La conversación terminó de día cuando las palabras fueron reemplazadas por la comida y Cooper respondía solo acariciando la espalda de su invitada.
El dueño de casa salió por su chaleco de lana y la encontró lavando su cara, con tercianas y mal aspecto. Se sentó sobre el váter y él la abrigó.
- Hoy te vas.
Y los dos volvían a sus vidas sin el otro, más para juntarse un día antes del viernes que sin duda los terminaría de separar.
Andrea no era la primera mujer con quien Cooper compartía un fin de semana, pero era la segunda por la cual no quería que llegase el lunes.
Ridículos consideró sus sentimientos adolescentes, pero su desprecio no bastó para desaparecerlos.
- Puedes quedarte hasta que arregles la pared que se cayó… aunque yo no pasaré todo el día aquí, estarás sola casi todo el tiempo.
Eso no representaba un problema para Andrea.
Intentó salir del baño pero una pantalla de colores se desplegó sobre sus ojos y de no ser por la rápida ayuda de Cooper, el mareo la hubiera hecho caer.
Se sentó con sus ojos cerrados.
- Los primeros tres meses son así, más aun cuando no has tomado ácido fólico, fierro y no te has cuidado de manera alguna.
Ese era por lejos el peor momento para "la charla", no obstante su traicionero cuerpo la forzó a quedarse junto a él y él se aprovechó de su incapacidad para huir.
- Si no quieres cuidarte, déjame a mí, vive conmigo durante todo el embarazo.
Eso no era lo que Andrea esperó le dijese.
- Yo quiero ser padre, déjame adoptar tu hijo y lo cuido yo.
Menos eso.
- Puedes o no responsabilizarte de él, podemos tener la relación que tú quieras. El resto del embarazo no tendrás que mover un dedo, te daré el dormitorio que era de mi hermano y contrataré alguien para que te cuide todo el día o si quieres dejo de trabajar y soy yo quien lo hace.
Nunca antes se percató de lo estrecho que era el baño junto a la biblioteca, con suerte caían los dos. Quien fuera que consideró esa habitación sobrante como un buen espacio para colocar un baño no tenía sentido común, sin ventanas u otras ventilaciones más que las rendijas bajo la puerta.
- ¿Quién mejor que un médico como padre?
Sobretodo uno que se paraliza ante las emergencias y le tiene fobia a la sangre, pues los niños nunca se accidentan.
- Yo querré ese niño… lo cuidaré bien, le daré todo lo que quiera, a ti también, nunca le faltará nada, conmigo estará bien.
Andrea salió de ese baño esperando su malestar la matase y así no seguir esa conversación. Se acostó en el sillón y se tapó.
Era comprensible que Andrea quisiese dormir, estuvieron toda la noche conversando y aparte se sentía horrible, sin embargo Cooper se sentó a su lado y aunque le acariciaba la espalda, lo que aliviaba su malestar, era tan obvio lo que pensaba que no necesitaba hablar para molestarla.
Luego se acostó a su lado abrazándola.
- Este sillón no alcanza para los dos.
Cualquier persona entendería esto como una insinuación al abandono, Cooper lo interpretó como por favor llévame en brazos a la cama.
- Olvida lo que te dije – hizo una pausa - A menos que tú quieras.
- Olvidado.
Él no quería que ella lo olvidase, quería que aceptase, aunque comprendía lo loco de su petición y ella que se sentía horrible fue cuidada y querida por él.
Ambos se durmieron al poco rato.
Marcela al verlo abrazando a Andrea sintió un fuerte dolor en el pecho, sus manos transpiraron y sintió su corazón deteniéndose, rompiéndose y desintegrándose. No volvió a palpitar, pero ella seguía allí, parada, mirándolo.
Poseída por una morbosidad masoquista.
Cup despertó al sentirse observado, soltó a Andrea asustado y fue donde Marcela, siguiéndola hasta el borde de la terraza.
Le afirmó el brazo al verla apoyándose en la baranda y mirando hacia abajo.
Pocos vehículos circulaban, servicios públicos y un par de personas, mucha calma. En medio de la calle un hombre de terno negro tocaba un acordeón, Balada para un Loco.
- ¿Escuchas? Está tocando nuestra canción.
- No, no la alcanzo a escuchar.
- Si te dejo guiar ¿Bailarías conmigo?
- Así es como se baila; Marcela, el hombre domina – dijo tomándola en un estrecho abrazo – y la mujer se somete.
En la caminata tras el abrazo Marcela intentó tomar el control pero Cooper no la dejó guiar y cada vez que ella lo superaba él la hacía girar, frustrado terminó en un corte y quebrada del cual Marcela no se podría levantar si su ayuda.
Quebró su postura y dejó todo el peso de su cuerpo dependiendo de sus brazos, un solo movimiento y ella caía al suelo. Apegado sus cuerpos, él apresándola de la cintura y ella colgando de su cuello que mostraba su gruesa vena.
Una postura con gran carga erótica, indudable dada la expresión de ambos y la sensualidad de la forma… Andrea opinó lo mismo mientras los observaba por la ventana del dormitorio. Era con Marcela con quien Cooper quería bailar.
- Ella está embarazada y quiere abortar ¿Lo sabes cierto?
- ¿Cómo lo sabes tú?
- Martina me lo contó.
Se levantó junto a ella, soltándola preocupado.
¿Marcela habría conspirado con Martina en su contra?
Era posible… sin soltarla de la mano la llevó al interior del departamento. Marcela vio las pastillas azules.
- …y por eso tú ocupas tu cuestión – dijo despectiva - como tapón. Lo peor es que sientes nada por ella – dijo mientras era arrastrada por Cooper a la cocina - seguro la estás haciendo creer que la amas o que te enamoraste, pero en realidad estás demostrando un punto a ti mismo. Estás loco Cup… Supongo es este el fin. Era cosa de tiempo.
- ¿De qué hablas? – susurró cerrando la puerta.
- De esto, de tu venganza.
- Ésta no es la primera vez que me encuentras con una mujer en la cama… al menos no es tu familia – le dijo burlesco - No tiene que cambiar nuestra relación, Marcela, siempre seremos enemigos. Ninguna mujer hará que deje de odiarte.
- La próxima vez que me vuelvas a tratar como me trataste hace un rato, nunca más me volverás a ver y sabes que hablo en serio.
- Lo siento, te pido mis disculpas, no debí descargar mi rabia contigo, tú tienes razón – dijo honesto.
Marcela desabrochó el cinturón de su abrigo y él tomándolo de los hombros la ayudó a quitárselo, llevaba un vestido negro muy sobrio, ajustado de la rodilla al busto, sin mangas o cuello.
De su cuello colgaba una gargantilla oscura.
Ella tomó su cabello en un moño del cual se elevaban unas ondas.
- Te ves hermosa.
- ¿Ahora ya no estás enojado? ¿Tanto show por ella? ¿Vivirá contigo?
- No, pero nos veremos.
- ¿Serán amigos, pareja?
- Amigos.
- Supongo ya era tiempo que superases nuestra relación.
- Niña, esa la superé cuando seguíamos juntos.
- Puedo hacerte lo que quiera, dañarte cuanto quiera y tú sigues arrastrándote una y otra vez ¿Crees que esta niñita cambiará eso? Vivirás feliz en una mentira unos meses, pero volverás a mí, como siempre lo haces.
- Querida, creo que es mejor que te vayas, no quiero volver a ser desagradable contigo, sé cuánto te afecta.
Dijo tomando la puerta de la cocina para abrirla.
- Soy capaz de abrirme mis propias puertas o acaso Andrea es tan inútil que no puede girar una manilla.
- Tu rabia es contra mí, no contra ella. Es a mí a quien no puedes tener.
- ¿No poder tenerte? Querido, de haberte querido hace unas horas te hubiese tenido… pues asumo te refieres de una forma sexual… que es la única forma en que me interesas… de la única forma que le interesas a Andrea también, es para lo único que sirves.
- No podrás destruir esto, sin importar lo que digas.
Ella sonrió desafiante y se cruzó de brazos jocosa.
- Me sorprende duermas con ella, ni si quiera conmigo duermes y tú me amas – esperó algún comentario de su parte, pero él solo metió las manos en los bolsillos y miró al piso - Ni si quiera tolerabas estar en la misma cama luego de violentarnos.
- ¿Violentarlas?
- En esta sociedad cualquier acto sexual heterosexual es una violación, pues la mujer está condicionada para aceptar aunque no quiera.
- ¿Cómo puedes decir semejante estupidez? Las mujeres no son descerebradas indefensas incapaces de decidir. Me considero machista y aun así siento vergüenza ajena por lo que dijiste.
- Eso es porque odias a las mujeres, por eso erotizas mi propia opresión otorgándome orgasmos.
- ¿Qué día es hoy?
- ¿Qué? ¿Por qué quieres saber? ¿Qué pasará hoy?
- Lo siento, no te estaba prestando atención. Quiero saber si estoy atrasado o no para ir a trabajar.
- Revisa en tu teléfono ¿Dónde lo tienes? ¿Qué hiciste con él? ¿Por qué no lo tienes en tu bolsillo?
- Esta descargado ¿Vienes del canal?
- Sí ¿Quieres que te lo compruebe?
- No. Entonces debes saber qué día es… ¿Domingo, sábado, viernes?
Ella pensó varios minutos.
- ¿Hace cuánto no tomas medicamentos?
- Es mejor que me vaya.
- Tú no te mueves de acá – dijo agarrándola del brazo y llevándosela a buscar el teléfono - ¿Cuándo fue la última vez que hablaste con González? No me mientas, estoy a una llamada de la verdad.
- Como hace un año quizá.
- Cuando me dijiste que escuchabas música ¿Estaba dentro de tu cabeza?
Ella asintió.
- Debes retomar el tratamiento o te voy a internar.
- Tú y tú obsesión por controlar mujeres y someterlas ¿Hasta cuándo? ¿Por qué no dejas esta cruzada insulsa? Ya, es tarde, vuelve a violentar a Lolita… que yo me voy.
Cooper se la echó al hombro.
Ella no opuso resistencia, es más, se relajó como si fuese peso muerto.
- Estás más gorda.
Ella le pegó un manotazo que lo hizo sonreír, pero no por eso la bajó.
- ¿Quieres un café?
- Sí, por favor, con crema ¿tienes?
- Creo que Andrea compró.
Marcela desaprobó que Andrea ya se comportarse como dueña de casa.
Cooper cerró con pestillo la puerta de la cocina e hizo funcionar el moledor de granos mientras limpió los filtros juntos a las tazas y prendió la cafetera. Sirvió dos cafés, le dejó el suyo sobre la mesa, para que ella lo tomase sin necesidad de bajarla.
- ¿Está bien así?
- Sí, gracias – bebió un par de sorbos y lo dejó sobre la mesa - ¿Qué pasó con nosotros, Cup?
- Nunca hubo un nosotros.
- Sí hay un nosotros.
- Tienes razón, lo hubo, hace como veinte años atrás pero tú lo destruiste.
- Tomé la decisión que era correcta para mí.
- ¿y yo? ¿No tenía opinión acaso? Tomaste la decisión más cómoda, no la correcta.
- No estamos hablando de lo mismo… yo estoy hablando de cuando me fui del país.
- Yo también. Tú te fuiste sin decirme nada, yo tenía derecho a saber, lo que hiciste no corresponde y ahora me pones en esta situación donde sabes que debo internarte para que no te hagas daño.
- Estás confundiendo dos eventos. En el primero me fui sin decirte adiós, poco antes que entrases a la universidad pero en el segundo tú estabas allí, decidiste lo mismo que yo…
- ¿De qué hablas? – interrumpió bajándola brusco – Tú te fuiste, sin decirme una palabra, sin darme oportunidad alguna de oponerme… de darte mi opinión… hace veinte años atrás.
Ella terminó de tomarse el café mirándolo extrañada.
- Así no fue la historia, estábamos…
- ¡Así fue la historia! ¡Estás alucinando!
- De acuerdo, es posible que esté en medio de un brote psicótico, pero así no fue la historia…
- ¿Cómo habría de creerte?
- Cup, yo tengo la razón y con esto también, tú me ayudaste en el…
- ¡Eso no pasó! Tú te fuiste y yo nada pude hacer para impedirlo…
- Ok, cálmate.
- No, no me voy a calmar, siempre haces esto mismo… me aburrí, no puedo seguir haciéndome cargo de ti, no puedo seguir condenado a ti y a tus cuidados.
- ¿A quién llamas? No voy a dejar que me encierres otra vez… - intentó huir pero él la agarró por la muñeca.
- No me fuerces a amarrarte, sabes que lo haré.
Marcela violenta intentó zafarse, debió soltar el teléfono para contenerla. Los dos cayeron al piso, Él sometiéndola con su propio cuerpo.
- ¿Puedes dejar de pegarme? ¡Por la mierda!
- No mientras no me sueltes…
- Tú te mejoraste, yo te saqué.
- No, no fue así, tú me drogaste al punto que no era capaz de hablar y tú me sacaste.
- No, no fue así, te encontré catatónica al borde de la muerta a causa de la deshidratación.
Ella pensó un momento y asintió, él tenía razón.
- No estoy enferma… pienso distinto a ti, eso es todo…
- Marcela; los antidepresivos y los antipsicóticos, no son porque yo de ocioso consideré que debías tomártelos o porque me molestan las cosas que dices – suspiró - Fingiste estar bien con González ¿o finges estar mal conmigo para obtener mi atención?
- No te halagues… bésame Cup, sabes que quieres, bésame…
Él la besó.
- Ya, preciosa ¿Ahora nos vamos a la clínica? Prometo estar a cargo de tu tratamiento y darte las mínimas drogas posibles hasta que…
Ella lo golpeó y él retuvo sus manos.
- Estoy tomando la mejor decisión para ti, te harás daño si te dejo libre; si me prometes que lo retomarás, te juro que te dejo ir, pues confío en ti y sé que eres una mujer inteligente que sabe que lo mejor para sí misma es hacerme caso.
- A mí me condenas allá; a ella la encarcelas acá ¿Hasta cuándo, Cup? Nos puedes cautivar cuanto quieras, pero no nos forzarás a quererte…
Ella lo abofeteó y él se lo devolvió, con idéntica fuerza.
Ella comenzó a reír sobándose la cara y él se asustó.
Se levantó nervioso y llamó a González.
- Pégame, pégame más fuerte, mátame a golpes, desquítate, cobra tu venganza… me da igual, siento nada.
- No te volveré a pegar…
- Da lo mismo, no me duele, siento nada.
Dejó su teléfono a un lado, miró su mejilla roja avergonzado, pero estaba más preocupado por las palabras que salían de la mujer, se le acercó y la besó, mientras pisó su pie con todo el peso de su cuerpo.
- Por la mierda Marcela… ¿Por qué no me dijiste que no tienes sensibilidad? ¿Desde cuando estás así?
- Hace poquito… - dijo levantándose, él la agarró de la cintura muy brusco - … me encanta, bésame de nuevo para convencerme de quedarme… quizá ahora tienes éxito. Nada me pasará, no puedo morir. Los personajes no mueren, aparte morí hace un rato, cuando se me rompió el corazón.
- Por favor dime que estás hablando en sentido figurado… como tu cuestión con el polvo de estrellas y todo eso.
- Eso es cierto y esto también.
- ¿Sentiste que tu corazón dejó de palpitar, de forma literal?
- Sí… entiendo que no me creas, un cuerpo no funciona sin corazón… pero toca – dijo llevándole la mano al seno – supongo soy una excepción.
Cooper sacó la mano y llevó los dedos de Marcela con cuidado al cuello de la mujer, haciéndole que tocase su pulso, luego llevó las manos de la mujer a su cuello.
- ¿Sientes eso? – preguntó calmo - Los dos tenemos lo mismo, pero con distinta velocidad… es nuestra sangre pasando, siendo bombeada desde nuestro corazón palpitante.
- Ella hace que tu creas que sientes eso, pero en realidad no sientes nada, ni si quiera existes, puedo vivir sin que mi corazón funcione si así ella lo decide y tú puedes delirar creyendo que verás en un examen a mi corazón latir, pero será porque así ella lo quiera.
- ¿Quién es ella? ¿Es Andrea de quien hablas?
- En ocasiones es Andrea, en ocasiones eres tú y yo no debería, pero cuando con ustedes no se pueda, seré yo. Ella es nuestro Dios.
- ¿Y el diablo es un hombre?
- No, es ella también. Dios y Diablo son una misma persona, bueno y malo no es más que una ilusión.
- Te creo ¿Cuándo moriste?
- Allá adentro, cuando te vi con ella.
- Deberíamos ir a la clínica entonces, revisar tu corazón y así juntos confrontamos a esta mujer.
- ¿Qué tan tonta crees que soy?
- Marcela estimada; necesito que pienses en lo que me estás diciendo, en lo que me estás pidiendo que te crea… ¿Tú crees que no me duele verte así? Me duele verte así, me siento impotente de no poder ayudarte.
- Quieres internarme por me odias.
- No, no quiero internarte – dijo besando sus manos – pero no quiero que mueras…
Acarició su rostro y la besó con pena, odio, amor... con todo lo que podía sentir.
- Es mi culpa, no debí dejarte solita, yo te arreglaré.
- No puedo seguir viviendo así – dijo enterrándose en su pecho – me pierdo en las pastillas, dejo de ser yo.
- Te voy a encontrar, siempre te encuentro. Ahora iremos a la clínica, juntos saldremos de esto.
- ¿Sabes por qué Andrea no ha salido?
Marcela se le acercó y comenzó a susurrarle directo en el oído, tan despacio que Cooper con suerte era capaz de escuchar. Agarrando la mano de Cooper con sus manos, acariciándola con desesperación, poniéndolo nervioso.
- Porque ella no existe, yo tampoco existo y solo tú nos ves; existe la nada y tú, y tú no eres más que nada. Cup, el hijo que espera Andrea es tuyo, ustedes estuvieron juntos hace tres meses atrás, solo que ninguno se acuerda. Te preocupa tanto la muerte y ni siquiera estás vivo. Nada de esto está pasando. Nada. Es todo una ilusión – terminó de decir alejándose y soltándole la mano.
- Claro, preciosa. Vamos a la clínica.
La abrazó con una cálida sonrisa y al abrir la puerta de la cocina ambos se encontraron con Andrea, quien achicó sus ojos y sonrió de medio lado, intentando armar lo que pasaba.
Marcela empujó a Cooper con rabia.
- No me toques. Nunca más me toques sin mi permiso.
- Tú estás en control. Íbamos a la clínica, tú accediste.
- No. No lo he hecho ¿Saben qué? ¡Al diablo con ustedes dos! No te preocupes por mí, querido. Hoy mismo retomo el medicamento y no me suicidaré, nunca lo hago, jamás te daría ese placer. Tú vuelve con Lolita a satisfacer tus perversiones.
Estiró su mano y Cooper corrió por su abrigo.
Se acomodó la ropa para irse y fue donde Andrea, la miró con desdén. Luego miró a Cooper arrogante.
- Cup ¿No te llama la atención que te rodees de locos? ¿Qué te sientas tan cómodo entre nosotros? Es porque eres uno de nosotros, ahora mismo no estás aquí, estás conmigo allá afuera en la terraza y estás acostado con esta niñita allá adentro, pensando en mí.
- Marcela, déjame ayudarte.
- No quieres ayudarme, quieres esclavizarme.
- Si no vas conmigo al hospital, te juro que llegaré con una ambulancia donde sea que estés.
- Creo que puedo soportar un par de semanas fingiendo sanidad mental para salir de allí… pero ¿Cómo pretenderás tú seguir ejerciendo cuando cuente tus "tratamientos" para mis malestares? Imagínate que diría la gente si se enteran que el Doctor Cooper anda recetando orgasmos como calmantes… ¡y a una paciente esquizofrénica! ¡Atroz! Tú sabes cómo en éste país aman odiar a quien amaron… Sí Cooper querido, te estoy amenazando ¿Qué es más importante para ti?
Andrea miró feo a Cooper, quien se escondió en su mano y Marcela aprovechó de agarrar las pastillas sin ser vista por ninguno.
- No te preocupes, mientras no me internes, nada haré.
- Marcela, lo hice para ayudarte.
- Sí, sigue repitiéndote eso. Todo lo que haces es para ayudar, eso te hace sentir bien, decir eso ¿No, querido?
Andrea no entendía que diablos pasaba.
Marcela se le aproximó caminando con calma, agarró su rostro y la besó con una pasión desbordada, Andrea no opuso resistencia e incluso agarró de la cintura a la mujer.
Ambas besaron a la otra con más calentura que con la que besaban a Cooper, quien con las manos en los bolsillos observó la situación culpándose por disfrutarlo tanto.
Marcela se alejó de Andrea dejándola con ganas de más y miró a Cooper triunfadora, se le acercó al oído a la muchacha y susurró preocupándose que el médico no la escuchase: "Pregúntale donde te dejó las pastillas".
Marcela se fue a la puerta.
- Querido, un placer – hizo una reverencia – Hasta mi próximo brote psicótico – y cerró la puerta.
Andrea se giró en busca de explicaciones hacia donde Cooper aun podía verlas juntas.
- ¿No irás tras ella?
- No – dijo aclarando su garganta - ella verá lo que hace, es su vida.
- Claro, las decisiones de ella respetas.
Él caminó al dormitorio con un gesto que implicaba "No tengo más paciencia".
- No. No es eso. Es por la amenaza, estás dispuesto a dejarla morir antes que dañar tu carrera.
- Ella nada hará –suspiró – Al menos no por mí.
No encontró las pastillas.
Emputecida fue a confrontar a Cooper, él las botó y no tenía interés alguno en respetar su voluntad.
Marcela tenía razón ¿Cómo fue tan tonta? ¡Claro que él la trataría bien! Si quería esclavizarla y manipularla, era una estúpida, era igual a su madre.
- ¿Dónde están?
- ¿De qué hablas?
- ¿De qué voy a hablar? ¡De las pastillas! ¿Dónde las escondiste?
Cooper se levantó de la cama y contempló con enojo como ella disparatada las buscaba por la habitación, colocó una película pero no la prendió, solo metió el disco y comenzó a ordenar lo que Andrea desordenaba.
- Quizá se cayeron.
- Sí, se "cayeron"… esto es culpa tuya…
- ¿Culpa mía? Tú las dejaste tiradas, tú las necesitas, no yo, debiste hacerte cargo, no darme a mí esa responsabilidad… depositas todo este peso sobre mis hombros, yo debo ayudarte, yo debo hacerme cargo, yo debo lidiar con toda esa sangre… no, yo no haré eso ¿Acaso mi opinión no vale nada? ¿No tengo derecho a opinar?
- ¡No! Lo siento, no quiero ofenderte, pero eres nadie.
- Soy el Don Nadie que te ha mantenido todos estos días, que te ha ofrecido techo y abrazo.
- Tendrás que conseguirme unas nuevas.
- ¿Estás loca? Sería un suicidio profesional ¿Dónde crees que te vas? ¿Por qué no te calmas?
- ¿Por qué? ¿Por qué crees saber "lo que es mejor para mí"? ¡Escuché toda tu discusión con Marcela! ¡Siempre sabes lo que es mejor para todas! ¿y lo mejor para ti? ¿Sabes eso también? ¡Deberías partir por no meterte con locas!
- ¿Qué te puedo decir? Ustedes son excelentes en la cama – respondió sonriendo.
La tomó por de la cintura, deteniéndola.
Ella se cruzó de brazos y lo miró desafiante… en realidad hizo su mejor intento, pues al ser tanta la diferencia de tamaño más que intimidarlo le provocó risa y ella se enojó, soltándose sin esfuerzo y yéndose a poner los zapatos.
- Linda, cálmese ¿Dónde te vas?
- ¡Me voy! ¡Me voy a mi casa!
No soltó su mano, la giró y la hizo chocar contra él.
- Bailemos… ¿No querías bailar conmigo?
- ¿Ahora tú quieres?
- Sí, yo quiero que te quedes.
Andrea sonrió e hizo una mueca, seguía enojada con él pero era más grande su deseo. La tomó con cuidado de la cintura y la besó, incómodos; ella en la punta de los pies, él muy inclinado.
La levantó y la paró sobre la cama.
- Ahora somos iguales ¿Quiere bailar un vals?
- ¿Qué es eso?
- Yo le enseñaré, solo debe dejarse guiar.
Cooper volvió a prender la película y seleccionó una escena, un lápiz flotaba al interior de una nave espacial, de fondo sonaba un vals de Strauss.
- Esto es muy simple; tu mano a media espalda, la otra yo te la agarro y tú te dejas guiar. Ponte derecha…
- Me cuesta.
- Eso es porque tienes una mala postura sin movimiento, ponte como si te dispusieses a caminar. Así, erguida, no dejes de mirarme y relájate.
Los dos se desplazaron por el borde de la cama en un paso simple, cambiando la disposición del peso, de un lado a otro, una vez que ella fue capaz de hacerlo sin mirar sus pies, la hizo girar.
- Es entretenido bailar contigo.
- Eso me dicen siempre – respondió coqueto - ¿Aun tiene ganas de abandonarme?
- Si te digo que sí ¿Me harás cosas más entretenidas sobre la cama?
- Por supuesto, amo tropezar con las mismas piedras.
- No soy Marcela… no soy tu paciente.
- Quieres que seamos amigos.
- Tengo una regla con todos mis amigos.
- ¿Cuál es?
- Acostarme con ellos primero.
- No me sorprende… yo tengo la misma.
- Qué bueno que arreglaste… la frase – dijo imitando su tono de voz – No es solo porque en ocasiones disfruto teniendo sexo, sino porque un amigo es alguien en quien confías, te llevas bien y que quieres… entonces, si esa persona te atrae, es posible que se estén perdiendo de algo más.
- Me gusta tu regla.
Andrea se sintió entre las nubes bailando con el coqueto hombre pero ya era tiempo de dar el siguiente paso.
Ella lo besó y él tomándola entre sus brazos la inclinó para recostarla sobre la cama pero perdió el control de una de las manos y la dejó caer sobre la cama.
Él se disculpó mientras acariciaba su cabeza.
Se acomodó sobre ella y volvió a besarla, le metió su ancha lengua intrusa para masajear la delicada de Andrea mientras su suave barba la acariciaba.
Tocándola y bajando por su cuerpo.
Andrea otra vez entró en contacto con esa áspera lengua, estremeciéndose ante las nuevas sensaciones, eran tan poco lo que él hacía, pero lo ejecutaba de manera tan excepcional que le costaba respirar.
Quería controlarse pero el placer era vergonzoso, apretó las sábanas bajo ella y se levantó entre fuertes gemidos. Ella cayó atrás y palmoteó despacito su espalda, en una súplica para que se alejase pues ahora dolía.
Sintiéndose más hombre que nunca se fue a su lado y la acogió en su pecho. Victorioso. Ella intentó retribuirle de igual manera pero con cortesía le indicó que no era necesario.
Despertó por el sonido del teléfono, con la misma erección con que se acostó y un fuerte dolor de testículos.
Andrea despertó adormilada.
- Eres psiquiatra y tu tono de llamada es Balada para un Loco – comentó girándose para seguir durmiendo.
Era Irina, hizo sonar la lengua tras sus dientes y decidió contestar en la terraza, el frío se encargó de su erección pero no de su malestar.
- ¿Cómo estás? ¿Qué pasó? Tu abogado no entiende nada y me hace preguntas ¿Qué asesinato? ¿Qué pasó? Nadie me dice nada ¿Asesinaste un policía?
- No, pero contemplé su muerte.
- ¿y cuándo se supone que vendrá a trabajar? Yo le he pedido prórrogas en cuanto he podido… no puedo hacer milagros señor Cooper y todos me exigen cosas, tiene que venir, no puedo seguir sola.
- ¿Estás en la clínica? ¿Está el señor Irina contigo?
Andrea despertó con la discusión de Cooper en la terraza, no entendía la mitad de las palabras que pronunciaba, pero era bastante obvio que discutía por lo sucedido con Marcela, con una ferocidad y asertividad intimidante.
Al rato volvió a acostarse a su lado, ella estaba tan calentita y aunque él era un trozo de hielo, ella lo acogió con su cuerpo. No recordó cuando durmió así de bien, aunque no fueron más de veinte minutos se sintió descansado, había olvidado que así se suele despertar.
Andrea vomitaba encerrada en el baño y su teléfono no paraba de sonar, fue a colocarlo en vibración y volvió a atenderla.
- Creo que tengo fatiga. Hace mucho calor acá adentro.
Cooper le colocó la mano en la frente y luego la besó.
Fue a bajar la calefacción y le preparó un sándwich, se lo llevó en una bandeja con un vaso de leche tibia.
- Gracias.
- Es nada preciosa ¿Quieres que te prepare algo más?
- Avena con miel.
Volvió al rato con avena para ambos, prendió la televisión y se acomodó junto a ella.
- Deja ese - Estaba hablando el pelado de las conspiraciones - ¿Qué pasará con Marcela?
- La retendrán en caso que se aparezca por la clínica, hay que hacerle exámenes, aunque sin Martina o yo, dudo que vaya… supongo tendré que volver a ser su doctor.
- Yo te puedo reemplazar en la laboriosa parte de darle orgasmos… - dijo haciéndolo reír.
- Eso me gustaría verlo… no estoy desafiándote, te estoy pidiendo "Por favor déjame verlo".
Ella lo empujó riéndose, no había comido su avena, la revolvía enfriándola.
- No puedes decirle eso a nadie o me meterás en serios problemas… podría terminar hasta en prisión.
- ¿Por qué contaría algo así? Aparte ya había escuchado eso de que a las mujeres histéricas los psiquiatras le proporcionaban orgasmos para calmarlas.
- El tan ciber popular paroxismo histérico – hizo una mueca - Los antidepresivos provocan la incapacidad de alcanzar orgasmos en algunas mujeres…
- … tienes un súper poder entonces…
- … así es o así Marcela me hace creer, aparte Marcela sufre de neuralgia del trigémino, es un dolor incapacitante en el rostro, es como una migraña apocalíptica. Mis tratamientos… - dijo con cierto orgullo - … también la ayudan con ese malestar.
Andrea levantó sus cejas y él arrugó sus labios asintiendo.
Acarició el rostro de Cooper y besó su mejilla. Cuanto escuchó el nombre "Cooper" en la televisión la colocó en silencio pretendiendo apagarla, se colocaron los subtítulos y ella prestó atención mientras el médico le hablaba desde el baño.
- ¿Quieres escuchar algo curioso sobre los orgasmos femeninos?
- Claro.
- Desde la antigüedad que son mal mirados, al punto que los griegos consideraban homosexuales a los esposos que le generaban orgasmos a sus esposas.
- Oh. Que loco.
En la televisión explicaban la relación que tenía Cooper con el fallecido Doctor Cienfuegos que corroboraba lo que Andrea ya sabía del hombre y luego hablaban del suicidio.
- … Sí, pero en Egipto habían rituales al respecto, como para la fiesta de Isis. En la edad media era considerado diabólico, porque es lo contrario a la virgen y por ende todas ustedes tienen que ser santas. En este tiempo aún se sigue demonizando a las mujeres que se comportan "como hombres", que es responsabilizarse de sus propias vidas sexuales…
- Eh, eso es raro.
- … yo creo que es envidia, ustedes son capaces de tener dos tipos de orgasmos, nosotros solo tenemos uno; ustedes tienen la capacidad de tener orgasmos múltiples, nosotros no… Además porque en nosotros el orgasmo es una función reproductiva para eyacular pero en ustedes no es tan necesario, yo creo que es como una selección natural del macho más apto.
Confirmaban novedades con respecto al caso, en la autopsia se descubrió que el Doctor Cienfuegos tenía un avanzado cáncer que no le informó ni a su familia o amigos, pero que sus planes de suicidio estaban planeados tras el aborto a la señora Cecilia y eso lo estipuló en las cartas de despedida que dejó.
- ¿Cómo es eso?
- Las mujeres promiscuas son competitivas y son las mujeres que provocaron la evolución de la raza humana, al no elegirnos, nos forzaron a crecer; pero aun así, el macho domina a la hembra y nosotros no somos excepción…
- ¿Perdón?
- Nosotros como especie, no como Cooper y Andrea, pero de todas las especies, ustedes son por lejos las hembras más oprimidas por los machos… es una lástima, me gustaría vivir en una sociedad de mujeres amazónicas. Mujeres que me arrastrasen a sus cuevas… suena como una utopía… eso es culpa de ustedes mismas, son tan competitivas que no logran trabajar en equipo y eso nos da ventaja a nosotros, como somos más primitivos seguimos al macho alfa no más…
Andrea bajó al hall, se metió en los casilleros hasta que apareció el nuevo conserje, le pidió la correspondencia del pent-house. El hombre no sabía si quiera que existiera tal construcción en lo que asumió un techo vacío.
Entre cuentas y cartas de banco había una escrita a mano, se la llevó evitando mirar a los periodistas que conversaban parados al sol, capeando un poco de frío.
No estaba Marcela entre ellos.
Cooper seguía en el baño y hablando.
- … y por eso es que el vino blanco mejora las comidas.
Andrea se tentó a la posibilidad de preguntarle qué línea de pensamiento perdió que lo llevó de un punto al otro, más cuando Cooper salió del baño tal y como entró, quizá con medio kilo menos… la encontró con un sobre en la mano dirigido a él, con una caligrafía que reconoció de inmediato y cuyos ojos celestes llenos de lágrimas delataron la suposición correcta de lo que pasaba.
- En la televisión dijeron que tu mentor estaba enfermo y planificó suicidarse tras el procedimiento, nunca pretendió conversar contigo, no le dieron tiempo… estaba enfermo, no quería ser una carga – se levantó y le pasó el sobre - Les dejó cartas de despedida a todos sus seres queridos, esta es la tuya – dijo saliendo - Estaré allá afuera, por si luego quieres conversar.
Andrea fue a la cocina, se hizo más avena y se sentó en el sillón a esperar. Cuando lo escuchó sonándose se lo imaginó llorando y su estómago se revolvió, en cuanto Cooper abrió la puerta ella entró corriendo al baño a vomitar.
- Hay otros baños, no debiste esperar ¿Quieres que te dé algo? Son supositorios.
Andrea se río sin dejar de vomitar, aunque Cooper no bromeaba igual sonrió. Se disponía a hablar cuando escucharon el tronar de un cielo claro, como trompetas que le anunciaban tormenta eléctrica en cordillera y una llovizna azotarse contra el cemento de la terraza.
Eliodoro llegó asustado donde ellos.
- Son solo truenos – le dijo Cooper dándole tranquilidad.
Largos truenos que ahora también preocupaban un poco a Cooper, quien fingía estar tranquilo pero entre más ruido había, más angustia sentía. Pulsaban las lesiones de su rostro y se las tocó sintiéndolas más desinfladas, pero no por eso menos dolorosas.
- Debemos ir a la clínica y asegurarnos que todo esté bien. No quiero asustarte, las náuseas son comunes pero después de lo que has vivido prefiero no arriesgarme.
- No iré al hospital – zanjó - ¿Tú? ¿Cómo estás? ¿Ya la leíste? – dijo sentándose sobre la tapa del váter haciéndola sonar como un pedo – No fui yo.
- Lo sé – dijo Cooper lavándose los dientes – los tuyos son mientras duermes y no suenan.
- ¿Es una broma?
- Sí, linda – no, no lo era.
- ¿Qué te escribió?
Andrea sintió que no le correspondía leerla, era algo tan íntimo que ni si quiera pudo compararlo con alguna otra acción.
Cooper insistió en pasársela, con un desapego que bien pudo pertenecer a pasarle una boleta que le pedía guardar, incapaz de procesar lo que acababa de leer o lo que esta significaba; un amigo a quien no volvería a ver, un hombre que lo amaba y gastó parte de sus últimos minutos en éste planeta para despedirse de él, pues lo considero un "ser querido".
La curiosidad venció a Andrea en cuanto el papel tocó su mano.
"Ken:"
- ¿Te llamas "Ken"?
- No. Germán Cooper… Según él tenía los ojos como la Barbie y no me podía decir así pues uno de mis compañeros tenía el cabello largo rubio… debes recordar que yo estudié en los tiempos del apogeo grunge entonces… era moda… a él le decía Barbie y a mí Ken, tuve el criterio de cortarme el cabello antes de entrar a la universidad.
- ¿Tienes alguna fotografía?
Cooper volvió al rato con una caja con polaroids y la máquina fotográfica con que le tomó una fotografía, se sentó en la tina a mover el papelito blanco.
- Pero saquémonos una los dos.
- Ya, ven…
Andrea se sentó a su lado y se tomaron una fotografía, ella no se movió de su lado, miró las fotografías; encontró a una Marcela muy joven siendo abrazada o besada por un Cooper de melena larga ondulada y camisa de leñador, bototos y pantalones cortados hasta la rodilla, le quedaba bien, aunque ella lo prefería como estaba ahora.
"Debes estar como magdalena, espero alguien te cacaree y así honre mi recuerdo. Quiero ser recordado como viví, burlándome".
Andrea no leía en voz alta pero fue en ese momento en que Cooper la interrumpió con un comentario mientras le mostraba la fotografía recién tomada, se veían bien juntos, los dos felices.
- Ustedes se hubieran llevado bien. Me veo como tú papá.
- No – respondió Andrea riendo – Parecemos esposos, nos vemos bien juntos.
Ambos tenían la razón.
"Como asumo estarás culpándote de mi muerte, porque tu cerebro femenino algo habrá inventado, te diré, Ken, que soy un fiel creyente que de lo único que uno tiene el control en esta vida…"
Cooper se giró en sentido contrario y comenzó a cortarse las uñas de las manos para que cayeran dentro de la tina.
Andrea para seguir leyendo apoyó la cabeza contra su hombro, a Cooper no le molestó.
"…es de cuando la terminamos y es nuestro derecho disponer de él.
Cada día estoy más cerca de la muerte, puedo sentirla carcomiendo mis huesos. Por lo mismo ésta es la última carta que escribo y no es por que seas menos importante que los demás, tengo hijos que tienen menos edad de los años que te conozco"
- ¿Hace cuantos años se conocieron?
- Muchos, él fue mi pediatra… él me llevó a ayudar para el nueve once con la contención emocional, de no ser por esa decisión, nunca me hubiera ganado una beca, nunca hubiera estudiado esto, por él soy el hombre que soy ahora, él forjó este camino para mí…
- Sigo con mis dudas sobre tu educación…
- Te haré una línea temporal, no ahora – suspiró - Él se hizo cargo de Esfera en mi ausencia y de mi mamá – dijo con una mueca de rabia – por unos años… hablábamos todas las semanas, casi a diario, cuando venía a Chile trabajábamos juntos, él para sus vacaciones se iba a donde yo estaba…
Sus ojos se llenaron de lágrimas y dejó de hablar. Tomó las fotografías nuevas y tras mezclarla con las antiguas se llevó todo de vuelta al closet.
"Sé cuan en serio te tomas los compromisos, por lo que te pido te asegures que a mis hijos no les falte nada mientras sean niños. Sé que no te costará, siempre te llevaste bien con mi mujer."
Cooper entró a cortarse los pelos de la nariz y de la oreja con una maquinita que emitía un ruido bastante agudo y molesto.
"No le digas a Martina o a Pamela esto; pero me arrepiento de no haberme casado con ella, ahora me pregunto qué tan infeliz hubiese sido Martina a mi lado, quizá no tanto, no sé. Me arrepiento de no haber cometido ese error.
Por años te he visto riéndote con Marcela, déjate de excusas y cásate con esa mujer.
¿Qué importa que esté loca?
Todas las mujeres están locas, de caso contrario no se casarían con nosotros y la raza humana se hubiera extinto hace rato".
- ¿No sabía que fue tu paciente?
- Sí lo sabía, no le importaba… Como la conocí antes de ser médico, decía que daba lo mismo.
"Espero cometas muchos errores y seas feliz.
Donde sea que vaya, no dudes que me seguiré burlando de ti."
Cooper quitó la maquinita de su oreja para confirmar que Andrea desconsolada lloraba mirando la carta, fue donde ella a consolarla.
- No creí te diera tanta penita, no te hubiera dejado leerla.
Ella le respondió cacareando y él se sonrió.
Cuando ella se calmó se la llevó a la cocina y le sirvió un vaso de jugo, paciente esperó que se lo tomase acariciando su hombro.
- ¿Más tranquila?
Ella asintió haciendo pucherito.
Él la acogió en un abrazo para que siguiera llorando.
- Vámonos. Lejos de aquí.
- No puedo, tengo que trabajar.
- No quieres volver a trabajar, yo no quiero volver a mi hostal, no podemos seguir encerrados aquí, vámonos.
- Si no quieres volver, no vuelvas, cuando tengas ganas vamos juntos. Quédate el tiempo que quieras, pero yo tengo que trabajar.
- Olvídate de trabajar por un tiempo. Vacaciones.
Él se rio imaginándoselo, negó con su cabeza saliendo de la cocina y abriéndole la puerta a Eliodoro para que saliera a la terraza.
- Cooper, estoy hablando en serio… tu profe tenía razón, debemos buscar el bienestar del otro por sobre nuestra propia felicidad…
Cooper no entendió ese mensaje de la carta y tampoco le encontró relación a dejar Santiago en post de la felicidad del otro, pero la escuchó con atención por si venía una explicación que Andrea no proporcionó.
- ¿Y tus clases?
- ¿Qué clases? Ah, sobre eso, te mentí… no estudio… me dedico a la hostal y los tatuajes.
- ¿Por qué me mentiste? Odio que me mientan.
- Cooper, entraste a medicina a los quince años. No quería que supieras que soy burra.
- No te trates así… una mujer como tú, con talentos tan específicos – dijo apuntándole sus tatuajes – es esperable que tendrá problemas a acomodarse a un modelo pragmático de educación.
- Vámonos, vámonos antes que llegue el policía, que deje las llaves en la recepción, vámonos a un lugar donde nadie nos conozca.
- Eso no va a pasar.
Cooper fue a la terraza interior y colocándose unos guantes de jardinería que se notaban nuevos, quitó todas las plantas secas, la claridad entró en el cuarto por primera vez en años.
Metió todas las ramas secas en bolsas de basura y luego movía la tierra, la humedecía y la hacía apta para volver a plantar. Ella seguía de pie a su lado, esperando un "sí" que él no le proporcionaría, más no quería ser maleducado o hacerla enojar, pero ella no se movía de su lado, suspiró y con las bolsas de basura en la mano rumbo al ducto de descarga habló de manera condescendiente.
- Me estás pidiendo cambie toda mi vida ¿Tú estarías dispuesta a hacer lo mismo por mí?
Cooper botó la basura y volvió a mover la tierra y humedecerla, para que el agua llegase hasta el fondo y no se quedase como una piscina sobre la cama superficial.
- Tú siempre podrás volver a ser quien eras, no te fuerzo a hacer algo que no quieres hacer.
- Tendrías que mantenerme.
- No creo eso cueste mucho, te vez en cuando te compraré novelas de vampiros que brillan y lanas, muchas lanas… en el sur deben ser baratas, por la cercanía con las ovejas.
- Ya, necesito explicarte lo de las novelas de vampiros, no me gustan, las leí porque fue necesario, por las mujeres de la Fundación.
- Sí, seguro.
- No es que sea un snob, de vez en vez es interesante ver o leer sabiendo que habrá un final feliz, pero cuando me inicié a leer fue con Tolstoi, Dostoievski, Cortázar… los culpo de mi "anhedonismo" literario.
En cuanto terminaron Cooper se fue a la cocina a prepararse un café.
Cuando Andrea llegó a la cocina se encontró con Cooper mirando a su teléfono, el cual no dejaba de vibrar y de recibir mensajes y correos, tomándose un café con el botón de la camisa abierta y la corbata corrida.
- Ya, vámonos.
- ¡Eh! – dijo ella tirándose a su cuello.
- Vístete y vámonos.
- O mejor nos desvestimos, llegamos y nos vamos.
- Ya, eso suena incluso mejor… - dijo llevándosela como un vikingo a la cama.
- Ah, pero… - dijo bajándose y mirándolo con gigantescos ojos ingenuos.
Él miró a otro lado, llevó las manos a su cintura e hizo sonar su lengua tras los dientes.
- ¿Harías eso por mí?
El asintió sombrío.
Ella besó su mejilla y se lo llevó al dormitorio.
Lo empujó a la cama y echó a Eliodoro, cerrando la puerta con pestillo. Se le colocó encima, lo besó, luego bajó por su cuerpo besándolo y le bajó los pantalones.
Andrea se intimidó, antes estimó el tamaño e incluso él bromeó al respecto pero nada lo preparó para lo que vio.
Era prehistórico, algo propio de un dinosaurio, no de un hombre.
Cooper agarrándola de la cintura la subió hasta dejarla a la altura de su rostro, besó sus labios y ella le hizo un gesto de lo que quería hacer, él avergonzado se negó, ella insistió y el tono de piel de su rostro se volvió roja intensa.
- No es necesario… es humillante.
Andrea no lo consideraba humillante y por lo mismo bajó por el cuerpo del hombre que mantenía una expresión sufrida que anticipaba el dolor.
- Andrea; no es necesario, será una experiencia desagradable para ambos.
- Intentémoslo – dijo Andrea ejercitando los músculos de su cara – Me dices si te entierro los dientes, no me voy a ofender.
- Andrea. Por favor.
Cooper resignado aceptó e intentó relajarse.
Un orgasmo después, alguien golpeó a la puerta de entrada, Cooper salió de entre las piernas de Andrea confirmando que escuchó unos nudillos chocando contra la madera.
- Deben venir a dejarte las llaves – dijo Cooper acomodándose sin intención de salir de la cama.
- ¿Qué estás haciendo?
- Metiéndotelo… te va a doler un poquito.
- No es mi primera vez.
- Es tu primera vez conmigo.
- Anda a abrir y después seguimos con esto – dijo caminando al baño. Se demoró y cuando salió, él seguía acostado - ¿Aun no puedes salir?
- No, abre tú, total es para ti.
Andrea se vistió y fue a abrir, allí estaba Don Mauricio, sus hijas y Marcela. Eso no podía ser algo bueno.
- ¿El señor Cooper dónde está?
- En el baño, está por venir ¿Mis llaves? – preguntó estirando su mano.
- Necesitamos conversar señorita Andrea.
Cooper se colocó un pantalón de pijama y fue donde ellos.
Se preocupó al ver a Don Mauricio con Marcela, tomó su teléfono y mandó de inmediato un mensaje a González.
Que Marcela también estuviere allí no podía ser algo bueno, seguro lo denunció de maltrato, de intento de secuestro o de sus técnicas inapropiadas.
Buscó refugio en la mirada de Andrea, pero ella con pena no levantaba la vista del piso, Cooper le preguntó con un gesto que pasó, pero ella no levantó la vista.
Las hijas del policía pasaron corriendo a jugar con el "perrito", quien se emocionó tanto como ellas y salieron los tres a la terraza.
- ¿Se pueden caer?
- No, son altas las barandas, pero hay una piscina.
- Permiso.
- Adelante… tengo galletas y jugo para que les dé – dijo acompañándolo y desviándose a la cocina.
- Lolita, ya sabes a que vinimos hoy – susurró Marcela parándose junto a Andrea.
Andrea alzó el paso e interceptó a Cooper tomando la bandeja que le llevaba a las niñas y pasándosela a Marcela, indicándole al hombre que la siguiera y a ella que le consiguiera unos minutos.
- Por supuesto, Dolores.
- ¿Dolores?
- Humbert querido, presta harta atención.
Andrea lo sentó en la cama y se colocó frente a él, intentó besarlo pero él la alejó risueño.
- Estoy lleno de ti.
- No me importa.
Un apasionado y largo beso.
- Me estas asustando…
- Cooper tengo quince años, espero me perdones por haberte mentido… yo explicaré todo, tú no hiciste nada malo, no sabías mi edad, todo esto es responsabilidad mía.
Escuchó la voz de Andrea lejana pues un pito no le dejó escuchar bien lo que ella decía, pero claro le quedó que él tenía más años de experiencia laboral que los que ella tenía de vida.
La soltó y se alejó cuanto pudo, llevó las manos a sus caderas y desencajó la mandíbula, con las cejas levantadas y sin pestañar, sin mirarla, exigiendo una explicación que no merecía o necesitaba.
Ella se sentó al borde de la cama y en una postura humilde se mantuvo mirando al piso.
- Por favor no te enojes conmigo – suplicó aun sin mirarlo.
Cooper no era capaz de verla como una niña ni si quiera en ese momento, asustada tras un error, temiendo las represalias de un adulto al cual respetaba.
¿Cómo no se dio cuenta antes?
Ella le dio pistas, era todo bastante obvio, más él prefirió creer sus burdas mentiras.
Ella no era responsable de eso, lo era él.
Relajó su expresión y se sentó a su lado, la abrazó con respeto.
- No estoy enojado, niña. Tú no sabías lo que hacías…
- Sí sabía, no seas machista… aparte sigo siendo la primera con quien pudiste…
Él hizo un ruido y una mueca interrumpiéndola, sabía a qué se refería y no mintió, nunca antes se lo hicieron bien pero todo eso estaba mal.
Llevó sus manos a cara, seguía oliendo a ella, se fue al baño y comenzó a lavarse con mucho jabón, ella le acercó una toalla.
- Cálmate, no quiero que termines saltando por la terraza perseguido por los conejitos.
Cooper no tenía la menor idea de lo que la muchacha hablaba.
- Andrea, pondré a tu disposición todos mis recursos para que superes el daño que te he causado. Mis abogados se comunicaran contigo, es mejor que te vistas y te vayas de acá, es obvio que no estás segura a mi lado… es decir, está claro que soy un pedófilo, tu recurriste a mi porque estás solita y yo me aproveché de eso, jamás debí tocarte, esto es lo peor que pude haber hecho… soy un mal nacido… esto es terrible… soy un pedófilo… Esto es lo peor que pudo haber pasado… Marcela tenía razón. Oh Dios. Marcela tenía razón.
- No, no lo eres.
- Sí lo soy, tú eres una niñita… ¿Cómo iba a escucharla? ¡Ella nunca tiene la razón! ¿y si la tiene? ¿Y si siempre la ha tenido?
- Cálmate - Dijo tocándolo, pero él se alejó como si ella tuviese lepra – déjate de esa actitud de mierda, yo decidí estar contigo, tú no me manipulaste, ni te aprovechaste… sigo queriendo estar contigo.
Cooper no podía respirar, el cuarto se hizo pequeño y no tenía más ropa para quitarse, seguía ahogado… estaba teniendo una crisis de pánico y bastante merecida, porque todo eso estaba mal, nada mejoraría y no podía respirar.
Morado, olvidó como respirar y no era capaz de pasar a sus pulmones el aire que inhalaba, este salía rápido por su nariz. El mecanismo involuntario de respirar dejó de funcionar y allí estaba él, forzando a su cerebro a recordarlo, pero éste no quería, quería asesinarlo y estaba bien, era un castigo merecido por semejante crimen que cometió.
Su visión se volvió borrosa y el cansancio no le dejaba moverse. Temblaba y se acostó en posición fetal forzando la respiración, pero seguía morado intentando respirar.
Andrea lo agarró de la solapa, lo levantó y lo abofeteó.
- Escúchame bien; he tenido a más viejos que tú, he estado con mujeres, en tríos y orgías… así que vas a parar tu show porque vamos a mentir hasta que vomitemos ¿lo tienes claro? Entre nosotros no pasó nada, tú no me hiciste nada y eso es todo lo que diremos ¿Lo tienes claro?
- ¿Sabes lo que es estupro?
- No.
- Es cuando un hombre mayor (yo) tiene sexo con una niñita (tú)…
- No tuvimos sexo.
- No te penetré – dijo dándose una palmadita en los labios y luego dejando de hablar unos segundos – Fue con consentimiento porque te seduje, a tu edad eres inexperta en comparación a mí.
- Déjate de hacer show y salgamos antes que empeoremos la situación… y Cooper, por la mierda, no digas nada de esto… si hay algo que arreglar, lo haremos los dos en privado.
- Pero Andrea…
- Ya, de acuerdo, cometiste un error… todos cometen errores… ahora sé bien hombrecito y asume las consecuencias de tus actos, no cárcel, no abogados, esas no son soluciones ¿Quieres arreglarme? Hazlo tú hablando conmigo, no yo hablando con otros.
Cooper asintió.
Andrea comenzó a vestirse y él miró al suelo, sentándose al borde de la cama, luego ella se sentó a su lado y le agarró la mano.
Los dos se miraron en silencio, sin ánimo de hablar, de salir, de hacer cualquier otra cosa.
- Hay hombres que sí cometen estupro, no lo dudo, mujeres también. No obstante, esto que pasó entre nosotros, no lo fue ¿Lo tienes claro?
- Sí, niña.
Se levantó y la invitó a salir.
Se sentó en el sillón, entre Marcela y Andrea, en la mesa del café estaba sentado Don Mauricio, mirando de vez en vez a sus hijas. Era enorme el espacio, pero los cuatro ocupaban un reducido lugar.
- ¿Listo? ¿Necesito darles más tiempo para despedidas?
- No, pero si quiere le damos más tiempo a sus hijas a jugar con mi perro en lo que asumo es horario laboral – respondió Andrea.
- Doctor Cooper, queda detenido por… - dijo sacando sus esposas y el médico poniendo sus manos adelante.
- ¡Por nada! – gritó Andrea pegándole las manos a Cooper y haciendo que las bajara – Dejemos algo claro, usted ni si quiera se dio cuenta que le di el número de identificación de una anciana de ochenta años muerta hace tres… sin que, asumo, Marcela se lo informase…
Marcela asintió.
- Creo que es una terrible negligencia que le costará su puesto, si anda con sus hijas para todos lados es porque no tiene con quien dejarlas, por ende, menos tiene dinero para poder quedarse sin trabajo… Mire, acá nadie ha cometido estupro, todo está bien, ahora deme mis llaves y terminemos esta mierda de una puta vez.
Todos guardaron silencio mirando a Andrea con preocupación y sorpresa, Cooper sonrió de medio lado y luego miró al piso avergonzado refregando su rostro.
- Cup; Martina quería matarte, por eso te dio los antecedentes de Andrea, vecinos confirmaron que ella estuvo estacionada por la villa antes que empezase la tormenta… otros la vieron con un arma, pero no fue ella quien asesinó a Raúl. Su arma nunca se disparó.
- ¿Cómo?
- ¿Entonces quien lo asesinó?
Marcela sacó de su bolso un ordenador y allí les mostró un video de la tormenta eléctrica y cuando le cayeron varios rayos a la Araucaria, en el más poderoso de ello salieron muchos proyectiles.
- Las placas metálicas atrajeron los rayos y explotaron las resistencias internas de la madera, salieron proyectadas varias cosas, entre ellos una bala antigua.
- ¿Cómo llegó una bala a ese lugar?
- Ni idea.
- …es como un capítulo de CSI.
- ¿Cómo averiguaron todo esto?
- La señorita Marcela lo hizo. Sola. La señora Martina Fuentes será acusada de intento de homicidio, volvió a su casa en busca de la carta que le envió el doctor Cienfuegos – hizo una pausa - Señorita Andrea, usted es menor de edad y no tiene ningún lazo con el señor Cooper… En la tarde volveré con su madre… No dudo, estará en buenas manos mientras tanto.
- Si la doctora Fuentes – dijo Andrea - quería matar a Cooper, pero no lo hizo, quien murió fue Raúl, pero no por su culpa… ¿Ella no debería estar en libertad?
- No, claro que no… Es un peligro para la sociedad.
- Pero no lo hizo. Fue todo una coincidencia…
- … las coincidencias no existen.
- Gracias, ella tuvo intencionalidad de matarme.
- No, no iba a eso, el árbol estaba lleno de metal, varios clavos fueron a dar a distintos cuerpos, pero solo una bala asesinó a uno…
- Ya, pero que justo Raúl estuviese en ese ángulo, eso es una coincidencia… Espera… yo grité pidiendo ayuda ¿Ella me escuchó y no hizo nada?
- Andrea – le dijo Marcela – ella no escuchó tus gritos, se estaba quemando el tronco y eso la distrajo, ni si quiera salió del auto cuando vio llegar a Cooper, no estaba segura… recién fue donde ustedes cuando creyó escuchar disparos.
Cooper y Andrea se miraron, con más dudas aun.
- Entonces quería ayudarnos.
- A ti quería ayudarte, pero no estaba segura si quería o no aprovechar de matar a Cooper también… nunca estuvo segura… terminó siendo incapaz de matar… - dijo Marcela – Suele ser así, quien titubea, no ejecuta.
- Pero con mayor razón entonces ¿Quién no ha pensado en asesinar a Cooper? Pero no por eso nos vamos a la cárcel…
- Andrea, basta – dijo Cooper levantándose y prendiendo un cigarro a un lado del sillón - ¿Eso es todo? – preguntó Cooper a Don Mauricio.
- Por el momento, a la tarde vendré con unos papeles para que firme – dijo mientras veía a Marcela pasarle unas pastillas a Andrea – Su abogado de todas formas está representándolo… quizá es mejor siga esto así… hay otro tema, se hicieron pruebas en el laboratorio, mire…
Cooper en cuanto vio el test de ADN se alejó del grupo llevándose a Don Mauricio a la biblioteca, al revisarlo hizo sonar la lengua tras los dientes, miró a Don Mauricio como buscando explicaciones y el policía solo asintió de vuelta.
- Hay que decirle.
- ¿Hay que decirle?
- Mire, yo opino igual que usted aparte nadie quiere agrandar esto pero quizá, ella debería saberlo.
- Hablaré con mis abogados para ver que se puede hacer.
- De acuerdo, yo lo dejo en sus manos, usted tiene la responsabilidad de decirle.
- Ya, pero no ahora.
Andrea se preocupó al escucharlos susurrando, Cooper alzó la voz solo para pedirle a Marcela que se quedase.
Las mujeres estaban solas y la tensión inundó el espacio.
- ¿Por qué quiere que me quede?
- Quiere felicitarte por tu brillante investigación.
- Andrea, omití harto de lo que averigüe… No es algo personal en tu contra… Éste lugar no es el mejor para ti, créeme, si no sales de aquí ahora, no saldrás nunca.
- Marcela ¿Por qué crees que oculté del mundo la muerte de mi abuela? Porque mi mamá espera desde que nació, su muerte, para vender el lugar donde vivo.
- Andrea, yo hice lo que es correcto, tengo que protegerte de un hombre mayor que se aprovechó de ti…
- Sabes que eso es mentira… Me dices que no tienes nada en mi contra pero sí lo tienes, son celos. Te pones la polera de feminista para justificar por qué no estás con un hombre que ya no quiere estar contigo, engañándote con la premisa que tú no quieres estar con él. Quizá él no te lo dice, quizá ni si quiera se ha dado cuenta, pero tú sí.
- No sabes de lo que hablas.
Marcela se preocupó al ver a Cooper hablando por teléfono y mirándola, viendo la hora y dando indicaciones.
En cuanto Don Mauricio salió del baño ocuparía la distracción para huir, pero Andrea la agarró del pelo y la forzó a mantenerse sentada.
- Que patético, dos mujeres peleando por un hombre, a eso nos lleva el sistema patriarcal.
- No seas ridícula, nada tiene que ver con él. Sobre el famoso sistema patriarcal… si los hombres dominan el mundo es porque se les permite, a mí me da igual, no me importa, no creo que las mujeres lo hicieran mejor, tampoco peor… pero que hombres como Cooper estén al poder es conveniente, son amos fáciles de esclavizar – dijo levantándose y poniendo un pie sobre la mesa, manteniendo el otro en el piso – Ahora tú te quedas aquí, eso es lo correcto, así te llevarán a un hospital donde se te protegerá de tu enfermedad…
- No te quiero cerca de Cooper. No te dejaré hacerle daño.
- No seas idiota, no se envenena el agua que se bebe; pero no te preocupes, no tengo intención alguna de volverlo a ver… es todo tuyo, aunque claro – dijo arrogante - cada vez que estén juntos esté pensando en mí.
Cooper entró indicándoles a las niñas donde estaba el otro baño y parándose cerca de las mujeres, recibiendo la despedida de Don Mauricio en un estrechón de manos.
- Bueno, eso es todo señor Cooper… supongo puedo confiarle a Andrea un par de horas.
- Por supuesto.
- La idea es que todo esto quede entre nosotros, como la señorita Andrea ya lo indicó, nos conviene. Hasta luego señoritas.
Marcela, Cooper y Andrea se congelaron hasta que Don Mauricio se fue con sus hijas.
Cooper las miró con rabia a ambas, se sentó en medio de las dos mujeres y colocó sus manos sobre sus rodillas, impidiéndoles huir.
- Señoritas, tengo algo que discutir con ustedes y me van a escuchar – ordenó – Primero tú – le dijo a Marcela – viene González en una ambulancia a buscarte, te van a evaluar, solo eso. Tú sabes cómo es la rutina, te dejarán un par de días, te tomas los medicamentos y te vas…
- Tú dijiste que irías conmigo.
- No, Marcela, que otro se responsabilice de ti, yo ya estoy muy cansado.
Marcela asintió poniendo sus ojos blancos, cruzando la pierna y mirando a la cocina.
Cooper miró a Andrea y se cruzó de brazos.
- Ahora tú, contigo tengo un tema pendiente que resolveré en cuanto vengan por Marcela, no te moverás de acá sin escucharme.
- Habla lo que quieras, no me harás cambiar de opinión.
Cooper miró sus labios y luego se levantó, relajó su expresión y movió su cuello haciéndolo sonar.
- Ahora, señoritas… ¿Les puedo ofrecer algo mientras esperamos? ¿Té, café?
- Eres un imbécil, Cup – dijo Marcela yéndose al baño.
- Te agradecería un té.
Cooper asintió y fue por el té para Andrea.
Se lo entregó antes que Marcela saliera del baño, él le indicó se sentase y así fue como los tres, en silencio, esperaron la ambulancia en un sillón que pareció encogerse para exagerar la incomodidad del trío.
Andrea apoyada en el extremo más lejano de la terraza miró la ambulancia que llevaba a Marcela alejarse, seguida de un par de automóviles de vidrios polarizados.
Cooper llegó al rato, se paró a su lado y prendió un cigarro.
- ¿Necesitas algo? – le preguntó amable.
- No, estoy bien, entre antes terminemos este discurso, mejor… Ah, Marcela tenía las pastillas al final.
- ¿Estás segura te dio las correctas? Podría haberte dado unas de las de ella
- ¿Por qué habría de hacer algo así?
- ¿Por qué habría de ocultarte las pastillas? Es mejor que te las revise… no vaya a ser que termines tomando algo que te dañe…
Andrea asintió y se las pasó.
Eran las pastillas y volaban por los aires, alejándose cada vez de Andrea a medida que caían, quien en shock no podía creer lo que Cooper acababa de hacer.
- ¿Ves que eres una niña? Alguien con experiencia hubiera sabido que era una trampa.
- No, yo confié en ti… me mentiste.
- La gente miente, acostúmbrate.
- No, me cagaste, ahora no sé qué hacer… No te hice daño… solo nos revolcamos un rato, no tuvo importancia.
Cooper fue por la silla de playa, se la puso y le indicó que se sentase, Andrea derrotada obedeció sosteniendo su rostro, arrepentida de no usarlas cuando tuvo la oportunidad, de esperar tanto, de ser tan titubeante.
Él colocó sus manos en la cintura, mientras desencajaba la mandíbula, mirándola muy molesto, intentando relajarse, intentando no sentirse mal por lo que acababa de hacer, convenciéndose de que estaba bien y Andrea se lo agradecería con el tiempo.
- No eres más que una niñita autodestructiva – dijo prendiendo un cigarro - tú eres quien siempre ha estado en control y no fuiste capaz de tomar esta decisión, la dejaste en mis manos, bueno, yo decidí por ti. De nada. No permitiré que te sigas equivocando, no dejaré que pongas tu vida en riesgo o que arruines tu futuro…
- ¿De qué futuro me hablas? Cambiando pañales de un hijo al que odio, sin casa, sin dinero…
- Yo te daré todo lo que necesites.
- Habla lo que tengas que hablar para irme.
- Me lo agradecerás…
- ¿Cómo se supone ahora que haré el procedimiento...?
<<No es un procedimiento Andrea, es un aborto, deja de disfrazar la verdad con un eufemismo… En la actualidad el aborto se está camuflando por el concepto post modernista de la libertad y que son las decisiones de una sociedad avanzada ¡Por favor! ¿Una sociedad avanzada que aun escucha a la iglesia?
El aborto viola los valores de nuestra especie y es de mal gusto que se justifique en un tono liberador, aunque el aborto sea legal en otros países, no lo hace moral, pues nuestra consciencia va más allá de las leyes…>>"
Andrea levantó la mano y Cooper se cruzó de brazos prestándole atención.
- ¿Por conciencia te refieres a…?
- Es el conocimiento que tenemos de nosotros mismos, de lo bueno y de lo malo de nuestras acciones. Es lo que nos permite conocer la realidad.
- Pero no todos percibimos la realidad de igual manera, depende de nuestros recuerdos… que es lo que nos hace persona y un feto sin cerebro no tiene memoria, por ende no es persona… tú mismo me enseñaste que el cerebro se comienza a desarrollar a los dieciocho días de la concepción pero la primera actividad cerebral se produce a las siete semanas pero no es regular hasta la décima aunque la primera distinción de onda cerebral es a la semana veinte.
- ¿Tú me vendrás a dar clases a mí de esto? ¿Acaso no sabes con quien estás hablando?
- Sí lo sé, con alguien cuya aplicación de su conocimiento es bastante subjetivo.
Él desencajó la mandíbula y colocó las manos en la cintura, incapaz de seguirle respondiendo.
- La penalización del aborto perjudica a las mujeres como yo, pues una mujer como tú puede pagar un aborto seguro y confidencial en el extranjero… o una "apendectomía"… En cambio, las mujeres como yo somos quienes vamos a hospitales públicos y quienes sufrimos las consecuencias de intervenciones baratas…
- Tú tienes razón en parte de lo que dices, hay un serio problema de desigualdad en Chile, pero la solución a ello no es con aborto libre, es con una serie de medidas país, ninguno de los problemas actuales mejora con abortos gratuitos y seguros para todas. Esto va más allá de todo eso, esto es sobre el valor de las personas… el valor de la vida, es sobre ser consciente de lo que nos hace ser persona.
- Ya, pero la consciencia también se desarrolla con el cerebro…
- ¡Otra vez con lo mismo! ¿Acaso es tú única excusa?
- Explícame porque mierda me tengo que excusar contigo. Aparte, claro que la desigualdad en parte se solucionaría, habrían menos mujeres con niños no deseados y sin la carga económica de un niño no deseado al que se fuerzan a querer… Un niño se enferma ¿y quién lo cuida? ¿Tú? ¿Alguna otra persona provida? No, lo cuida la mamá, teniendo que faltar al trabajo donde un empleador la asumirá irresponsable por ser responsable… ¿Hay comodidad laboral para las madres? No, salvo por un montón de reglas que vuelven más misóginos a los empleadores y que vuelven a las mujeres una carga… Vivimos en una sociedad desnaturalizada que permite a humanos sacrificar animales sanos cuando ya no les sirven, permite la caza como "deporte", pero que se horroriza cuando una mujer quiere hacerse responsable de su destino siendo que será ella quien tendrá que vivir con las consecuencias de su decisión, sea cual sea la que tome ¿Protegen la familia? ¿De qué familia me hablan? ¿En la que los niños pasan el día solos por que los padres tienen una jornada laboral esclavista? ¿Esa familia?
Cooper se cruzó de brazos e hizo un gesto pero no respondió, Andrea tampoco le dio más tiempo, se levantó y caminó donde él, obligándolo a retroceder, no tenía intención de tocarlo.
- Fumas y fumas, bebes y bebes… Quizá habría que reglamentar eso también, pues no te cuidas y como médico debes saber que estos hábitos no son buenos para tu salud, será por tu bien, otros médicos no viciosos sabrán que es lo mejor para ti… sin duda. Si tú quieres morir con problemas al hígado o de cáncer, es tú problema, es tú elección, tú eliges que quieres que te mate y da lo mismo, porque al fin y al cabo igual no vivirás por siempre… es tú cuerpo, es tú vida… no la mía…– hizo una pausa - Me estás imponiendo tus valores, asumiendo que son mejores a los míos…
- No intentes cambiar de tema.
- Tú estabas dispuesto a hacer esto cuando creíste que tenía edad para decidir por mí misma, cuando pensabas huir conmigo, ahora cambiaste de opinión porque resulta que soy una pendeja que no sabe nada del mundo… pero aun así quieres hacerme parir, no puedo decidir sobre mi propio cuerpo pues no sé nada del mundo pero sí podré tomar decisiones sobre un bebé ¿Qué hizo ese bebé para merecer una mierda de madre como yo? No es justo para él ni para mí.
- No serás mala mamá.
- Sí lo seré, tú no me conoces…
Él la abrazó y acariciándola la dejó llorar en su pecho.
Ella sintió rabia de hablar, se levantó y limpió su rostro, lo miró manteniendo la distancia.
- Te escuché y no cambié de opinión. Nunca he dudado esto, Cooper, es lo que quiero. Sé que te duele te haya mentido, sé que te cuesta confiar en la gente, sé que te sientes traicionado y luego de esto sin duda te costará volver a confiar en mí, más yo no quería dañarte, nunca haría algo sospechando podría dolerte… sé que crees hiciste lo correcto, pero no lo fue.
Cooper intentó abrazarla pero ella con un solo gesto se lo negó.
No quería que ella se fuera, no quería que ella estuviera escondida de él, no quería que se sintiera traicionada, él la estaba ayudando ¿Por qué no podía verlo así? ¿Cuánto se demoraría en entender el beneficio que le hizo?
- Cooper – dijo mirando el piso - ¿Aun quieres a Eliodoro?
Él asintió.
- No trabajes tanto, él no merece estar solo.
Ella se fue tranquila pero sin darle la oportunidad de decirle algo.
No volvieron a hablarse, comieron juntos y ni si quiera allí compartieron una palabra. Él la miraba con intención de decirle algo gracioso pero su expresión sombría le quitó todo ánimo.
Ella estaba en el dormitorio, en silencio y él quería ir donde ella, quería acostarse a su lado y acogerla entre sus brazos, ver películas, conversar, por último sostener su cabello mientras vomitaba. No alcanzó a cruzar la puerta, ni si quiera a abrirla en ninguno de los intentos. Los minutos se hicieron eternos y no sabía que sentir, estaba feliz de que aun estuviera con él, pero lo devastaba que aunque hubiera solo una delgada pared entre ellos, ella ya fuese inalcanzable.
Se sentó en el sillón, prendió un cigarro y se serviría un trago cuando notó que ya no quedaba, arrojó la botella contra la pared quebrándola en grandes trozos.
Ella se asomó y él la miró avergonzado.
- Se me resbaló.
Sí, seguro, la gravedad es relativa.
- Andrea, detente – dijo caminando donde ella, pero no acercándose, ella no lo quería cerca y él no tenía intención de faltarle el respeto - ¿Por qué quieres dejar a Eliodoro acá?
- Estará mejor aquí.
- ¿Por qué?
- Donde mi mamá no hay patio.
- Tú piensas que la compañía es más importante que el espacio. No me mientas ¿Por qué no quieres vivir con tu mamá?
Quizá se lo comería.
- Si no quieres cuidarlo...
- No te he dicho eso. No quiero que se vaya, sé que ha pasado poco tiempo pero dejará un espacio vacío que no sé cómo llenar…
El alcohol suele ser la solución a ese tipo de dilema.
- … puedes seguir viniendo, a verlo o pasearlo, si no quieres encontrarte conmigo te puedo mandar mi calendario por correo y yo no vendré a sorprenderte, puedes confiar en mí…
¿Por qué habría de desconfiar de él?
- … quiero volverte a ver.
Pero ella no quería volver a verlo.
Se fue con Eliodoro a la habitación.
Cooper colocó su oreja en la pared, ella susurraba pero aun así fue capaz de escucharla.
- Te dejo en buenas manos, Cooper es mal genio y terco como una mula, pero te cuidará bien, estarás bien acá, así tampoco él se queda tan solo… tendrá a alguien que querrá verlo llegar del trabajo – y se puso a llorar.
Caminó al dormitorio pero titubeo en entrar.
Buscó en la cocina hasta que encontró una copia de las llaves. Golpeó la puerta del dormitorio y no entró hasta que ella se lo permitió, ninguna evidencia de su llanto, su expresión se mantenía indiferente y distante.
- Toma.
Tiene lógica entregarle una llave de tu casa a una mujer que no quiere nunca más volverte a ver… lo importante es que el insistió lo suficiente para que Andrea la aceptase por cansancio.
- ¿Por qué tu perro estaría mejor conmigo, que allá contigo? ¿Hay algo que quieras contarme?
Nada que quisiera contarle.
- ¿Hace cuánto tiempo vivías sola en la hostal?
Tres, cuatro años… quizá un poco más.
Tocaron el timbre.
- Adiós Cooper.
- No te puedes ir así.
Ella odiaba las despedidas, era pésima en los finales pero Cooper tenía la misma expresión que cada animal que alguna vez rescató, más aun, sus ojos parecían decirle que esa no era una despedida, ni éste un final.
Agachó la mirada y fue a abrir, pasando junto a él como tantas veces lo hizo cuando eran dos extraños que ignoraba la existencia del otro… pero esta vez Cooper la conocía o recordaba. Cerró la puerta tras ella y él se sentó sobre la cama.
¿Y ahora qué?
¿Qué hacía con todo lo que aprendió de ella?
¿Qué hacía con las ganas de seguir a su lado?
¿Qué ridículo aferrarse tanto a una niñita que jugó a ser su mujer por un fin de semana? Pues más tiempo no pasó.
Qué ridícula la dificultad que ahora tenía para respirar, los deseos de no moverse de donde estaba, el cansancio y el desamparo.
Encontró sobre la cama la llave que le dio a Andrea, la metió en su bolsillo y salió, peor sería si todo se acababa sin verla irse, quizá aún podía hacer algo, convencerla de alguna manera a volver, de no alejarse de él… ya, ella era una niñita y él era un viejo, pero no quería poseerla, no quería hacerla de él, quería solo su compañía y amor.
Pablo no estrechó su mano como un hombre debe estrecharla, Andrea no estaba altiva como siempre, tenía esa misma expresión que cuando agarró su mano al mirar la tormenta… solo que ahora no estrechaba su mano, Eliodoro gruñía con la misma intensidad que lo hacía contra Raúl… como nunca lo hizo con él, siendo que él era un extraño.
Comprendía en teoría el alcance de la conciencia de los perros, las emociones de un perro frente a diferentes estímulos eran similares a las humanas, llegando a ser ellos capaces de comprendernos incluso mejor que nosotros mismos, pues sus sentidos están más desarrollados; notan sutiles cambios en la voz, en la sudoración, en el olor… a un humano se le podía mentir, a un perro no.
Don Mauricio le pasó los documentos que debía firmar alejándolo del grupo, él no quitó sus ojos de Pablo y Andrea, poco le faltó para gruñir, mostrar sus dientes tal y como Eliodoro lo hacía.
Ella no se podía ir con él.
- ¿Qué sabe de ellos?
- La madre creía el menor estaba en custodia de la abuela desde los doce años.
- ¿No fue una navidad a verla?
- La madre dijo que no tenía buena relación con la abuela.
- Con mayor razón ¿Usted le dejaría sus hijas a una persona con quien no tiene buena relación? ¿Se las dejaría a él?
- ¿Qué intenta decirme señor Cooper? ¿Ella le contó algo?
- No. No quiero que ella se vaya de acá, conmigo estará mejor.
Sobretodo ambos usando una misma cama.
- O qué se vaya a otro lugar, a cualquier lugar, no a esa casa… si Andrea se va ahora con ellos, no la volveré a ver.
- Esa es la idea, señor Cooper. Si sigue con esta actitud le pondré una orden de restricción, imagínese lo que la prensa dirá de usted. Un pedófilo nunca será presidente.
Firmó desganado.
Cooper fue donde Andrea y se la llevó a la terraza mientras el policía hablaba con su madre y su padrastro.
- ¿Qué te hizo ese hombre?
- Nada.
- Sé que debe ser difícil para ti hablar de esto, pero no tengo tiempo para ser más sensible, si me cuentas… haré algo, te ayudaré.
¿Lo tirarás por la terraza también?
- Nada pasó, sé cuidarme sola…
- Como muestra tu embarazo no deseado.
Adiós Cooper.
- Perdóname, soy un imbécil – dijo agarrándola de la mano - Dime la dirección, te iré a ver esta noche… te iré a buscar con una camioneta y nos vamos al sur, los dos solos… como tu querías.
- Basta Cooper – dijo caminando al interior – Cuida a Eliodoro, lo vendré a ver… te lo prometo.
Ella mentía.
Él lo sabía.
Insistió con la llave.
Ella la recibió.
- Tienes que venir a alimentar a tu perro, lo dejaré morir.
No lo haría.
Ella se acercó y besó su mejilla.
- … No tomes más de la cuenta – susurró – Estaré bien.
¿Quién podría adivinarlo?
Existía algo peor a la indiferencia.
Ella lo miró hasta que el policía cerró la puerta.
Se sentó en ese inmenso sillón, al interior de ese gigantesco departamento, en lo más alto de ese monstruoso rascacielos a mirar a la lejana puerta.
Eliodoro le lamió las manos y él lo acarició.
Los dos volvieron a mirar a la puerta, esperando el regreso de su dueña.
Andrea se desvió del grupo cuando iban a subir al auto con la excusa de olvidar algo. El policía ya estaba harto de toda la situación, pero como fueron sus errores, no tenía otra opción más que tolerar tantas idas y venidas.
Corrió al lugar donde creyó pudieron caer las tabletas y buscó con desesperación, pero las probabilidades estaban en su contra, antes de volver al auto pasó a dejarle un encargo al conserje.
Iba en el copiloto, sentía que era observada, miró por el retrovisor y vio a Pablo, sonriéndole… pronto ella le quitaría la sonrisa de su rostro.
En cuanto llegaron a la casa, Pablo se fue a la dulcería a trabajar, dejando solas a madre e hija.
Era una casa humilde pero bien cuidada y limpia, mucho rosado, flores y cosas brillantes que Andrea consideró infantiles para el hogar de dos adultos.
Su habitación sería la del fondo; una cama, un moisés, una televisión y un closet vacío. Sin adornos, sin rosado, sin brillante. Un espacio decente y agradable, la sorprendió de manera grata.
- Nos iremos de aquí Andrea, tú, el bebé y yo – chilló.
Andrea se sonrió, quizá no era tan mala idea tener el bebé.
Apareció un gato en la habitación, Anais lo tomó hablándole como a un bebé, su voz chillona y fuerte de pronto no pareció tan desagradable, lo acarició y lo arrumó, luego con cuidado limpió lágrimas de los ojos del animal.
- Lo recogí de la calle, tenía herpes, por poco pierde los ojos a causa de la infección pero ahora está bien, aunque tiene los lagrimales tapados… pero está bien… ¿cierto que sí? ¿cierto que sí?
- Miau.
Andrea ahogó una risa en su garganta.
Quizá Anais no era tan mala.
Ella soltó al gato y el minino se echó en la cama.
- Ya no necesitamos a Pablo, tenemos el dinero que nos dará el doctor Cooper ¿lo conociste puteando?… nunca creí me harías tan feliz… ¿Te dejaste ese bebé para amarrarlo? Siempre supe que eras inteligente. No tienes idea como nuestras vidas mejorarán de ahora en adelante… él tiene que arrendarte o comprarte algo mejor, se nota que él te quiere… te comprará lo que le pidas…
- ¿Perdón?
- Él tiene mucho capital, imagínate la pensión alimenticia que tendremos, ese tipo de hombre no quiere escándalos así que pagará lo que sea porque no se ventile que tuvo un hijo con una puta, sobre todo ahora que anunciaron su candidatura presidencial.
- ¿Quién anunció eso?
- No lo sé, una mujer que parecía muñeca.
Irina.
- Este bebé no nacerá, voy a abortar.
- No seas tonta Andrea ¿Sabes cuantas mujeres conocen a un hombre como Cooper? Ninguna. Tú lo encontraste. Aprovecha y sácale dinero… que se haga responsable del crío, no se lo hagas fácil.
Andrea se sentó en la cama y se llevó las manos a la cara.
Anais se sentó al lado y acomodó su pelo, mirando con desagrado el tono fucsia.
- Tienes que cambiarte éste color, la idea es disimular que fuiste prostituta… no andarlo gritando ¿Así lo conociste, cierto?
- Sí, así fue, me pagó para que se lo chupase, se masturbó en mis tetas y luego eyaculó en mi boca… me lo tuve que tragar, yo no quería, pero él me forzó y fue bastante desagradable porque acababa de metérmelo por el culo, así que estaba lleno de caca.
- Bueno, así son los hombres.
- Después me meó y me cagó encima… pero ¿qué voy a hacer? si me tiene amarrada para que no me mueva mientras me pega.
Anais no sabía si Andrea mentía, tampoco le importaba.
- Ustedes verán lo que hacen en privado ¿Has visto el auto que tiene? ¿Sabes cuánto cuesta ese auto? Él es el heredero del imperio Cooper… hoy hablaban eso en la televisión, en cuanto se muera la mamá va a recibir una infinidad de empresas y propiedades… ya tiene mucho… él no necesita trabajar, no me acuerdo cuanto ganaba durmiendo por las utilidades de sus empresas.
- ¿Sus empresas?
- Sí, es accionista de una empresa farmacéutica. Tienes que teñirte rubia, te verías linda rubia… yo me veía linda rubia y tú te pareces a mi antes de tenerte. Siempre soñé con encontrar un hombre como Cooper, me sacase de acá y solucionase todos mis problemas… pero mírame… tengo que trabajar, vivo en esta casucha y ahora ya estoy vieja.
- Déjate de hablar tonteras.
- Vas a tener que cambiar el tonito con que me hablas, si todo esto está pasando en tu vida es gracias a mí… si yo no lo conocí es porque ahora estoy gorda, por tu culpa… Tú y tú comportamiento, tu abandono, me hace comer… todo esto es tu culpa.
- Si quieres hablo con él, al contarle esto no dudará en cagarse en ti – dijo levantándose.
Desde la ventana de la dulcería Pablo la miraba fijo, con cara de caliente, sonriendo, asqueada cerró las cortinas.
- Es como Cenicienta, no, no… como Mujer Bonita… todo esto es un cuento de hadas… tú eres cenicienta y él es un príncipe…
- Y tú eres la calabaza…
- No te pongas… quiero ayudarte.
- Deja acomodarme – dijo parándose frente a ella – para poder presenciar en primer plano tu expresión cuando te informe que el principito Cooper no es el padre de mi bebé… no tengo idea quien es… pero estoy segura que Cooper no es… no lamento destruir tus asquerosos planes.
- ¿Mis asquerosos planes? Tú piensas matar ese bebé, estás violando un mandamiento.
- No hay un mandamiento sobre vender bebés, así que está bien hacerlo.
Anais la abofeteó con todas sus fuerzas.
- Vendí tu hostal con todas tus cosas, vivirás de acá de ahora en adelante y las cosas van a cambiar, vas a bajarme el tonito y te comportarás como corresponde, baja a comer.
Todos querían ayudarla, todos querían enseñarle a comportarse. Debía conocer gente nueva.
Andrea ya no toleraba más su situación, siempre era lo mismo, no podía conversar más de cinco minutos con esa mujer sin querer asesinarla.
Respiró con calma y cerró sus ojos.
Ahora bajaría a comer porque estaba muerta de hambre y al anochecer iría a su hostal, tomaría sus herramientas y se iría, en la carretera no faltaría quien la llevase, total no importaba a qué lugar, tenía que salir de Santiago.
No podría andar sin fuerzas, debía comer, era largo el viaje que ahora enfrentaría… tenía conocidos en Valparaíso, se iría para allá y solucionaría sus problemas. Tenía sus manos sanas, podía trabajar, no todo estaba perdido.
Bajó a comer y se encontró con Pablo, no la miraba y ayudaba a servir de manera amable.
Anais enamorada cooperó también.
Al verla Andrea sintió más impotencia que con la bofetada.
- En esta casa, todos ayudan.
- No molestes a la niña. Debe estar cansadita – dijo Pablo sirviéndole jugo.
Andrea tomó jugo y se sintió rara.
Pablo no dejó de sonreír.
Al fondo del vaso quedó un polvillo blanco que le durmió la lengua. Se levantó y perdió el equilibrio. Su vista se hizo borrosa. Pablo se llevó la jarra junto a los vasos a la cocina y botó aquel jugo por el lavamanos.
Cooper tenía razón, era una niña aun ¿Cómo diablos no desconfío de ese jugo? En su defensa, la vez anterior no fue así.
Que inteligente de parte de Pablo no darle un respiro, era su única opción, agarró el cuchillo de la mesa e intentó alejarse, pero terminó apoyada contra la pared, muy mareada.
- Anais… - dijo con problemas de modulación.
- No me digas Anais, dime mamá… ¿Sabes qué? No me digas nada… no quiero hablar contigo.
- Pablo me drogó.
- ¡Por favor! Otra vez con lo mismo, mira, nosotros tampoco te queremos acá…
- En el jugo, en el jugo hay drogas… polvo blanco.
- Déjate de hacer problemas e inventar tonteras… - tomó un vaso de jugo - … nada. Siempre inventando cosas, Pablo es un santo, tú eres la puta.
- Andreita, ese polvillo es del jugo, no es libitina – dijo sonriendo.
- ¿Qué es eso? – preguntó Anais.
- Una droga que está de moda, de la que hablaron en la televisión.
Andrea intentó abrir la puerta de calle, estaba cerrada y por ningún lado se veía la llave.
- ¿Andreita? ¿Quiere que la lleve a su pieza? – dijo dejándole entrever que él tenía las llaves, que las robó del adorno de madera donde solían reposaban.
- Sí Pablo, llévala, esta debe estar drogada como siempre…. Seguro tomó esa cuestión y ahora no sabe ni donde tiene el poto.
- No seas tan dura con la niña, déjala en mis manos, yo me encargo de ella.
Andrea se afirmó de la baranda y subió lo más rápido que pudo, en el último peldaño su pie derecho se durmió, millones de agujas se enterraban en su extremidad muerta y pesada que ni si quiera podía levantar la rodilla sin dolor, arrastrándola se abrió paso afirmándose con sus manos en el estrecho pasillo, que parecía alargarse y estrecharse a medida que avanzaba, el brazo derecho murió cuando tocó la manilla cayendo violento contra su cuerpo, desplazándola unos centímetros que ahora se sentía incapaz de cruzar y que dado lo estrecho de la construcción debió abrirse paso gateando solo con sus extremidades izquierdas, pues ahora hasta la mitad derecha de su cara caía sin vida hacia abajo, se piñizcó pero no la sentía, se abofeteó, pero nada.
Cerró la puerta y sin su pierna izquierda debió arrastrarse enterrando sus dedos entre los espacios de la madera, con el cuchillo que sostenía con la mitad izquierda de su boca, arrojó todo su cuerpo contra la cama y consiguió mover la cama para trancar la puerta.
Sintió su mano izquierdo durmiéndose, las agujas fueron puesta en posición y solo faltaba la última presión para que se enterrasen y perdiera su compañera fiel, arrastrándose con dificultad, con la mitad de su cuerpo se arrastró contra la madera, incapaz de sentir la fricción, incapaz de sentir algo más que aquella mano y aquel trozo de cara se encerró en el closet.
No le daría otra vez la satisfacción.
Esto se terminaba allí.
Subió la mano derecha y la dobló para que las venas de su muñeca quedasen expuestas, agarró el cuchillo, un corte largo y siguiendo el camino de la vena.
Con el mismo cuchillo rasguñó sacando sangre de la piel, marcando el trayecto que tomaría, no tenía espacio a errores, ese era el final, el mentor de Cooper tenía razón, de lo único que se tenía el control en ésta vida era de cuando ponerle fin y éste era su fin.
No podía ver bien, sus ojos se llenaban de lágrimas y saliva caía contra el brazo, pero su brazo izquierdo seguía funcionando, tomó aire y lo posicionó pero no pudo, presionó pero no lo suficiente, seguía teniendo fuerza más era su voluntad la que no se lo permitía, la esperanza seguía allí, creyendo todo se solucionaría, soltó el cuchillo y movió sus dedos hasta que perdió el control de su última extremidad.
Ya después ni si quiera fue capaz de mover el pulgar; pero seguía despierta aunque su cuerpo no, sentía los sonidos de su cuerpo, atrapada en él como una rata.
Cooper se fue a la clínica, siempre le incomodó estar en ese departamento pero ahora era insoportable. Se mantuvo en neonatología con los pequeños, jugando con ellos, hablándoles y luego con la jefa de pediatría, quien feliz le contaba pronto se irían con padres adoptivos los gemelos con quien jugó a ser padre por unos meses.
Irina se sorprendió al encontrarlo acostado sobre su sillón freudiano.
- Señor Cooper, Marcela fue internada hoy. Tiene que ir a verla, está catatónica. Siguieron sus instrucciones pero algo salió mal.
Cooper asintió saliendo de su oficina pero no se fue a ver a Marcela, se fue a su departamento, el ascensor se abrió en el hall y allí estaba el nuevo conserje.
- Doctor Cooper, dejaron esto para usted – le dijo pasándole la llave que le dio a Andrea.
La recibió preocupado.
Todo eso estaba mal.
No eran paranoias suyas, algo malo pasaba, sentía lo mismo que aquella tarde de los correos, ese mismo ahogo, esa misma angustia.
Debía asegurarse que Andrea estaba bien y solo había una mujer que podía ayudarlo; no obstante, esa mujer se encontraba sobre medicada mirando por la ventana de un hospital psiquiátrico, con el rostro alargado y expresión indiferente.
- ¿Estás fingiendo para hacerme sentir culpable?
No hubo respuesta.
- Me voy a enojar, si esto es una actuación.
No hubo respuesta.
Hizo sonar su lengua tras los dientes y se la llevó al almacén de medicamentos, sin dar una explicación al trabajador pasó a buscar la más extraña mezcla de ampollas y un par de jeringas.
Una receta casera para las sobredosis.
No la primera vez que sería utilizada en la mujer.
La Araucaria en sus últimos respiros era sostenida por grúas estacionadas sin personas que tenían el logotipo de la inmobiliaria Cooper a cada lado. No estaban los refugios de los perros, ellos habitaban el patio de lo que alguna vez fue la hostal de Andrea. Los autos pasaban cegándolo con sus luces altas y debió concentrarse para poder preparar la dosis, no era un juego, si se cargaba para cualquiera de los lados la mujer podía sufrir una hemorragia cerebral o un edema pulmonar.
Preparó todo para enterrar la aguja y Marcela retomó su expresión normal, por suerte él esperó unos segundos sospechando eso pasaría.
- Necesito la dirección de la madre de Andrea.
Ella hizo una mueca y retomó su actitud indiferente.
- ¿Te das cuenta que te pude haber matado?
- Ya te dije, no moriré – suspiró y le quitó la jeringa, la guardó en el bolsillo de su camisola – No hagas esto, conoces a Andrea solo hace unos días, lo más seguro es que no sea la persona que crees.
- Creo que el padrastro abusó de ella. Creo que lo volverá a hacer. Creo que Andrea lo sabe. Creo que ella quiere matarlo…
Tres segundos de silencio en la mente de Marcela.
Cooper no mentía, quizá se equivocaba, pero no mentía.
Qué distinta sería su vida si su cabeza siempre estuviera así de calma y ordenada.
Así de silenciosa.
Tanto silencio.
¿Sería así de ahora en adelante?
Planificó la estrategia de salida y una respuesta ante cada variable. Se le entregó el futuro correcto. Podía sacarlo limpio de allí, bueno… lo más limpio dentro de lo posible, pero siempre con Andrea, todas las opciones lo llevaban de vuelta a ella, pues él así lo quería y era él quien la buscaría.
Y las voces volvieron.
- Cooper. Llegamos – dijo estacionándose – Esa casa es… ponte guantes de látex.
- ¿Qué? – dijo bajándose del auto.
- Hazlo – dijo pasándole un par de la guantera.
- ¿No vendrás conmigo? – preguntó haciéndole caso.
- No, tengo que ir a comprar unas cosas a la ferretería, vuelvo enseguida.
Él se alejó asintiendo, sin darle importancia.
Tocó fuerte la puerta, escuchó ruidos del segundo piso, se alejó a mirar, sin duda había gente, golpeó con tal fuerza que por poco bota la pared.
Corrió hasta el callejón donde estaba el balcón de Anais y de un salto consiguió afirmarse del borde, impulsándose consiguió subir sin esfuerzo, abrió el ventanal de una patada y se abrió paso.
Anais dormía esparramada sobre la cama, un velador a su lado con somníferos y un vaso de agua.
Escuchó un sonido conocido, se abrió paso y los encontró.
La grotesca escena.
Se arrojó contra Pablo sin darle oportunidad más que de unos monosílabos en que pretendía preguntarle qué hacía allí y golpeó escuchando los petitorios del hombre quien le suplicaba llorando dejase de golpearlo, lo golpeó sin importarle la sangre que salpicaba contra su rostro, él quería escucharlo pedir por su vida, no recordó la última vez que ver la sangre correr así le provocó tal placer, sonreía y no dejó de golpear.
Marcela con bolsas de la ferretería entró a la casa tras abrir la puerta principal con una tarjeta de crédito. Andrea sucia se mantenía sentada al borde de la cama desnuda, con las pupilas muy dilatas y problemas para enfocar. Sin voluntad. Con su dignidad arrebatada de la forma más cobarde. No era un individuo, era un envase vacío.
Cooper seguía con los nudillos destrozados golpeando a lo que alguna vez fue un rostro, ahora no era más que un trozo de carne palpitante que traspasaba con facilidad chocando sus puños contra el piso.
Una ira liberada que dejó salir todo ese reprimido deseo asesino y destructor. Ese instinto bloqueado que lo llevó a estudiar medicina.
Marcela lo consideró hermoso, viéndolo tan libre, tan él, ese era él. Se acercó a Andrea y la limpió con las mismas sábanas, tomó sus ropas y se la llevó al baño.
La muchacha era capaz de obedecer órdenes complejas, incapaz de negarse. La dejó bañándose y volvió donde Cooper.
Lo encontró echado en el piso respirando acelerado, con las manos a los lados y mirando al techo, exhausto.
- Era un cobarde, la drogó porque Andrea hubiera ganado, esto lo hubiera hecho ella, esto era lo que ella quería hacer por eso me dijo nada.
No se equivocaba en la intencionalidad, no obstante, Andrea no tenía la suficiente fuerza para causar semejante daño, aunque sin duda hubiera ganado... no hubiera sido así.
Andrea fue capaz de defenderse de Raúl, un hombre de porte similar al de Cooper, Pablo no le era rival.
- Estoy de acuerdo contigo – dijo acostándose a su lado – él no era un rival para ella ¿Qué será de ustedes cuando ya no les queden enemigos que enfrentar?
- Iré a la cárcel…
- … y por más tiempo de lo que él hubiera ido por hacerle lo que le hizo a Andrea, esto no se considera "defensa propia", se considerará homicidio en su grado máximo con dolo y planificación, los medios se encargará de tu hoguera y de que la gente canonice a éste infeliz. Aparte, tenemos un sistema judicial de mierda que querrá mandar un mensaje contigo e intentando ser parcial, será imparcial y te hará pudrirte en una celda… Tengo un plan, pero necesito tu entera cooperación.
- ¿Crees que funcione?
- ¿Cuándo te he defraudado?
Varias veces.
- En este tipo de situaciones.
¡Jamás!
Marcela era la persona indicada para éste tipo de conflictos.
Sacó la jeringa y se la paso.
- ¿Le servirá?
- ¿Es necesario despertarla? Quizá esto lo podemos arreglar entre los dos, podemos descuartizar el cadáver y quemarlo en el hospital con los residuos, sé cómo limpiar la sangre y destruir material genético, me llevo a Andrea lejos de todo esto… le contamos luego la historia de que la raptamos y nadie le hizo nada, no pasó nada.
- Ella tiene derecho a saber.
- Lo tiene, pero eso no significa que quiera…
- Si quieres que te ayude, esto lo haremos a mi manera, anda a despertarla y cuéntale… sin detalles.
Él asintió y se quitó los guantes tirándolos contra el cadáver.
- Tienes que quemar tu traje y ponerte uno similar.
Él asintió.
Fue donde Andrea y la encontró aun bañándose, la última orden de Marcela fue lavarse el pelo y la muchacha seguía haciéndolo aunque ya no era necesario, con la piel de sus manos arrugada y ausente.
- Deja de bañarte y vístete – ordenó.
Ella salió sin cortar el agua, sin secarse comenzó a ponerse las ropas.
Cooper hizo sonar la lengua tras los dientes, cortó el agua y comenzó a secarla pero ella aun así seguía vistiéndose.
- Para – ordenó y ella se detuvo.
Cooper terminó de secarla y la vistió.
Una vez que la tenía lista se sentó con ella en el piso, la afirmó con uno de sus brazos y la inyectó, ella comenzó a moverse de tal manera que si no fuese por su contención se dañaría.
El alma volvía al cuerpo de Andrea en un tormentoso despertar.
Marcela tomó a Pablo desde debajo de las axilas y lo envolvió en plástico, lo arrastró hasta la cocina, lo dejó tirado en el piso y comenzó a reordenar los muebles.
Andrea sintió un calor que recorrió rápido sus venas, el frío se disipó a medida que sus sentidos y su cuerpo respondían a sus órdenes. Su pecho acelerado y una sensación quemante en el corazón.
No recordó más allá de la última conversación con Anais pero ese era el baño de su madre y que Cooper estuviera sosteniéndola de esa manera, en ese momento, en ese lugar solo podía significar una cosa… lo que Cooper sin crueldad comenzó a narrar.
- … nunca más – terminó.
Ella asintió.
Él la abrazó con más ganas y la besó con pasión, sin importarle nada, pretendiendo mandarle un mensaje claro.
Marcela se asomó y esperó a que ellos terminasen.
- Necesito ayuda. Acabo de hacer una llamada histérica a la policía, así que tú tienes que irte, te dejé junto a la puerta una bolsa que debes incinerar, me tienes que dejar el auto – miró a Andrea - ¿Cómo te sientes, pequeña?
- Cansada.
- Ya habrá tiempo para descansar, te espero abajo. Déjense de llorisquear que no es para tanto, apúrate Andrea, que tenemos cosas que hacer – dijo antes de irse.
Andrea achicó sus ojos y sonrió de medio lado.
- Hazle caso, ella sabe cómo hacer estas cosas – dijo sin intención alguna de entrar en detalles.
- Las llaves – él se las pasó – Ya guapote, es hora que te vayas.
Marcela desde la cocina le indicó lo que debía llevarse y le explicó a Andrea la historia que debían contar para que las eventuales huellas fuesen justificadas.
- ¿Así lo dejó Cooper?
Andrea no reconocía una persona, era una masa gelatinosa, sangre coagulada y no era una persona, era algo.
- Necesitamos golpearnos. Nos vemos muy bien. Debimos pedirle a Cooper que lo hiciera antes de irse.
- Cooper no golpea mujeres.
- A ti te pegó una cachetada.
- ¿Qué, acaso no me pegará de vuelta por ser mujer y por no ser fuerte como para aguantar sus golpes?
- No, no creo que lo seas ¿Has visto sus brazos?
- Desde antes que nacieras…
- Ustedes se agreden mucho. Deben aprender a respetarse. ya, golpéame con todas tus fuerzas.
- Primero… - dijo indicando al refrigerador - … tenemos que justificar que se vea así.
Entre las dos tomaron el refrigerador industrial y se lo tiraron en lo que quedaba de cabeza, saltó sangre a sus pies y a todos lados. Sonó asqueroso. Por poco vomitan.
- Peguémonos entre las dos, sácame pelo y rómpeme la ropa… la clave es harto grito, llanto y confusión… nadie simpatiza con una víctima que no se victimiza. No puedes odiar a por quien sientes lástima.
Las mujeres comenzaron a golpearse, tirarse el pelo y romperse la ropa, un forcejeo hasta que tocaron el timbre.
Las dos salieron de la cocina gritando y corriendo, llorando histéricas, ni si quiera eso despertó a Anais.