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62.71% Los hermanos Sonobe / Chapter 37: Corazones leales

บท 37: Corazones leales

La limusina se aparcó al frente del omnipotente edificio de la cual, agradeciendo al conductor, Adeline descendió.

Era medio día, por lo que docenas de subordinados se encontraban almorzando en las diversas cafeterías que ofrecía el Royal Empiere Sonobe.

Introduciendo ambas manos en su gabán, Adeline empezó a enfilar en dirección a la entrada. No obstante, el socio de Jean Paul la detuvo en cuanto la vio.

_ Strange. ¿Acaso ya no saludas? Ven, siéntate conmigo, acompáñame a deglutir de este manjar. _ Señalando con sus manos los aperitivos que se hallaban en la mesa, Eydrian hizo un ademán para que esta tomara asiento junto a él.

Adeline vacilante miró la entrada y a un Eydrian sonriente acercándole un plato de camarones. Siendo finalmente convencida por este, se sentó al frente de él.

_ Nuestro Jean Paul, en estos momentos se encuentra en una platica con aquella pelirroja que nos cae mal, la Srta. Grey. Así que después del almuerzo, te llevaré personalmente con él. _ Abriendo la boca para devorar el croissant, Adeline lo interrumpió levantándose bruscamente del asiento.

_ No es necesario, iré enseguida a verlo. No me interesa si esa pelirroja está presente. _ Tornando los ojos, se volteó dispuesta a ir tras las puertas. Sin embargo la carcajada de Eydrian la hizo fruncir el ceño y aguardar.

_ ¿La pelirroja te hizo cambiar de opinión? Es muy sensual la verdad, seguramente te estás montando un escenario en donde ella se está follando a Jean Paul en el sofá y si no vas puede que esa tragedia suceda en tu ausencia. Lo entiendo. _ Poniéndose la mano en el pecho, asintió con tragedia.

_ Primero estoy más guapa yo y segundo nadie se va a follar a nadie, así que deja de decir estupideces. _ Gruñendo, desvió la cabeza molesta.

Eydrian observándola con ternura sonrió.

_ Mi querida Strange, ni la belleza más reluciente podría anular lo que siente el corazón. Y el corazón de Jean Paul le pertenece a la joven que está parada justo acá. _ Frunciendo los labios, se cruzó de brazos.

_ Yo estoy bien, no me importa ninguno de ellos dos. Solo iré a su oficina a verlo. _ Bajando la cabeza, suspiró.

_ Mentir no es lo tuyo, tu lenguaje corporal irradia celos y rabia pero de igual modo... ¿Qué irás a ver allá? Deja de proteger a algo que por si solo se protege. Ya no tenemos cinco años, Jean Paul ya sabe la gran mujer que tiene a su lado, así que toma asiento y relájate. _ Acercándole la silla, Adeline volvió a tomar asiento enojada.

_ Deberías ser más abierta con lo que sientes Strange. Aunque para serte sincero, creí que el Sonobe de tu preferencia era más bien Jean Pierre o acaso me habré equivocado durante todo este tiempo?. _ Arrugando el entrecejo, introdujo un par de mariscos en su boca mientras la miraba.

Adeline dejó de pensar por un instante en Jean Paul y Zafira juntos y se centró en Jean Pierre. Si la pellirroja estaba aquí, Marion posiblemente estaría en la mansión Sonobe con el segundo hermano.

Aquello la hizo reflexionar sobre la tragedia que aconteció en el baile de máscaras y no recuerda haber visto a ninguna de las familias que se habían reunido un día antes de la festividad presentes.

_ ¿Qué sucedió con todos ustedes en la noche del baile?. _ Su tono suspicaz y curioso, provocó que Eydrian dejara de comer.

_ Ya veo, aún no has escuchado la historia, ¿entonces?. _ Adeline en respuesta negó con la cabeza, haciendo que Eydrian se aclarara la garganta y se acomodara en el asiento.

_ La familia Storm ha tenido conflictos con los de sangre Lancaster... _ Adeline lo interrumpió al reconocer el apellido.

_ Un momento. ¿Hablas de Darius Lancaster?.

_ Es un muchacho encantador. ¿Lo conoces?. _ Enarcando una ceja, sonrió.

_ Lo conocí hoy, pidió mi número. _ Sonrojándose, se rascó la nuca.

_ Me imagino el desastre que tuvo que montar Gianluca al observar tal escena. Pero bueno, para que ese joven se haya acercado fue porque le tuviste que gustar bastante. No es de esos chicos jugados o al menos no como el menor de los Sonobe. _ Soltando una carcajada, aplaudió con gracia.

_ Ni te imaginas el desmadre que hizo, pero de igual modo, solo se lo di para fastidiar a Gianluca. _ Mordiéndose el labio inferior, ladeó la cabeza.

_ Bastante interesante. Entonces puede que también conozcas a Valen Storm?. _ Adeline replicó negando con la cabeza ante la interrogativa de Eydrian. _ Un tipo rubio con ojos negros que anda con él?. _ Haciendo memoria, Adeline reparó en uno de los integrantes del grupo de amigos de Darius y atinaba con la descripción, por lo que asintió segundos después.

_ Bueno pues, son los herederos de unas de las dinastías más poderosas, no tanto como los Sonobe pero se la juegan. Sin embargo ambos se llevan bastante bien, a pesar de que sus familias se odian a muerte. _ Haciendo una pausa prosiguió con voz sigilosa. _ El padre de Valen está en la cárcel por el homicidio de la madre de Darius. Resulta que la mujer tenía un amorío con el señor Storm y este le arrebató la vida tras rechazar la propuesta de huir junto a él hacia Suecia. La obsesión que tenía por aquella mujer lo enloqueció completamente. _ Culminando la historia, siguió comiendo tranquilamente.

_ Es una historia muy triste pero eso que tiene que ver con la ausencia de todos ustedes en la noche del baile?. _ Confundida, alzó las manos pidiendo una explicación.

_ La asesinó en público, algo parecido a como sucedió en la mansión Sonobe. Y al ser el homicida un miembro de la realeza, se nos obliga por ley a permanecer custodiados por veinticuatro horas. Ya sabes por si las dudas y aun más siendo miembros de la familia Sonobe, quiénes por rango son superiores a todos nosotros juntos. _ Terminando de comer, se levantó. _ Ahora sí, podemos ir a celar a Jean Paul, a puesto a que esa pelirroja se alegrará de verte. _ Comentó con ambivalencia, causando un hastío suspiro por parte de Adeline, quién volviendo a recordar la escena entre Zafira y Jean Paul que había montado en su cabeza, enfureció.

...

En la mansión Sonobe, se encontraba el segundo hermano leyendo un libro de Julio Verne, La isla misteriosa. Había visto ese libro en manos de la joven violinista y desde entonces, sus lecturas se inclinaban por aquel escritor que ella le tenía cierto cariño, dado a que su padre le solía leer por las noches esas fascinantes historias.

Pese a estar sumergido en la lectura, se sentía un tanto decaído. Al despertar, Adeline ya no estaba en sus brazos. Él sabía que ella podía ser voluble e impredecible y aun más cuando se trataba de asuntos del corazón. 

Adeline se alejaba de él y luego regresaba, se abría y después solo se cerraba. Su miedo no erradicaba en el hecho de esa inconstancia, mientras tuviera algún tipo de relación con esta, él se conformaba, sino más bien era la posibilidad de que ella simplemente no regresara de nuevo. Temía de que esa relación versátil se convirtiera en algo efímero, cuando él quería que su final fuera un ¨para siempre¨.

La puerta de su aposento fue tocada tres veces, provocando que su lectura se viera interrumpida. Jean Pierre no le concedía el acceso a su habitación a nadie, ya que para él su recámara almacenaba toda su intimidad, algo que no compartía con cualquiera.

Cerrando el libro, se levantó acomodando su jersey de cuello color turquesa, para posteriormente encaminarse hacia la puerta. Al abrir, halló a Marion aguardando por él, llevando consigo un termo que parecía ser de sopa.

_ No pude hacerte compañía cuando sucedió lo de tus abuelos pero quiero estar presente en todo lo que sigue después. _ Aquellos ojos púrpura lo observan con amor, pero en los ojos de Jean Pierre solo había frialdad e indiferencia.

_ No fue necesaria tu presencia, nunca pude estar mejor acompañado en ese momento. _ Respondió impávido, recordando la noche que pasó con Adeline en su aposento.

Marion agachando la cabeza entristecida comprendió la referencia.

 _ Te traje caldo de pollo. Damien me comentó que no has estado comiendo y me dijo que era tu favorito. Así que quise traértelo. _ Acercándole el termo, sonrió.

_ Ya tengo a alguien que me hace caldo de pollo y no es cualquier receta mi favorita, solo la de ella. _ Rechazando el termo, hizo intento por cerrar la puerta. Aun así, Marion se lo impidió atravesando su pie.

_ Ya no sé que más hacer Jean Pierre. Haría todo por ti, pero no me das la oportunidad de entrar. La sigues escogiendo a pesar de mis esfuerzos por estar contigo. _ Varias lágrimas cayeron de su mentón, había desesperación en su mirada.

Con toda su vulnerabilidad a flote, no sirvió siquiera para conmover el frío corazón de Jean Pierre.

_ Tus esfuerzos se invalidan por si solos cuando intentas con la persona equivocada. Que yo la siga escogiendo a ella antes que a cualquier otra mujer, es un acto de amor verdadero. Deberías buscar a un hombre que sea capaz de hacer lo mismo por ti y no insistir con alguien que jamás podrá verte como yo la veo a ella. _ Marion quitó el pie, lo que permitió que Jean Pierre la despidiera cerrando la puerta.

Ahí entendió, que sus acciones fracasarían por más que lo intentara y no porque fueran insignificantes, sino, porque el sentimiento que Marion quería que él le tuviera, ya lo tenía por otra joven. 

Admiró el respeto y la postura firme de Jean Pierre hacia Adeline, como también la envidió por eso. Anhelaba ser vista de ese modo, pero no por cualquier hombre, solo por él.

...

_ Si vas con esa cara, harás que la pelirroja gane. En cambio, si vas con actitud triunfante y de paso le robas un beso a Jean Paul en sus narices... Querrá quemarte viva y posiblemente igual seguirá maldiciendo tu nombre aunque sigas muerta pero, te verás poco intimidada por su presencia. _ Frunciendo los labios, le sobó los hombros. 

Las puertas del ascensor se abrieron, siendo le mejor salvación de Adeline para no responder lo dicho anteriormente por Eydrian. Saliendo de este, ambos empezaron a enfilar en dirección a la oficina de Jean Paul.

Al llegar, el mayor de los Sonobe se hallaba sentado en su escritorio, mientras Zafira charlaba con él. Adeline notó la impaciencia de la mujer por querer acercarse de un modo más íntimo a Jean Paul, pero a pesar de ello, no se lo permitía. Mantenía una distancia prudencial de ella y el trato era sumamente distante y profesional.

_ Ves!!!! Aún siguen con ropa Strange, te dije que no tenías nada de que preocuparte, el hombre te adora. _ Susurró sonriendo, en tanto espiaba por la puerta entreabierta de la oficina.

Adeline en respuesta tornó los ojos dándole un empujón, para posteriormente adentrarse a la estancia.

Los ojos avellana de Jean Paul, se iluminaron al instante en cuanto los posó en ella.

La mirada de Zafira se oscureció al ver la reacción que obtuvo el mayor de los Sonobe ante la presencia de la joven violinista. La atención irrefutable que le concedía a Adeline le resultaba envidiable, por lo que apartó la vista enfurecida.

El mayor de los Sonobe se levantó abotonando su saco, para seguidamente caminar en dirección a Adeline. El cual se posicionó a su lado rodeando con su brazo la cintura de ella.

_ Sr. Salvatore por favor guie a la Srta. Grey hacia la salida. _ Ordenó con voz demandante a Eydrian. Quien guiñándole el ojo a Adeline, asintió con la cabeza y llevó a Zafira hacia la salida del lugar.

_ Me cae mal esa mujer, no sé porque hablabas con ella. _ Preguntó en un intento de sonar lo más casual posible, sin embargo, el ceño fruncido y el recelo en su voz la delataron.

_ ¿Así? A mí también me desagrada, deberíamos prohibirle el acceso a la empresa. ¿No lo crees?. _ Mirándola con ternura, empezó a reírse al percibir el comportamiento celoso de Adeline. 

_ No es suficiente, tenemos que ponerle una orden de restricción. Es el único método para que esa pelirroja malvada no se acerque a ti. _ Hundiendo todavía más el entrecejo, meneó la cabeza fortuitamente. Provocando una carcajada de parte de Jean Paul.

_ Y después era yo el tóxico y malvado por hacer semejante cosa. Eres igual a mí Srta. Strange, aunque no lo quieras admitir. _ Besando su cabeza la atrajo a él. 

_ Te equivocas, yo no soy así. Solo me desagrada esa tal Zafira, es todo. _ Sus mejillas se incendiaron de una tonalidad rojiza, en tanto estos eran frotados contra el pecho de él...


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