la cola.

No era un secreto que Cooper se sentía superior, en muchos sentidos lo era, la naturaleza había sido generosa con él proporcionándole una inteligencia, belleza y salud sobre el promedio, más una personalidad que consiguió adaptarse a lo que la sociedad exige para ser exitosa.

Era posible que no le afectase, aunque sí le importaba o de caso contrario no le hubiera dado tantas vueltas, pero Andrea consideró que le importaba más como un fenómeno de análisis que como un determinante para su vida o personalidad; aunque quizá, si se le hubiera dado un poco menos, se hubiera desarrollado la humildad, que era necesaria para que se diera cuenta que él, al igual que el resto, se mordía la cola.

Suspiró y miró al frente.

- Ahora – dijo aplaudiendo - ¿Qué me dices, princesa? ¿Me dejas arreglármelas con mi suegra?

Ella asintió con ganas de llorar que se volvieron ganas de reír cuando Cooper bajó el cierre de su pantalón.

- Éste es el sueño de un hombre, tener su pene en la mano y una mujer riéndose mientras se lo mira – dijo comenzando a orinar.

Sin importar cuando se moviese seguía salpicando su ropa.

- Esta no es la mejor idea que he tenido – dijo mirándola risueño y encontrándola llorando – No, linda, no hagas eso… vuelve a reírte, por favor, se me está achicando y me ensuciaré más – dijo haciéndola reír, pero no por eso dejaba de llorar.

- Esto es lo más lindo que alguien ha hecho por mí…

- No, princesa, no te pongas así… - intentó abrazarla pero tenía sus manos ocupadas y sucias, ella se enterró en su pecho y no dejó de llorar o de reírse - … princesa, si sigues haciendo esto, se seguirá escondiendo y más me ensuciaré… por tú culpa terminaré con un segundo ombligo - ella se río con más ganas, pero luego lloró con más ganas también.

Ella se alejó mientras él lo sacudía y le echó alcohol gel en las manos. Ella intentó besarlo pero él se alejó.

- Hueles a él.

Cada uno durmió en su dormitorio.

Despertó mareada, él no estaba, le dejó la mesa puesta con una notita que decía fue a trabajar, volvería a la tarde.

Andrea se arregló y fue al funeral de Pablo.

El féretro estaba sobre una estructura metálica en medio de un bello parque con un pequeño grupo de gente de luto y Anais lloraba tras una sentida despedida a quien parecía ser un esposo perfecto.

- ¡Eso es una mentira! Era un miserable… y no merece estar acá en éste cementerio…

El teléfono de Andrea sonó, era Cooper, ella no contestó pero no apagó el teléfono.

- Ten un poco de dignidad.

- ¿Tú me hablarás de dignidad? Tú. Mírate. Das asco.

- ¿Por qué no te dejas de molestarme? Vive tu vida, ándate, sé feliz y vive la vida que a mí me robaste.

- ¿Qué vida te robé? No eres más que una gorda miserable. Yo no pedí nacer. Qué tu odies tu vida no es mi culpa. No es mi culpa habértela arruinado. Tú fuiste quien me creó, tú fuiste quien arruinó su propia vida… eres una… no sé qué llamarte, ningún insulto se ajusta para tu persona.

Los periodistas amaban a Andrea, no solo se veía más bella frente a una cámara, sino que el día anterior batieron records de audiencia en cuanto ella apareció, esperaban hoy lo mismo.

El teléfono no paraba de sonar.

- El no merece estar aquí con los demás muertos.

- ¿Qué haces?

- No merece compartir espacio con… - y miró la lápida de al lado - … Mario Echeverría, él no quiere compartir su eternidad con un violador…

Andrea empujó el cajón pero éste no cayó, nadie intentó impedírselo o ayudarla, el público morboso deseaba que la muchachita tuviera éxito.

- Princesa ¿Qué hace? – preguntó Cooper con calma en cuanto Andrea le contestó.

- ¿Estás aquí? – dijo ella buscando entre la gente, que ahora eran cientos de curiosos mirándola como si ella fuese un cuadro de Dalí.

- No, princesa, estás en la televisión – suspiró – A tu derecha hay un seguro que debes levantar para botar el cajón… - Andrea buscó en la izquierda – Princesa, tu otra derecha… eso, bájalo, ahora empújalo desde abajo inclinándote un poco, pues hay un sistema anti volcamiento…eso, así mismo – aclaró su garganta - ya princesa, nos vemos en la comisaría – dijo cortando.

Pudo botar el féretro y éste cayó rompiéndose, el cadáver reconstruido se destruyó rodando cerro abajo entre gritos, llanto y flashes, Andrea fue sacada del cementerio por guardias.

El Doctor Cooper sacó a su mujer protegiéndola cuanto pudo de los periodistas que estaban muy interesados en qué se sentía ser cornudo, más que el tema del cajón y el muerto.

Prendió la radio y condujo de vuelta a su casa, en un auto nuevo, una camioneta, siguiendo el ritmo de las canciones con sus dedos contra el manubrio.

Se estacionó en las Torres Cooper y la miró paciente, ella aun sin hablar jugaba con su anillo.

- ¿Estuviste en un calabozo?

- No, me dejaron en su sala de descanso, me trataron muy bien…

- …que bueno…

- … sí, un caballero conversó conmigo.

- ¿Te preguntó por qué lo hiciste?

- Sí.

- ¿Se puede saber?

- Rabia.

Cooper asintió y se bajó del auto para ayudarla a bajar, era muy alto donde ella estaba y como andaba con tacos sin duda caería sin su ayuda.

- Hoy Irina renunció a todos mis trabajos…

- … No era necesario…

- Yo creo que sí lo es. Así ahora estaré contigo y juntos superaremos todo esto… pero mañana tengo que ir a La Moneda a rechazar algo ¿Quieres acompañarme?

- No

- Andrea… ¿Mantengo la señal online de algún canal a una hora en particular?... ¿Es necesario que deje el motor prendido?

Ella lo miró avergonzada.

- No han sido mis mejores días.

- Lo sé, ya vendrán días buenos, te lo prometo – dijo abrazándola – Estarás conmigo ¿Qué más puedes pedir? – preguntó haciéndola reír – Estaba pensando que quizá sería entretenido viajásemos juntos…

- ¿Tú dices haciendo dedo y con una mochila en la espalda? – preguntó emocionada.

Él no compartió su emoción.

- Algo así, pero imagínatelo con más aviones, autos arrendados y hoteles… maletas de rueditas… - a ella no le gustó la comodidad – Bueno, si quieres aventura, podemos recorrer Europa con una mochila en la espalda… en buses, trenes… pero no me quedaré en albergues, si tú quieres… hazlo… pero yo no compartiré mi baño o habitación con veinte personas… - suspiró - … ya, bueno, me quedaré contigo donde quieras… primero arreglemos este enredo aquí, yo creo que a fin de mes podremos irnos… y mientras tanto, me avisas la próxima vez que creas tus acciones te llevarán a salir en la televisión ¿Te parece?

Ella asintió.

- Entre los dos podríamos haber roto ese féretro… no solo botarlo del pedestal y que el cadáver se cayera… podríamos haber ocupado como trineo, podría haberlo orinado… para la próxima confía en mí, siempre tengo las peores ocurrencias.

- ¿Soy yo una de ellas?

- No, princesa, claro que no.

No dejaron de conversar hasta que llegaron al departamento, él se paró en el dormitorio afirmando la puerta.

- ¿Puedo dormir contigo hoy?

- No, princesa, hoy no.

Se despidió besando su frente.

- Te queda lindo éste nuevo peinado y color.

- Creí no te habías dado cuenta.

- Sí me di cuenta, pero estaba enojado y fue mi castigo no decirte lo hermosa que te ves… ahora que ya sacié mi sed de venganza, te lo puedo decir… Buenas noches, princesa… Ah, hay que ir a buscar a Conan ¿Puedes ir?

- Sí.

- Ya linda, mandaré a alguien para que te lleve y te traiga.

- No es necesario… puedo andar sola.

- Eso no va a pasar – dijo sonriendo – Ya princesa, váyase a dormir y mañana espere el auto… y hágame caso, al menos por estos días de furia ¿De acuerdo, princesa?

Ella asintió.

Pero Andrea no pudo dormir, esperó un par de horas en su dormitorio, se puso la chaqueta y salió en puntillas, en cuanto abrió la puerta de salida, la luz se prendió tras ella, Cooper estaba acostado en el sillón.

- ¿Qué haces tú allí?

- ¿Qué crees tú? Estaba esperando esto… - le dijo levantándose - … Si tienes energías para gastar puedo enseñarte a tocar piano.

- No. Gracias. Quiero salir – dijo abriendo la puerta.

- Perfecto, salgamos ¿Dónde quieres ir? – dijo tomando la chaqueta que parecía dispuesta en la perfecta ubicación para cuando él se le acercase con la pregunta.

Ella lo miró enojada.

Fue donde ella cerrando la puerta y acorralándola con su cuerpo, sin dejar de apoyarse contra la puerta.

- ¡¿Así funcionará esto?! – preguntó molesta alejándose – Me compraste, así que ahora soy de tu propiedad… y no podré salir de aquí sin mi marido caminando unos pasos delante mío… ¿Quieres comportarte como esposo? ¡Házmelo entonces!

- Toco mejor el piano.

Andrea se fue al dormitorio desnudándose, Cooper la siguió incómodo, recogiendo sus ropas.

- No me moveré de aquí – dijo tapándose con las sábanas.

Él asintió, cerró la puerta con llave y volvió al sillón mientras Andrea gritaba del otro lado que le abriera la puerta.


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