—Y ¿para qué quieres ir a nuestra universidad? —le preguntó John a Swindle mientras la familia desayunaba—. ¿A quién quieres estafar?
—¿Estafar? —preguntó Swindle falsamente intrigado—. Solo quiero ver lo que hacer ahí. Quizá hasta me cultive un poco.
—Como si te fuéramos a creer —dijo John.
—Ayuden a su hermano —dijo Gully—. Tanto que ha hecho por mí y por todos nosotros.
—¿Cómo qué? ¿Abandonarnos? —preguntó John.
—Él tiene negocios qué hacer. Él es un hombre independiente, no como otros —dijo Gully mirándolos severamente—. Aparte él me dijo que está dispuesto a aportar a los gastos de la casa, porque ni los tres juntos pueden con todo.
—Aunque si no quieren mi dinero, lo entiendo —dijo Swindle.
—No, no lo queremos —dijo John.
—Pero lo necesitamos —dijo Paul.
—Entonces, ¿puedo ir con ustedes?
—Está bien —dijo Paul—. Pero no hagas nada ni hables con nadie. O ¿tú qué opinas, George?
George leía el periódico mientras tomaba una taza de café.
—Hagan lo que quieran —dijo sin levantar la vista del periódico—. Con tal de que no nos despidan.